martes, 15 de agosto de 2023

Los bosques perdidos

Rachel Carson
Los bosques perdidos
Traducción de Salvador Cobo
Ediciones El Salmón, 2020 

"El placer y la importancia del contacto con el mundo natural no es patrimonio exclusivo de los científicos. Están a disposición de todo aquel que quiera someterse al influjo de la cima de una montaña solitaria, o del mar, o de la quietud de un bosque; o de quien se detenga a pensar en algo tan ínfimo como el misterio de una semilla en crecimiento.
No me da miedo ser tachada de sentimentalista si me planto hoy aquí y les digo que considero que la belleza natural debe ocupar un lugar en el desarrollo espiritual de todo individuo y toda sociedad. Cuando destruimos la belleza, o cuando sustituimos un atributo natural de la tierra por algo artificial creado por el hombre, estamos retrasando parte del crecimiento espiritual del ser humano".


Rachel Carson es una de las de casa. Sus libros ya han pasado por aquí (y aquí y aquí). Dotada de una extraordinaria capacidad para conciliar ciencia y literatura, razón y emoción, toda su obra es un regalo para cualquiera que tenga una mínima sensibilidad.

Este libro, editado por la historiadora y biógrafa de Rachel Carson recopila numerosos escritos inéditos de Carson, desde sus primeros textos publicados entre finales de los años treinta y finales de los cuarenta del siglo XX, en los que ya mostraba su característico estilo literario y su peculiar mirada al mundo natural, hasta cartas personales a amigas y amigos en las que rememora momentos de felicidad o reflexiona sobre el cáncer que iba minando su salud, pasando por escritos relacionados con sus libros, entre ellos varios discursos y conferencias. 
 
Habiendo leído su obra anterior, lo que más me ha interesado en este libro es la imagen de una Rachel Carson abiertamente crítica con la política de "saqueo de nuestros recursos naturales sin parangón en el presente siglo" iniciada con la llegada del Partido Republicano a la Casa Blanca en 1952; con la destrucción de kilómetros de playas oceánicas hasta entonces salvajes "mancillados por la sórdida transformación del «desarrollo» -ahogados por las concesiones hechas a la diversión, chiringuitos, chozas para la pesca-, por toda la turbia basura de lo que pasa por ser la civilización"; o sobre los vínculos de interés entre la ciencia y la industria (tema central de su Primavera silenciosa) que podrían acabar desarrollando en Estados Unidos un "espíritu de «lysenkoísmo»" en el que, a diferencia de lo que ocurrió en la URSS, "la adaptación y la selección de las verdades básicas no se llevan a cabo con el fin de adaptarse a la línea del partido, sino para acomodarlas al espíritu de lucro, para servir a los dioses del beneficio y la producción"
 
Toda su obra, su misma vida, estuvo guiada por la "verdad fundamental [de] que nada vive por sí mismo", de que es la conexión, la simbiosis, lo que sustenta la comunidad de la vida, de las que tan solo somos un puñado de hebras: "Son vínculos tramados con tanta delicadeza, que cuando se altera uno de los hilos del tejido comunitario, lo modificamos todo, tal vez de modo imperceptible, tal vez de un modo tan drástico que lleva a su destrucción".

Pionera en la convicción de que "la humanidad podría estar conspirando contra sí misma" por usar sin reflexión, prudencia ni responsabilidad, todo su potencial técnico -¡ya lo decía en 1963!-, Rachel Carson ocupa un lugar preferente en galería de las y los Feurmelder, de las avisadoras y avisadores del fuego, esas personas que tienen la capacidad de leer los signos del tiempo que les ha tocado vivir, sus mares de fondo, sus derivas potencialmente catastróficas, y que se esfuerzan por avisar a sus contemporáneas del incendio antes de que el fuego se propague, alentándolas a "cortar la mecha encendida antes de que la chispa llegue a la dinamita" (Walter Benjamin, Dirección única, Alfaguara, 1987; traducción de Juan J. del Solar y Mercedes Allendesalazar). 

Y lo hizo de una forma tan bella...