Una cocina es el escenario único en el que transcurre toda la historia. Una familia originalísima -que me recordaba ora a la del Gerald Durrell de Mi familia y otros animales, ora a los Malaussenè de Daniel Pennac- la protagoniza. Y un niño observador es quien relata todos los acontecimientos.
A través de sus ojos viviremos el tránsito desde el fascismo que enraizó en tantas sociedades europeas durante los años 30, pasando por la guerra y la posguerra, hasta el comunismo de Tito. Todo ello narrado con una sensibilidad y un sentido del humor que hacen que una sonrisa me haya acompañado durante toda su lectura.
"Yo tenía un tío, tías, abuelo, lo mismo que tenían los demás. Sin embargo, de los demás decían: 'Es una familia muy respetable', mientras que de nosotros abreviaban: 'Son chusma'. Vivíamos el desenlace de la guerra mundial, el final de la ocupación, el principo de una nueva era, y utilizábamos objetos tales como camas, cucharas, agua de colonia; todo igual que el resto. No sé por qué había diferencias. De los demás decían: 'Lo tienen todo'; de nosotros:'¡Vagabundos, visten harapos, ni un céntimo en el bolsillo!'. En la lista de vecinos del inmueble alguien escribó 'mujeriego' tras el nombre del tío, tras el de papá 'borracho', tras el mío 'imbécil'. Detrás del de mi madre no escribieron nada; ella se quejó: 'Pobre de mí'. Las tías se preguntaban: '¿Por qué nos odian?'. El abuelo consideró: 'Porque nos entendemos bien'. El tío no estuvo de acuerdo: 'Sí, hombre, justamente eso'. Continuamos viviendo en familia igual que antes".
1 comentario:
Tiene muy buena pinta, me lo apunto!
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