Hace treinta años
comenzó a andar el Centro La Bariega, imaginado como un Centro Comunitario
Abierto de Cáritas de la Unidad Pastoral de Sestao.
Centro Comunitario
Abierto. No sé si os habéis parado a pensar en todo lo que se contiene bajo
esta denominación. Seguramente sí, seguro que lo habéis pensado. Pero a veces
las últimas personas en ser conscientes del alcance de sus acciones son las
personas que las protagonizan. Especialmente cuando quienes lo hacen son la
gente de a pie, la gente normal, que no aspira a hacer historia sino a hacer lo
que debe hacer, que no hace las cosas para que su nombre sea recordado en el
futuro sino para responder a los retos del presente.
Lo explicaba
perfectamente Carmelo Corada en una conversación en Radio Popular: “queremos un
proyecto fuerte, sólido, comunitario, de todo Sestao y para todo Sestao,
abierto a la comunidad”.
Una comunidad
abierta: suena muy bien, de hecho es como debe sonar, pero no es en absoluto
sencillo lograrlo. Al contrario, y sobre todo en los tiempos actuales, las
comunidades tienden a cerrarse sobre sí mismas, como protección de quienes
están dentro.
Alguna vez he
reflexionado sobre esto jugando con dos formas de entender la comunidad:
·
Como
“conUNIDAD”
·
Como
“COMUNidad”
Todo indica que La
Bariega fue concebida como COMUNidad, como un espacio abierto, acogedor,
incluyente.
Hace 30 años, a
principios de los Noventa, Sestao era un municipio muy distinto del Sestao de
hoy, en muchas cosas. También eran otras las circunstancias que llevaron a
Cáritas a impulsar un proyecto como este, otras las personas que encontraron su
espacio en La Bariega. Momentos distintos, perfiles distintos.
Hoy son otras las
circunstancias, también las de las más de 80 personas a las que atiende el
proyecto. Pero su razón de ser sigue siendo la misma: ser comunidad abierta.
¿Para hacer qué?
[II] “Caminamos
despacio porque vamos lejos”. Uno de los lemas más conocidos y más hermosos del
movimiento zapatista.
La Bariega lleva 30
años caminando despacio. Quien, sin conocer el proyecto por dentro, en toda su
encarnadura, y se quede con la literalidad de lo que decís en vuestra
información (muy escasa, por cierto: como se nota que, como buenas voluntarias
y voluntarios de Cáritas lo que os interesa es ser conocidas por vuestras
obras) es probable que piense que lo que hacéis es algo como de otros tiempos,
como si os hubierais quedado por el camino.
Se trabaja
principalmente en dos ámbitos de intervención: Promoción Social y Personal y
Relaciones Familiares e Infancia. En el Área de Promoción Social y Personal se
trabajan las capacidades de aprendizaje, la autonomía y el autocuidado, la comunicación,
el sentido de pertenencia y la relacionalidad, la alfabetización digital, la
activación sociolaboral. En el Área de Relaciones Familiares e Infancia se
abordan cuestiones relativas al cuidado y educación de hijos e hijas, costura,
cocina.
Con todo lo que ha
cambiado el mundo en estos 30 años, ¿todavía estáis con esas cosas? Se trata de
cosas muy básicas, aparentemente simples, sin glamour, sin brillo. En realidad,
se trata de dimensiones y competencias fundamentales, los cimientos de una vida
auténticamente humana: la autonomía personal y la vinculación social. Sin estos
cimientos, todo lo que queramos construir (todos esos grandes conceptos como
creatividad, emprendimiento, participación, desarrollo, activación, etc.) no
será más que castillos en el aire.
Pero vosotras y
vosotros sois más de tierra que de aire, sois caminantes, y caminantes por unos
senderos no precisamente sencillos. Caminos sin asfaltar, empinados, poco
iluminados. Esos son los caminos que habéis elegido y al recorrerlos habéis
tenido la misma experiencia que tuvieron Cleofás y su compañero al hacer el
camino que llevaba de Jerusalén a Emaús: por el camino os habéis encontrado con
vuestro prójimo y, al hacerlo, habéis caminado con Jesús.
Nunca os habéis
quedado paradas ni os habéis confundido de camino. Camináis despacio porque
vais muy lejos. Hacia la inclusión social, ni más ni menos.
Y la auténtica
inclusión se construye desde la base, en la cotidianeidad, en el día a día, en
el encuentro horizontal, entre iguales, en el reconocimiento. En fraternidad.
[III] 30 años caminando en fraternidad.
Caminar juntas,
caminar muchas, hacerlo sin dejar a nadie atrás, al ritmo de quienes, por la
razón que sea, necesitan ir más despacio.
Esto es algo que
siempre me ha gustado del montañismo, avanzar juntas, cada uno con nuestro
propio ritmo, pero intentando acompañar a quien avance más lento. Parando
tantas veces como sea necesario para reagruparnos. Porque el objetivo no es
llegar rápido, ni siquiera llegar, sino llegar todas y todos.
No es fácil hacerlo.
Vivimos tiempos en los que la velocidad, la rapidez, el éxito, son la norma.
Pero se trata de una norma que crea, necesariamente, exclusión. Son muchas las
circunstancias de la vida que hacen que caminemos más despacio, que nos
extraviemos en el camino, incluso que tengamos que detenernos. El camino de la
vida es muy complicado; lo sabéis bien por experiencia.
No se trata de que
haya personas rápidas y personas lentas. Todas y todos tenemos momentos en
nuestra vida en los que podemos avanzar más rápidamente, y otros muchos en los
que las fuerzas parecen abandonarnos y las piernas y los pulmones no nos
responden.
Somos seres frágiles,
vulnerables. Esto no es una debilidad, sino la condición humana. Caemos
enfermas, nos deprimimos, sufrimos pérdidas, necesitamos apoyo, una palabra
amable, una mirada de cariño.
Por eso no entiendo
la moda actual de las carreras de montaña. Yo soy más de caminar en grupo,
disfrutando de la compañía, apoyando y sintiéndome apoyado. Como hacéis
vosotras y vosotros. Como lleváis haciendo desde hace 30 años.
Por cierto: antes me
he referido al lema zapatista de caminar despacio porque vamos lejos. Pues
resulta que el movimiento zapatista llama “Caracoles” a los territorios y los
municipios sobre los que tiene influencia y a partir de los cuales ha querido
construir otro Méjico posible.
¿No os parece que La
Bariega es un poco esto, un “caracol”? Porque avanza despacio, paciente, pero
avanza sin desánimo: ¡30 años ya, y los que vendrán!
Porque, como la
concha de los caracoles, La Bariega es un hogar, una casa para quienes
necesitan reconocimiento, acogida, apoyo.
Y porque La Bariega,
como tantas iniciativas de solidaridad sostenidas por el voluntariado social,
es un territorio de posibilidades, una
zona liberada, en el sentido
en que utilizaba esta expresión mi querido y recordado amigo Chema Mardones.
Decía Mardones que la tarea que hoy nos desafía es la de crear «espacios
verdes» en los que se ponga de manifiesto la posibilidad de otro estilo de
vida; «nichos ecológicos» en los que pueda sembrarse y madurar una alternativa
cultural y de valores a esta sociedad del tener: «Frente al carrerismo, la
competitividad, el consumo, el afán de dinero, el exhibicionismo y la banalidad
del yuppismo neoconservador, hay que presentar el atractivo de la vida
sencilla, austera, centrada en el ser uno mismo radicalmente, en el encuentro
con los otros y la solidaridad con los dolientes y menos favorecidos de nuestro
tiempo.» Zonas liberadas en las que sea realmente posible hacer que florezca lo
inédito viable de la realidad (Paulo
Freire).
[IV] Ha querido la casualidad que estemos celebrando este
aniversario en una Escuela de Música.
Construir comunidad
es como componer un canto o una melodía, como formar una coral o una orquesta.
Exige combinar diversidad y unidad para evitar la cacofonía y lograr la
polifonía.
Sestao es hoy más
diversa que hace 30 años, cuando ya lo era, y mucho. Nuevas diversidades
colorean sus calles. Pero las necesidades y las aspiraciones de quienes las
caminan son básicamente las mismas: reconocimiento, acogida, apoyo,
acompañamiento, encuentro, participación.
La Bariega es mucho más que un buen lugar, que un buen espacio físico. Es un camino, es una sinfonía. Por muchos años.