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martes, 1 de noviembre de 2022

Sobre la utopía

Judith N. Shklar
Sobre la utopía
Traducción de Roberto Ramos Fontecoba 
Página Indómita, 2021

"Y es que, llegados a nuestros tiempos, la 'utopía' reresenta la esperanza política. ¿Deberíamos permitirnos pensar en un mundo mejor o más bien deberíamos abandonar la esperanza y aceptar tristemente las cosas como son? En términos menos deprimentes: ¿deberíamos esforzarnos por la transformación o bien conformarnos con una cautelosa mejora de las condiciones en las que vivimos?".


Seguramente la biografía de Judith N. Shklar no es ajena a su pensamiento liberal, reformista, prudencial, abiertamente enfrentado a la "megalomanía" de quienes aspiran a transformar totalmente la realidad social. Shklar nació en 1928 en Riga, Letonia, en el seno de una familia judía de cultura alemana. En 1934 Letonia fue anexionada por la fuerza a la URSS y en  junio de 1940 ocupada por la Alemania nazi, que practicamente exterminó a la población de origen judío del pequeño estado báltico. La familia Shklar pudo salir de Letonia antes de la ocupación nazi, instalándose en Canadá tras un largo y penoso periplo que los llevó a pasar por Japón y a ser internados en un campo para inmigrantes ilegales en Seattle.
 
Descubrí a Judith N. Shklar a través de su ensayo El liberalismo del miedo, en el que encontré interesantes paralelismos con la "socialdemocracia del miedo" que propuso Tony Judt en su imprescindible Algo va mal. Se trata de una de las muy escasas pensadoras, junto con la alemana Hannah Arendt y la francesa Chantal Delsol, referentes en el ámbito del pensamiento liberal, tan ocupado por varones como Alexis de Tocqueville, Isaiah Berlin, Karl Popper, Robert Bellah, Ralf Dahrendorf, Michael Oakeshott, Odo Marquard o Peter Berger. En cualquier caso todas ellas y todos ellos ofrecen reflexiones muy pertinentes también para el pensamiento de izquierdas. [Nota mental: recuperar el viejo proyecto de escribir un ensayo sobre autoras y autores e ideas liberales que toda persona de izquierdas debería conocer y apreciar]. 

En este libro, publicado originalmente en 1965, Shklar reflexiona sobre la aparente muerte de las utopías y del entusiasmo político que estas encarnaban, y sobre la nostalgia que tales utopías actuantes en el pasado provocan en el pensamiento radical. Que la autora se plantee esta reflexión solo tres años antes de la explosión de entusiasmo político y utopismo social que fue 1968 podría llevarnos a pensar que se trata de una obra meramente coyuntural, superada por la historia, pero no es así. Shklar ofrece sugerentes reflexiones sobre la diferencia entre las utopías clásicas como la de Moro, que no buscan activar ningún movimiento político, y las utopías políticas, sobre las contradicciones entre el socialismo utópico y el científico, sobre la nostalgia de la comunidad que late bajo el pensamiento utópico o sobre la relación existente entre la perpectiva utópica y la esperanza política. Y es en este punto cuando encontramos esa vigorosa mirada liberal, tan diferente del neoliberalismo rampante:
 
"No deseo unirme a ese coro bastante grande de quienes contemplan el pensamiento utópico como un enorme peligro. Desde la Revolución Francesa ha habido agoreros que ven el jacobinismo y la guillotina al final de toda teoría del progreso y todo viaje utópico. Cualquier reforma es inmediatamente tachada de utópica, destinada al fracaso y peligrosa en extremo. Toda mejora política está abocada a terminar en un gobierno despótico. La idea de progreso, o la esperanza de una constante mejora social o intelectual mediante la reforma política, o la búsqueda de la justicia y la equidad, todo ello es inútil en el mejor de los casos y tiránico en el peor. [...] Esta forma particular de acabar con la utopía, mediante el miedo a la esperanza y al cambio, hace que resulte realmente imposible el pensamiento político positivo. [...] Es posible que podamos arreglárnoslas sin utopía, pero no sin la energía política necesaria para pensar crítica y positivamente sobre el estado en que nos encontramos y cómo mejorarlo".

Es una gran noticia que, poco a poco, la obra de Judith N. Shklar esté siendo publicada en español. Merece mucho la pena acercarse a ella.

miércoles, 6 de octubre de 2021

Dos mundos sin hombres: Matriarcadia y Afterland

Charlotte Perkins Gilman
Matriarcadia
Traducción de Celia Merino Redondo
Estudio preliminar de Ramón Cotarelo García
Akal, 2018

"-Aquí sólo hay mujeres y niñas -dijo Jeff con gran excitación.
-Pero parecen... bueno, este es un país civilizado -dije-. Tiene que haber hombres.
-Desde luego que hay hombres -dijo Terry-. Venga, vamos a buscarlos".


Charlotte Perkins Gilman (1860-1935) es una socióloga y escritora estadounidense, activista por la reforma social y pionera del feminismo. Una de tantísimas mujeres que sorprenden cuando, por alguna feliz casualidad, se cruzan en tu camino. Y así suele ser, cuestión de casualidad, ya que pese a su relevancia objetiva están excluidas de los planes de estudios en Sociología, una ciencia que sólo parece haber tenido "padres". Una pena y una vergüenza (de la que me autoinculpo, en lo que me toca).
Autora de ensayos que anticiparon lo que hoy conocemos como economía feminista -el prólogo de Cotarelo es una excelente presentación de la autora y de su obra-, Matriarcadia (1915) es un libro de ficción, una utopía luminosa que tiene más que ver con sus eutópicas antecesoras del siglo XIX que con las distopías que caracterizarán al siglo XX.

Tres estadounidenses embarcados en una expedición científica en un lugar indeterminado conocen la noticia de la existencia de "un misterioso y terrible País de la Mujer". Al imaginarse ese mundo de mujeres Jeff, "un alma cándida", piensa en un país abundante en "rosas y niños y canarios y perifollos y ese tipo de cosas"; Terry, machista y dominador, se imagina "una especie de lugar de vacaciones idealizado -nada más que chicas, chicas y chicas-" en el que actuaría como un conquistador irresistible. Por su parte, Van -sociólogo de formación- proyecta una sociedad matriarcal, primitiva, en la que los hombres viven dominados por las mujeres. En cualquier caso, los tres abandonan la expedición para buscar por su cuenta ese misterioso país, al que empezarán a llamar "Feminisia" o "Damalandia"

Cuando lo encuentren, todas sus convicciones (androcéntricas) se verán cuestionadas: una sociedad segura y civilizada ("[...] bueno, este es un país civilizado -dije-. Tiene que haber hombres"); unas mujeres fuertes, seguras de sí mismas ("Nos tratan... bueno, como se tratan  unas a otras. Es como si el hecho de que seamos hombres fuera un incidente menor"), cooperadoras ("Recuerdo cuánto se sublevaba Terry ante la evidente unanimidad de aquellas mujeres, el rasgo más visible de toda su cultura. 'Es imposible', insistía, 'las mujeres no pueden cooperar; es contrario a la naturaleza'").

Un mundo sin hombres, nacido de una rebelión violenta de un pequeño grupo de mujeres contra los hombres que las dominaban y de un "milagro" cuya consecuencia fue la partenogénesis, la capacidad de engendrar (siempre hijas) sin la participación de la célula sexual masculina: "¡Aquí tienen ustedes el nacimiento de Matiarcadia! Una familia y todas descendientes de una madre. Vivió hasta los cien años y alcanzó a ver el nacimiento de sus ciento veinticinco biznietas. Vivió como Reina-Sacerdotisa-Madre de todas y murió con un noble orgullo y una alegría mayor de la que quizá haya conocido jamás alma humana. Ella sola había fundado una raza nueva". Una nueva raza de seres humanos, sí, que "no sólo había eliminado algunos caracteres masculinos que, por supuesto, no nos interesaban, sino también mucho de lo que siempre habíamos pensado que era esencialmente femenino".

Referencias a la sostenibilidad y al veganismo (no tienen ganado: "Ocupaban demasiado espacio. necesitamos toda la tierra para alimentar a nuestro pueblo. El país es muy pequeño"), a una asentada conciencia ecológica ("Aquellas cuidadosas cultivadoras habían imaginado un plan perfecto para que el suelo se recuperara con lo que venía de él. Todas las sobras y desperdicios de sus comidas, los restos vegetales de la industria maderera o textil, todos los residuos sólidos del sistema de evacuación, debidamente tratados y mezclados. Todo lo que venía de la tierra volvía a ella"), a una religión centrada en "la Madre Tierra", orientada a la vida, fundamento de un mundo sin guerras, reyes, curas ni aristócratas, a una educación sin escolaridad...

Más allá de las peripecias de los tres visitantes de Matriarcadia, algunas no del todo bien resueltas (como el desenlace), me admira la capacidad de Charlotte Perkins Gilman para imaginar un mundo diferente del de su época, un mundo radicalmente antipatriarcal pero no por ello convertido en matriarcado; un mundo gilánico, recurriendo a la propuesta de Riane Eisler:

"Para describir la alternativa real a un sistema basado en el orden que pone a la mitad de la humanidad por encima de la otra, propongo el término nuevo gilania. Gi deriva de la raíz griega giní, que significa 'mujer'. An es una forma apocada de andros, u 'hombre'. La letra l entre ambos tiene un doble significado. En inglés, es el vínculo [linking, en inglés, que contiene el grafema l] entre las dos mitades de la humanidad en lugar de, como sucede en la androcracia, donde la relación es de rango. En griego, deriva del verbo líein o lio, que, a su vez, tiene un doble significado: 'solucionar' o 'resolver' (como en análisis) y 'disolver' o 'soltar' (como en catálisis). En este sentido, la letra l significa la resolución de nuestros problemas, que pasa porque las dos mitades de la humanidad se liberen de la rigidez embrutecedora y distorsionadora de roles impuestos por las jerarquías de dominación inherentes a los sistemas androcráticos" (Riane Eisler, El cáliz y la espada, Capitán Swing, 2021, traducción de Noelia González Barrancos).

¿Cuánta capacidad de imaginar otros futuros posibles hemos perdido al invisibilizar a autoras como Charlotte Perkins Gilman? 

*-*-*-*-*-*

Lauren Beukes
Afterland
Traducción de Pilar Ramírez Tello
RBA, 2021

"País de mujeres. Los únicos rastros de hombres son los homenajes conmemorativos que se encuentran por todas partes. Flores atadas a la base de postes; distintos murales, desde una tosca pintura de héroes de acción hasta un mar de hombres y niños caminando hacia una abertura entre las nubes de la que salen unos rayos de luz dorada que los llevan a casa; y, en un campo por el que pasaron, estatuas de cemento de hombres desnudos con las manos en alto, miles de ellos, como un ejército de jóvenes kuros o como los muertos  de ceniza de Pompeya, inmovilizados para siempre".


En esta novela es un virus el que ha exterminado a la práctica totalidad de la población masculina del mundo (en realidad, a toda persona con el cromosoma Y): el Virus Humano de Culgoa, una especie de gripe altamente contagiosa que acaba derivando en un agresivo cáncer de próstata, primero, y de huesos, después, y que a las mujeres solo afecta con mocos, toses y algo de fiebre. Algunos pocos hombres son inmunes al virus, lo que los convierte en imprescindibles para la reproducción (aquí no hay partenogénesis). Considerados "un recurso nacional para la seguridad del futuro", una "Ley de Protección Masculina" controla estrictamente la reproducción para combatir el virus ("reprohibición") y los mantiene custodiados en bases militares, tipificados como VC o "Varones Custodiados", acompañados de sus madres, reducidas a la condición de "Acompañantes" o de "Familiares Directas Supervivientes", FDS; pero su rareza los convierte también -bueno, a su semen o "jugo de paja"- en un producto valiosísimo, sumamente tentador para el mercado negro.

La protagonista de la novela, Cole, huye con su hijo Miles de uno de estos centros de internamiento haciéndolo pasar por una niña. En los tiempos del género como constructo, del mansplaining y de la valorización del cuidado y lo reproductivo ("Las culturas matriarcales parecen menos tensas, en general. [...] Desde que todos los hombres han desaparecido, no todos los sitios están peor. Algunos países están prosperando [...] y están surgiendo propuestas realmente fascinantes sobre economías alternativas"), madre e hijo protagonizan una original road movie recorriendo Estados Unidos perseguidas tanto por la autoridades como por un par de pistoleras a sueldo de una millonaria que aspira a hacerse con Miles. 

Original y entretenida.

viernes, 27 de abril de 2018

Matriarcadia



Hoy he recordado un fragmento de la novela utópica Herland, de la escritora y activista feminista Charlotte Perkins Gilman (1869-1935). Publicada este mismo año por la editorial Akal con el título de Matriarcadia, traducida por Celia Merino Redondo, con un estudio preliminar de Ramón Cotarelo, un fragmento del cual puede leerse AQUÍ.

     Entonces, a la vuelta de una esquina, llegamos a un amplio espacio pavimentado y vimos ante nosotros a un grupo considerable de mujeres juntas, en orden armónico, que, evidentemente, estaban esperándonos.
     Nos detuvimos un momento y miramos hacia atrás. La calle a nuestra espalda estaba cerrada por otro grupo de mujeres que avanzaban con paso regular hombro con hombro. Seguimos adelante, pues no había otro modo de proceder, y enseguida nos encontramos completamente rodeados por esta multitud tupida, todas mujeres, pero . . .
     No eran jóvenes. No eran mayores. Tampoco eran hermosas en el sentido en que lo eran las muchachas. No parecían feroces. […] No eran ancianas. Todas estaban en pleno florecimiento de una salud excelente, erguidas, serenas, a pie firme y ágiles como boxeadores. No llevaban armas como nosotros, aunque no teníamos intención de disparar.
     - Si por lo menos fueran jóvenes. ¿Qué diantres puede uno decir a un regimiento de coronelas como este?
     En todos nuestros debates y especulaciones, siempre habíamos supuesto inconscientemente que, al margen de otros asuntos, las mujeres serían jóvenes. Supongo que la mayoría de los hombres piensa así.
     La mujer en abstracto es joven y, se supone, encantadora. A medida que se hace mayor abandona el escenario y, por así decirlo, pasa a ser propiedad privada en general o lo abandona por entero. Pero aquellas buenas señoras estaban en el escena­rio y cualquiera de ellas podría ser abuela.
     Pensamos que estarían nerviosas. Nada de eso. 
     Quizá aterrorizadas. Menos.
     Quizá estuvieran incómodas, sintieran curiosidad o estuvieran excitadas, pero todo lo que vimos fue lo que podía ser un comité de vigilancia de doctoras, tan frías como pepinos y evidentemente decididas a pedirnos cuentas de nuestra presencia allí.
     Seis de ellas se adelantaron una a cada lado de nosotros y nos indicaron que las acompañáramos. Pensamos que lo mejor era acceder, al menos al principio, y seguimos caminando cada uno con una mujer codo con codo, y las demás, en masa compacta por delante, por detrás y a ambos lados.
     Ante nosotros se erguía un gran edificio, un lugar impresionante de gruesos muros, enorme y antiguo, de piedra gris y nada parecido al resto de la ciudad.
     - Así, no -nos dijo Terry rápidamente-. No podemos dejar que nos encierren ahí, chicos. Los tres juntos ahora...
     Nos detuvimos en seco y empezamos a explicar, haciendo señales que apuntaban al bosque e indicando que queríamos volver a él de inmediato.
     Sabiendo cuanto sé ahora, me río al pensar en nosotros, tres muchachos y nada más. Tres muchachos audaces e impertinentes metidos en un país desconocido sin ningún tipo de protección o defensa. Parecíamos pensar que, si hubiera hombres, combatiríamos con ellos, y si sólo hubiera mujeres ..., no serían obstáculo alguno.
     Jeff con sus nociones románticas y anticuadas acerca de las mujeres como plantas trepadoras. Terry con sus claras y decididas teorías prácticas de que hay dos tipos de mujeres: las que le gustaban y las que no le gustaban. Mujeres deseables o no deseables, tal era su diferenciación. Las últimas eran un grupo muy numeroso, pero prescindible, y nunca se había ocupado de ellas. Pero ahora estaban allí, en grandes cantidades, evidentemente indiferentes respecto a lo que él pudiera pensar y evidentemente también decididas a cumplir el propósito que se habían hecho respecto a él, y aparentemente muy capacitadas para llevarlo a cabo.
     Reflexionamos sobre la situación. No parecía buena táctica poner objeciones a acompañarlas, incluso aunque hubiéramos podido. Nuestra única posibilidad era mostrarnos amistosos, esperar que ambas partes tuviéramos una actitud civilizada.
     Pero una vez dentro del edificio no había modo de determinar qué pudieran hacer con nosotros aquellas decididas damas. No aceptábamos una detención pacífica y, si la llamábamos «prisión», todavía menos.
     Nos plantamos, tratando de hacerles comprender que preferíamos estar al aire libre. […]
     De nuevo nos indicaron que avanzáramos, mientras ellas se concentraban tan cerradamente en torno a la puerta que sólo quedaba un camino recto despejado. Formaban una masa compacta alrededor y detrás de nosotros. No había nada que hacer, salvo seguir de frente... o luchar.
     Deliberamos un momento.
     - No he peleado jamás con mujeres -dijo Terry, muy alterado-, pero no voy a dejar que me encierren, como si fuéramos ganado.
     - No podemos luchar con ellas, desde luego -sostuvo Jeff-. Son mujeres, a pesar de sus vestimentas extrañas, y mujeres agradables, además, de rasgos nobles, fuertes, sensibles. Sospecho que debemos entrar.
     - Puede que no salgamos si lo hacemos -les dije-. Fuertes y sensibles, sí, pero no estoy tan seguro respecto a su bondad. Mirad sus rostros.
     Se habían diseminado, esperando mientras conferenciábamos, pero sin aminorar la vigilancia. […]
     Nunca en mi vida había visto mujeres de este tipo. Las pescaderas y las vendedoras del mercado podían mostrar similar fortaleza, pero ruda y pesada. Estas, en cambio, eran figuras atléticas, ligeras y poderosas. Las profesoras universitarias, las maestras, las escritoras, muchas mujeres prueban una inteligencia análoga pero a menudo dan muestras de un temperamento nervioso, mientras que estas eran tan tranquilas como las vacas, aunque dotadas de un intelecto evidente.
     Nos mantuvimos estrechamente unidos porque los tres sabíamos que se trataba de un momento crucial.
     La dirigente pronunció una orden, nos hizo una seña y la masa en nuestro entorno avanzó un paso más.
     - Hemos de tomar una decisión rápidamente -dijo Terry.
     - Voto por entrar -dijo Jeff. Pero éramos dos contra él y se plegó lealmente a nuestro propósito.  Solicitamos de nuevo que nos dejaran ir, con insistencia, pero sin implorar. Vano empeño.
     - ¡Vamos allá, muchachos! -dijo Terry-. Y si no rompemos el cerco, dispararé al aire.
     Nos encontramos entonces en una posición similar a la de las sufragistas, que trataban de entrar en el edificio del Parlamento atravesando un triple cordón de policías londinenses.
     La fortaleza de aquellas mujeres era algo asombroso. Terry se dio cuenta de que no tenía posibilidades, se zafó por un instante, sacó el revólver y disparó hacia arriba. Cuando se le abalanzaron de nuevo, volvió a disparar, oímos un grito...
     Al instante cada uno de nosotros quedó inmovilizado por cinco mujeres que nos sujetaban por los brazos, las piernas y la cabeza. Nos alzaron como si fuéramos niños, niños indefensos que se resistían y avanzaron mientras nosotros nos retorcíamos, aunque sin ningún efecto.

domingo, 13 de marzo de 2016

¿Y si los extraños no fueran Ajenos, sino Propios?


"La memoria no cesa. La demolición efectiva de Empiria provoca una huida masiva. Las más ínfimas grietas bastan para la avalancha de la carne. A pesar de las estrictas medidas de bloqueo, cientos de empíreos se lanzan a las aguas en busca de un futuro. Su esperanza de vida es más fuerte que su miedo a perderla. Las islas próximas se ven sometidas a un asedio. Se producen respuestas que van desde la adopción desinteresada hasta el rechazo violento. El mar se cubre de abrazos y se abre como una tumba. También en el seno del Consejo de Estados hay discrepancias. Varias islas, considerando el pasado de Empiria, muestran su disposición a recibir a sus naturales. La línea dura del Sistema apela a un principio no escrito, pero asumido por el archipiélago tras la descomposición de la Historia Moderna: la compasión no tiene cabida en la ordenación territorial del Sistema. Desde el momento en que el Sistema enuncia la división Propio/Ajeno, no cabe consideración de iguales hacia quienes han perdido el rango de pertenencia. El Sistema es teologal: hay luz y tinieblas. Y el Dado, recogiendo el sentir de las potestades, recuerda a los sistémicos que la fortaleza del archipiélago radica en su confianza  en la exclusión. Los refugiados que hayan sido acogidos en alguna de las islas del Sistema tienen noventa y seis horas para regresar a territorio Ajeno. El riesgo que se corre por no plegarse a esa directiva es doble: no está sólo en juego un castigo por su conducta, sino que, por extensión, quienes hayan ayudado, cobijado o asumido a empíreos serán también sancionados con el destierro. La mayoría de las grandes fortunas de Empiria son vistas entre tanto en alguna de las capitales del Sistema. El doble rasero con que se mide a estos expatriados no contradice los dictados del Dado. El dinero es una virtud excluyente".
Ricardo Menéndez Salmón, El Sistema, pp. 84-85.


"Detrás de la cabaña de revelado y diagramación, en un tramo de césped cubierto por margaritas de un color rabioso, yacen tres cuerpos sin nombre. Aunque viajaban sin documentos, el Narrador los consideró siempre una familia. Fueron escupidos por el mar tras una tormenta. No se encontraron restos de la embarcación. Un hombre alto, huesudo, al que los peces había devorado el rostro; una mujer pequeña y frágil, maravillosamente intacta; un niño de apenas tres años, con las piernas quebradas como listones de madera. Las autoridades decidieron que fueran enterrados sin ceremonia, con la eficacia exenta de piedad concedida a los Ajenos. El Narrador pensó en ellos durante semanas. Un día los olvidó. Pero esta tarde algo, un impulso sin nombre, conduce sus pasos hasta donde reposan.
En pie sobre el manto de flores, las manos en los bolsillos y el aire salado en el rostro, piensa, por vez primera durante este tiempo, en una posibilidad no contemplada. ¿Y si los extraños no fueran Ajenos que buscaban su lugar bajo el sol de Realidad, sino Propios que huían de una existencia angosta y desgraciada? La pregunta es como una bandera al viento".
 Ricardo Menéndez Salmón, El Sistema, p. 54.



Presentado como una distopía, en realidad el libro de Menéndez Salmón es crónica profunda de nuestro tiempo. No es preciso pensar demasiado para imaginar que país real puede ser esa Empiria de la que sus habitantes intentan desesperadamente huir; cual esa Realidad archipelágica que, convertida en Sistema, atrae a quienes huyen; qué instituciones son ese Dado que legisla seguridad sin compasión.

¿Y si los extraños no fueran Ajenos que buscaban su lugar bajo el sol de Realidad, sino Propios que huían de una existencia angosta y desgraciada?

El miércoles, nos encontramos.

viernes, 25 de octubre de 2013

Recordando el kibutz y el Israel que pudo ser



Hace muchos años que siento una especial devoción por el escritor israelí Amos Oz. Empezó en 1994, por razones extraliterarias, cuando leí su artículo titulado Oriente Medio: la conjura de los extremistas, al que ya me he referido aquí en otro contexto. Me impresionaron entonces su valentía y su coherencia; su voluntad de hacer resonar una palabra distinta en un contexto tremendamente crispado, alejada de los lugares comunes transitados por unos y por otros, pero particularmente por quienes le eran más próximos; su capacidad para sostener principios universales también en las coyunturas menos favorables. Desde entonces he leído mucha de su obra ensayística y literaria, siempre con gran satisfacción.Pues bien, creo que su última novela, titulada Entre amigos y editada, como casi toda su obra, por Siruelaes de lo mejor que he leído en los últimos tiempos.
El libro contiene ocho relatos que nos introducen en la cotidianidad de uno de aquellos kibutz que, tras la constitución del Estado de Israel, quisieron construir la utopía del socialismo fundado en el trabajo y la fraternidad de la vida plenamente compartida.Por su páginas transcurre la existencia de Zvi Provizor, que siempre andaba a la caza de mañas noticias que comunicar; de Osnat, consagrada al cuidado de los demás; de Moshé Yashar y de Yotam, dos jóvenes que por razones distintas no acaban de compartir el estilo de vida del kibutz; lo mismo que el cerrajero Roni Shindlin, que no puede soportar separarse por las noches de su hijo Yuval, débil y asustadizo, cuando debe llevarlo a dormir a la casa de los niños. Y con ellos, entrecruzando sus vidas, muchos más: el pionero David Dagan, comprometido plenamente con los principios fundacionales del movimiento kibutzim; la indepencdiente Nina Sirota, que pugna por adaptar aquellos principios a los nuevos tiempos; o al anciano y enfermo Martin Vandenberg, con su confianza en que el esperanto acabaría algún día con la maldición de Babel.
Aunque ellas y ellos son los protagonistas del libro -mientras cultivan las huertas o alimentan a las gallinas, mientras deliberan sobre la marcha de la comunidad, se enamoran y desenamoran- en sus páginas encontramos, también , una aproximación a un sueño que no pudo ser, tal vez imposible, pero que en todo caso produce, al menos a mí, una dulce melancolía.

viernes, 30 de abril de 2010

Una Nueva Internacional de la Humanidad

Billy Bragg. Una nueva Internacional. Sin perder nada del poder de evocación y protesta de la original, pero actualizando su mensaje:


"Pongamos fin a la ignorancia racista ... La libertad es mero privilegio salvo que sea disfrutada por todos y cada uno".
"No construyamos muros que nos dividen ... O vivimos juntos o moriremos sólos"
"Cuando luchemos, provocados por su agresión, inspirémonos en la vida y en el amor"
"El ideal internacional une a la raza humana".

Hoy el internacionalismo sólo puede expresarse como universalismo.





Stand up, all victims of oppression
For the tyrants fear your might
Don't cling so hard to your possessions
For you have nothing if you have no rights

Let racist ignorance be ended
For respect makes the empires fall
Freedom is merely privilege extended
Unless enjoyed by one and all

So come brothers and sisters
For the struggle carries on
The Internationale
Unites the world in song

So comrades come rally
For this is the time and place
The international ideal
Unites the human race

Let no one build walls to divide us
Walls of hatred nor walls of stone
Come greet the dawn and stand beside us
We'll live together or we'll die alone

In our world poisoned by exploitation
Those who have taken, now they must give
And end the vanity of nations
We've but one Earth on which to live

So come brothers and sisters...
So comrades come rally...

And so begins the final drama

In the streets and in the fields
We stand unbowed before their Armour
We defy their guns and shields

When we fight, provoked by their aggression
Let us be inspired by life and love
For though they offer us concessions
Change will not come from above

So come brothers and sisters...
So comrades come rally...

For this is the time and place
The international ideal
Unites the human race

http://www.youtube.com/watch?v=Zk69e1Vcmvg

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Políticos idiotas y esclavos

"El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, ha reivindicado hoy la "gran política" para evitar la "politiquería" y los políticos idiotas y esclavos, que en nombre de la experiencia intentan impedir la posibilidad de introducir el futuro en las decisiones".

Yo digo claro y alto que suscribo las palabras del ministro de Educación, Ángel Gabilondo, que las hago mías y que me comprometo con ellas. Y con sus consecuencias.
Pues de las mismas se derivan consecuencias. La primera: atreverse a errar. La segunda: dejarse advertir. La tercera: ser capaz de cambiar o de perseverar. La cuarta: asumir la sanción de quienes no acepten tu decisión. La quinta: saber que a pesar de todo el idiota puedes ser tú y que lo que has considerado esclavitud era rigor o prudencia informada. La sexta: así y todo, estar siempre dispuesto a volver a actuar queriendo introducir el futuro en las decisiones políticas.

Para no convertirnos en funcionarios del negociado de sueños dentro de un orden.


Utopía

Se echó al monte la utopía
perseguida por lebreles que se criaron en sus rodillas
y que al no poder seguir su paso, la traicionaron;
y hoy, funcionarios
del negociado de sueños dentro de un orden
son partidarios de capar al cochino para que engorde.
¡Ay! Utopía, cabalgadura que nos vuelve gigantes en miniatura.
¡Ay! ¡Ay, Utopía, dulce como el pan nuestro de cada día!
Quieren prender a la aurora porque llena la cabeza de pajaritos;
embaucadora que encandila a los ilusos y a los benditos;
por hechicera que hace que el ciego vea y el mudo hable;
por subversiva de lo que está mandado, mande quien mande.
¡Ay! Utopía, incorregible que no tiene bastante con lo posible.
¡Ay! ¡Ay, Utopía que levanta huracanes de rebeldía!
Quieren ponerle cadenas.
Pero, ¿quién es quien le pone puertas al monte?
No pases pena,
que antes que lleguen los perros, será un buen hombre
el que la encuentre y la cuide hasta que lleguen mejores días.
Sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte.
¡Ay! Utopía, cómo te quiero porque les alborotas el gallinero.
¡Ay! ¡Ay, Utopía, que alumbras los candiles del nuevo día!