Islas del abandono. La vida en los paisajes posthumanos
Traducción de Lucía Barahona
Capitán Swing, 2022
"De nuevo se hace presente esta latencia de vida que flota a nuestro alrededor en todo momento, invisible como el éter. Está en el aire que respiramos, en el agua que bebemos. Saboreadlo: cada inhalación, cada sorbo posee un gran potencial. En esta copa de nada, un microbio lo es todo.
[...] Estas son historias de redención, no de restitución. Estos lugares nunca volverán a ser como eran antes, pero nos ofrecen un conocimiento de los procesos de reparación y adaptación, y, lo que es aún más valioso, esperanza, Nos recuerdan que, incluso en las circunstancias más desesperadas, no todo está perdido".
Cal Flyn es una joven periodista escocesa capaz de hacer con los espacios (post)naturales lo que las y los mejores referentes del "mejor oficio del mundo" (según García Márquez), como Oriana Fallaci o Ryszard Kapuściński, han hecho con las sociedades humanas: trascender las apariencias, abandonar los prejuicios, dejarse decir sobre el terreno y profundizar bajo la realidad más inmediatamente evidente.
Este es un libro sobre la capacidad de la naturaleza para reapropiarse de lugares que durante mucho tiempo estuvieron plenamente humanizados, espacios fuertemente artificializados, hostiles para la vida natural, tóxicos, incluso, que sin embargo han vuelto a asilvestrarse tras el abandono de los mismos por parte de los humanos y sus actividades. Lugares como la militarizada "tierra de nadie" entre las comunidades griega y turca que habitan la isla de Chipre, las granjas abandonadas en la Estonia vaciada, la zona de exclusión de Chernóbil, las hectáreas de terreno urbano deshabitado y degradado de Detroit (paradigma de la
shrinking city o ciudad menguante), el bosque ensangrentado de Verdún, el instituto biológico-agrícola de Amani, en Tanzania, proyecto del imperialismo aleman de princios del siglo XX para introducir en África plantas y árboles procedentes de otros continentes...
En todos estos lugares, como en otros muchos similares a ellos a lo largo y ancho del mundo, Cal Flyn identifica y analiza ejemplos de los llamados "ecosistemas emergentes", espacios gravemente dañados por la actividad humana que, tras el cese de esta, no vuelven a un estado previo supuestamente "puro" (esto es imposible, nuestra accción sobre ellos los ha transformado para siempre) pero se llenan de vida mestiza, donde algunas especies autóctonas vuelven a recuperarse poco a poco al tiempo que otras inmigrantes se adaptan al nuevo hábitat. Ejemplos o destellos, como dice la autora, "de la sorprendente capacidad de las especies para entenderse bien unas con otras, aunque no tuvieran que haberse conocido", encontrando "maneras novedosas de coexistir".
Pero esta sorprendente flexibilidad y resiliencia de los ecosistemas dañados por la acción humana no deberían, en ningún caso, servir como excusa para minusvalorar o despreciar el terrible coste de estas acciones. "Este libro se ha centrado en líneas generales en lo positivo: en la hierba que crece en las grietas de la acera", advierte la autora. "Pero sería negligente por mi parte no mirar de frente lo que es un secreto a voces: los cambios irreversibles y catastróficos a nivel global como resultado de la acción humana".
Entre la catástrofe y la posibilidad de redención, este es un libro que he leído con fruición. Somos ángeles caídos, henchidos de orgullo, ebrios de poder, víctimas de nuestra propia hibris. La lección que Cal Flyn nos comparte al finalizarlo es que, tal vez, encontremos la salvación no en la desmesura que nos lleva a compararnos con los dioses (otras cosa sería si nos dejáramos guiar por
la diosa), sino en la moderación humilde de quienes nos reconocemos criaturas ecodependientes; no aspirar a "salvar" la naturaleza sino, sencillamente, dejarla en paz.