viernes, 11 de marzo de 2016

Contra el acuerdo UE-Turquía ante la crisis de las personas refugiadas

 
UN ACUERDO ILEGAL E INMORAL QUE ATENTA CONTRA LOS DERECHOS HUMANOS

Las organizaciones firmantes denuncian que la UE trata a los refugiados como moneda de cambio con el Gobierno de Turquía y señala que el proyecto europeo muestra de nuevo su deterioro con un acuerdo que traslada la crisis de los refugiados fuera de sus fronteras
El preacuerdo adoptado el 7 de marzo por el Consejo de Europa con Turquía evidencia la absoluta insensibilidad de la UE y los Estados miembros ante la crisis humanitaria de los refugiados que arriesgan su vida huyendo de la guerra.
La UE, además de incumplir la legalidad internacional, elude su responsabilidad de dar respuesta a los miles de refugiados que se agolpan en sus fronteras mediante un acuerdo con Turquía para deportar a ese país a todos los inmigrantes, económicos y también demandantes de asilo, que lleguen a la UE a través de este país, a cambio de que los Estados miembros reubiquen al mismo número de refugiados asentados en territorio turco.
La UE ha urdido un plan que vulnera la especial protección que el derecho internacional reconoce a los demandantes de asilo mediante la asimilación de inmigrantes económicos y refugiados, todos ellos considerados “ilegales”. Se expulsará a Turquía a los refugiados que han llegado a Europa por esta vía.
La UE ha “comprado” las devoluciones a Turquía por 3.000 millones de euros por los costes de gestión y 3.000 millones adicionales en 2018, sin ningún mecanismo de control del destino del presupuesto; además de la eliminación del requisito de visado para los ciudadanos turcos en Europa a partir de junio de 2016 y la agilización de la entrada de Turquía a la UE. Se ha obviado, curiosamente, que el gobierno de Erdogan viola de forma reiterada derechos fundamentales como la libertad sindical, el derecho laboral, la libertad de prensa y expresión --como el reciente caso del diario Zanan, cercano a la oposición al Gobierno turco--, o el exterminio del pueblo kurdo.
Los refugiados son seres humanos que huyen de la guerra y buscan la protección internacional, hacer de ellos una mercancía para el intercambio económico es inhumano y no dará lugar a una respuesta más humanitaria: pagar a Turquía no eliminará el peligro al que los sirios, iraquíes y otros están expuestos en sus propios países.
El sistema uno-por-uno (intercambio de refugiados sirios) no tiene sentido y es una violación del derecho internacional y de los tratados de la UE.
Los firmantes coinciden en que la UE no debería ni siquiera contemplar el pagar a Turquía para mantener a los refugiados en campamentos inhumanos sin ninguna perspectiva, y no debería haber ningún intercambio entre el mantenimiento de los refugiados fuera de Europa y la aceleración de las negociaciones de adhesión a la UE.
Asimismo, los firmantes llevan mucho tiempo defendiendo que la comunidad internacional debería invertir tiempo y recursos para restablecer la paz en Oriente Medio, y los Estados miembros de la UE deberían trabajar para la integración de los refugiados.
Las organizaciones firmantes manifiestan su más absoluto rechazo a la política de la UE y la complicidad de sus Estados miembros ante la crisis humanitaria de los refugiados en Europa. Europa tiene capacidad de respuesta pero no tiene voluntad.
En consecuencia, el Gobierno español debe instar a la reconsideración del principio de acuerdo con Turquía en el próximo Consejo Europeo de 17 de marzo.
Por su parte, las organizaciones firmantes emplazarán a las fuerzas políticas y sociales a convocar una movilización de la ciudadanía en España para el 16 de marzo, para denunciar la actitud de Gobiernos e instituciones europeas y para exigir medidas urgentes ante la mayor crisis humanitaria a la que se ha enfrentado Europa.
Madrid, 10 de marzo de 2016
Han participado en la reunión preparatoria PSOE, Podemos, Ciudadanos, IU, Equo, CCOO, UGT, Médicos del Mundo, HOAC, Cáritas, MPDL-Moviento Por la Paz, Federación de Derechos Humanos de España, Consejo General de la Abogacía, Coordinadora de ONG para el desarrollo, EAPN, ACCEM, CEAR y UNICEF.

Hace doce años, otro 11 de marzo

El horror, el horror
El País, 12 marzo 2004
http://elpais.com/diario/2004/03/12/paisvasco/1079124001_850215.html

"Madrid es una ciudad con más de un millón de cadáveres". Ese primer verso terrible con el que Dámaso Alonso inicia su poemario Hijos de la ira fue ayer verdad. Eran decenas los asesinados en Madrid a lo largo de los años y ayer, de un día para otro, fueron ya centenares. Madrid es, después de tantas discusiones al respecto, el destino, trágicamente adecuado, para el Guernica de Picasso. Madrid es, y será ya para siempre, una ciudad-mártir, ensangrentada por la acción brutal de otros legionarios igualmente buitrescos.
¿Legionarios vascos, en esta ocasión? Vascos, sí, lehendakari, no se engañe. Vascos son (o podrían serlo, si nos sometemos a la cautela disciplinaria de la presunción previa a la reivindicación) los autores de la matanza. No serán (no serían), nadie puede decirlo, asesinos por el hecho de ser vascos; pero no por ser asesinos dejan de ser lo que son. Alimañas, dice usted; se lo acepto, pero a condición de recordar el viejo dicho: cría cuervos, y te sacarán los ojos.
Trece explosiones, ciento noventa muertos (por ahora) y más de mil doscientos heridos. Otro día 11, esta vez de marzo, quedará señalado para siempre en el calendario universal de la infamia. Nos resistimos a asumirlo como un hecho, como un signo transparente, diáfano y unívoco en su brutal sencillez.
Bien está que nos rebelemos contra la inmediatez del horror; bien está que no nos entreguemos, sin lucha, al asco y a la pena. Pero no caigamos en el error de transformar en metarrelato un vil asesinato en masa. No enturbiemos la nitidez de este hecho procediendo a hacer lecturas más o menos complejas de lo que no es más que un atentado criminal, salvajemente simple: por qué en este momento, por qué en ese lugar, por qué a esas personas.
Hermeneutas voluntarios de un monstruo que sólo habla por sus actos, hay quienes distinguen entre el impacto electoral de las posibles autorías (si ETA o si Al Qaeda) de esta masacre. Hay otros que, asumiendo como probable que sea obra de ETA, intentan escuchar, tras el estruendo de la explosión, otro mensaje, otras palabras: palabras de consuelo (es el Omagh de ETA), palabras de disculpa (no tienen nada que ver con nosotros), palabras.
Sobre todo, por encima de todo, no sucumbamos a la indignidad de plantear, ni siquiera como hipótesis, que hay modus operandi y modus operandi, que la masacre de Madrid es cualitativamente distinta de la masacre de Hipercor. Si finalmente no fuera obra de ETA (escribo a las 12.30 horas del mismo día 11), lo sería sólo porque de hecho no lo ha sido, no porque no pudiera serlo.
La novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas finaliza cuando la prometida del protagonista, el desequilibrado y oscuro Kurtz, pregunta a la persona que le acompañó hasta el momento de su muerte cuáles fueron sus últimas palabras:
"Repítalas -murmuró en un tono acongojado-. Quiero..., quiero... algo..., algo... con... con lo que vivir".
Estuve a punto de gritarle: "¿No las oye?" El crepúsculo las estaba repitiendo en un persistente susurro a nuestro alrededor, en un susurro que parecía hincharse amenazadoramente, como el primer susurro de un viento que se levanta. "¡El horror! ¡El horror!".
"Su última palabra... con la que vivir -insistió-. ¿No comprende usted que yo le amaba?... Le amaba. ¡Le amaba!".
Reuní todas mis fuerzas y hablé despacio. "La última palabra que pronunció fue... su nombre".
Hay quienes han creído, durante mucho tiempo, que había un nombre tras el horror de ETA: Euskal Herria, autodeterminación, conflicto político, contencioso histórico. Confiaban en que dicho nombre les permitiría mitigar la bárbara dimensión de todas y cada una de sus acciones. Algo con lo que vivir. ¿Seguirán creyéndolo hoy?
El horror, el horror. Estas son las últimas palabras de ETA. Fueron también las primeras. Muchos no las escucharon entonces. Tal vez ahora...


¿Alivio de qué?
El País, 16 marzo 2004
http://elpais.com/diario/2004/03/16/paisvasco/1079469603_850215.html

El terrorismo y su inmensa capacidad de convertir en verosímil hasta lo más inverosímil. Si hace unos días alguien hubiese pronosticado un atentado como el de Madrid, nadie lo hubiera considerado creíble. Pero se produjo, y durante unas horas todos -todos- pensamos que ETA había logrado, después de tantos intentos frustrados, hacerse presente antes de las elecciones con su mensaje de muerte. Un pensamiento, por lo demás, muy lógico: es ETA quien suministra implacablemente a esta sociedad su dosis de terror, desde hace años en régimen de exclusividad.
Nadie hubiese pensado, unos días antes, que ETA podía cometer una matanza como esa. Pero, una vez reventados los trenes, el recurso al "salto cualitativo", cuando no al más pedestre "esta vez sí que se han pasado", lo hizo verosímil. Todo eso de que ETA siempre avisa, de que no comete atentados indiscriminados, todo eso del modus operandi no eran sino aberrantes frivolidades de quienes pretenden encubrir su déficit de humanidad con una endeble capa de etología. Luego se empezó a decir que podía ser obra de Al Qaeda. De nuevo, lo que un momento antes hubiera resultado inverosímil se tornó verosímil. Es, como decía, lo que tiene el terrorismo: que vuelve creíble lo increíble mediante el simple y expeditivo recurso de hacerlo realidad. Y en esas estamos: sabiendo que es posible -lo hemos visto- cometer una masacre y esperando sólo a conocer con certeza la identidad de los masacradores. Ahora bien: ¿importa mucho la identidad del carnicero? Un momento: no digo que no sea importante conocer, tan pronto como sea posible, todos los datos sobre el quién y el cómo (el por qué es, en cualquier caso, irrelevante) de la matanza. Debe aclararse la autoría para no hundirnos definitivamente en este caldero de brujas, en esta olla podrida en que el Gobierno del PP ha convertido la política antiterrorista.
Pero no amorticemos tan pronto la angustia, la tensión, la vergüenza incluso que tanto sentimos el jueves por la mañana. No nos quitemos el peso de encima con tanta facilidad, todavía no. Aun si finalmente resultara que sólo Al Qaeda sea responsable directo de la matanza (y subrayo lo de sólo y lo de directo, pues el terrorismo es ya un hecho global, un rizoma monstruoso en el que las partes acaban siendo indistinguibles del todo). Por favor, no permitamos que lo único bueno que podemos sacar de esta terrible tragedia se pierda.
En ese 11-M que ya nunca olvidaremos, nos dimos de cara con el monstruo. Horrorizados, contemplamos de lo que es capaz. Tal vez porque, como escribiera Albert Camus, la humanidad nos gusta sangrante, como los chuletones, por unas horas nos sentimos, en cuanto vascos, radical y personalmente implicados en la tragedia. Esto es enormemente significativo: creo que por primera vez nos sentimos, de alguna manera, corresponsables de un atentado cometido por ETA. Nos avergonzó que tanta gente fuera asesinada en nuestro nombre. Fue tan grande el impacto que, a diferencia de otras ocasiones, imposibilitó cualquier distanciamiento.
¿Por qué antes sí fue posible este distanciamiento? ¿Volverá a serlo si ETA comete otro atentado? Son preguntas que nunca dejarán de atormentarnos. En cualquier caso, el que no sean terroristas vascos los autores del atentado nos hace sentirnos aliviados. No nos abandonemos a esta agradable sensación. Si ETA no lo ha hecho, podría haberlo hecho. Si no lo ha hecho ayer, podría hacerlo mañana. Si no lo ha hecho así, de un solo golpe, lo ha hecho ya día a día, año a año, superando con mucho las cifras de muertos, heridos, huérfanos, viudas, provocados por la masacre de Madrid.
El jueves nos encontramos cara a cara, algunos por primera vez, con la verdadera faz del monstruo.

martes, 8 de marzo de 2016

¿Sigue siendo políticamente viable lo que era y es aritméticamente posible?

El empeño del PSOE por negar la posibilidad aritmética de conformar un gobierno desde la izquierda me resulta tan incomprensible como el empeño de Podemos por proclamar ante las cámaras que la posibilidad política de tal gobierno sigue dependiendo tan sólo de un poquito de voluntad por parte de Pedro Sánchez (doy por hecho que Pablo Iglesias no busca realmente su amor).
La aritmética electoral daba desde el principio y da ahora para configurar un gobierno desde la izquierda: los escaños del PSOE, Podemos, En Comú, Compromis, En Marea e IU-UP suman 161. Más que suficientes para superar de largo los 123 del PP, expulsado al grupo mixto por corrupción incluido. Dos por debajo de una coalición PP- Ciudadanos, ya sea esta formal (programa negociado mediante) o de hecho (coincidiendo en el no a la hora de votar al candidato de la izquierda); en este caso habría que sumar alguna otra fuerza, empezando por la, hoy por hoy, menos problemática, el PNV. Es verdad que incluso así la investidura dependería en segunda vuelta (mayoría simple de síes) de la abstención de los dos partidos independentistas catalanes y de Bildu. Pero también podría darse el caso de que Ciudadanos decidiera abstenerse: todo dependería del tipo de medidas que la coalición de izquierdas llevara a su programa de gobierno, y de su presentación a la fuerza naranja.
De cualquier manera, incluso teniendo en cuenta todas las incertidumbres que la iniciativa para constituir gobierno desde las izquierdas podía contener, resultaba infinitamente más probable que el camino escogido por el PSOE de llegar con Ciudadanos a un acuerdo que, al margen de su contenido, estaba condenado desde el principio a no lograr ni un apoyo más que los de sus iniciales promotores.
Pero el mismo 24 de diciembre, aún caliente el recuento, Susana Díaz empezó a hacer sonar el villancico “Podemos quiere romper la unidad de España y eliminar al PSOE, fun, fun, fun”. Y cuando, un mes después, llegó el momento de que el comité federal socialista se reuniera para discutir su política de pactos, al villancico de Díaz se habían sumado los cantos de barones (no rojos), los cantes de poperos (y algunos peperos) agrupados en “Fundacionespañaconstitucional” (así, todo bien apretado) y las cantatas de viejos rockeros chinos (¿o eran jarrones?) a favor de una gran coalición o, en su defecto, de una gran abstención que permitiera gobernar al PP, sólo o en compañía de otros.
No ayudó tampoco, es bastante evidente, que el 22 de enero, unos días antes de la celebración de ese comité federal del PSOE y mientras Pedro Sánchez se reunía con el Rey, Pablo Iglesias anunciara públicamente su disposición a ser vicepresidente de un gobierno presidido por Sánchez, a quien invitaba a "tener un diálogo con cordialidad frente a millones de espectadores poniendo encima de la mesa qué hay que hacer con este país". Como para fiarse… Pedro Sánchez aguantó el tipo durante la rueda de prensa posterior, pero algo se había roto.
En estas condiciones, Sánchez salió a escena en el comité federal del 30 de enero prometiendo transparencia, consulta a la afiliación y voluntad de tender su mano a "izquierda y derecha", aunque por su discurso (y por su movimiento de defensa con la consulta frente a los derechazos de las y los cantores ya citados) parecía inclinarse a intentar el acuerdo con Podemos, para quienes tuvo continuas referencias, según pudimos leer en la prensa: "No voy a ser presidente a cualquier precio, pero no estoy dispuesto a que los españoles paguen el precio de cuatro años más de derecha al frente de las instituciones"; "No vamos a hablar de sillones ni de composición de gobiernos", sino "de lo que le importa a la gente, de cómo resolver los problemas de los ciudadanos"; "Vamos a hablar de algo que les sonará mucho a ellos, de programa, programa, programa". Esos tales “ellos” no parecían ser, al menos en principio, Ciudadanos.
En fin: todo esto es ya pasado. Lo único aún seguro es la aritmética. Que Óscar López y César Luena sigan insistiendo estos días en que hay que contar con Ciudadanos para intentar formar Gobierno porque “sin ellos no salen las cuentas” sólo se explica como daño colateral de su paso por la secretaría de organización del PSOE, cargo que parece provocar ciertos síndromes aún por diagnosticar (como el de llamar siempre “Pablo Manuel” a Iglesias). Pero las cuentas siguen saliendo. Otra cosa es si las dos sesiones de investidura pasadas y todas las declaraciones que las mismas han producido, tanto dentro como fuera del Congreso, han podido volver políticamente inviable lo que era aritméticamente posible.
Así que lo más probable es que en el plazo de unos meses estemos otra vez votando. Produciendo una nueva aritmética. ¿Cuánto de distinta de la que ahora tenemos? Parece que no será muy diferente. Ya veremos. Lo malo es que, de aquí a entonces, los partidos se van a dedicar en cuerpo y alma a intentar cambiar la aritmética. Cuando lo que deberían cambiar, empezando cada cual por su casa, es la política.

>> PUBLICADO EN ELDIARIO NORTE