White Trash: Los ignorados 400 años de historia de las clases sociales estadounidenses
Traducción de Tomás Fernández Aúz
Capitán Swing, 2020
"Una y otra vez, la presencia de la escoria blanca nos recuerda una de las más incómodas verdades nacionales de Estados Unidos: que sigue habiendo pobres entre nosotros. La zozobra que induce a penalizar a las personas blancas sumidas en la pobreza revela la existencia de una molesta tensión entre las promesas de país que se inculcan a los estadounidenses -es decir, el sueño de la movilidad social ascendente- y la mucho menos atractiva realidad de que las barreras de clase determinen casi invariablemente que ese sueño resulte inalcanzable".
Aunque el acceso de Donald Trump a la Casa Blanca puso el tema de moda (no siendo cierta, se extendió la idea de que quien lo había aupado a la presidencia había sido el voto de la clase trabajadora blanca empobrecida), lo cierto es que la figura del trabajador-blanco-empobrecido es desde hace décadas un icono estadounidense, a la altura del cow-boy o del marine. Personaje literario de primer orden (pensemos en las novelas de John Steinbeck o Erskine Caldwell), es también un objeto de investigación social que ha generado innumerables reportajes periodísticos, así como miles de libros y artículos académicos, muy pocios traducidos al castellano. Entre los libros traducidos, yo destacaría Crónicas de la América profunda, de Joe Bageant (Los libros del lince, 2008; traducción de Pablo Manzano Migliozzi), Hillbilly, una elegía rural, de J.D. Vance (Ediciones Deusto, 2017; trad. de Ramón González Ferriz), Manifiesto Redneck, de Jim Goad (Dirty Works, 2017; trad. de Javier Lucini), Hombres (blancos) cabreados, de Michael Kimmel (Barlin Libros, 2019; trad. de Daniel Esteban Sanzol) y, sobre todo, Extraños en su propia tierra, de Arlie H. Hochschild (Capitán Swing, 2018; trad. de Amelia Pérez de Villar).
Ahora tenemos la ocasión de leer también este libro de Nancy Isenberg, una auténtica enciclopedia sobre la historia de las y los trabajadores pobres en Estados Unidos, desde la época colobial británica, pasando por el momento fundacional de la nueva nación americana en el siglo XVII, hasta nuestros días:
"Bienvenidos por tanto a la Norteamérica real. La fecha de 1776 es un falso punto de partida para cualquier análisis de las condiciones que reinaban en el continente. La independencia no borró por arte de magia el sistema de clases británico, y tampoco erradicó las arraigadas creencias sobre la pobreza y la deliberada explotación de la fuerza de trabajo humana. La población desfavorecida, a la que prácticamente todo el mundo consideraba un despojo o una simple 'basura', continuaría siendo material desechable hasta bien entrados los tiempos modernos".
Nancy Isenberg construye así la genealogía de las personas y familias blancas pobres, objeto de desprecio y carne de explotación a lo largo de cuatro siglos, estigmatizadas con el apelativo de white trash, escoria o basura blanca. En los siglos XVII y XVIII se veían obligados a trabajar como esclavos en las colonias americanas (recordemos la película de 1947 Los inconquistables, de Cecil B. DeMille, con Gary Cooper y Paulette Goddard como protagonistas), en los años veinte del siglo XX eran los okies narrados por Steinbeck y retratados por Walker Evans, en los setenta fueron los degenerados habitantes de los Apalaches en la película Deliverance, hoy son las y los nómadas que al volante de sus caravanas recorren Estados Unidos a la búsqueda de un empleo precario, tal como denuncia Jessica Bruder en País nómada (Capitán Swing, 2020; trad. de Mireia Bofill Abelló).
Descartados como anomalías genéticas o morales, la escoria blanca es, en realidad, una clase social que constituye una enmienda a la totalidad al mito meritocrático fundamento del sueño americano, el producto de una estructura social radicalmente injusta. Esto es lo que desvela el importante libro de Nancy Isenberg.