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viernes, 29 de mayo de 2020

La Colina del Mal Consejo

Amos Oz
La Colina del Mal Consejo
Traducción de Raquel García Lozano
Siruela, 2011

"Con el paso de los años, el padre aprendió a hablar un poco de árabe. Aprendió él solo. [...] A veces los árabes le ofrecían zumo de granada fresco en alguno de los pueblos. Algunos le besaban la mano. Aprendió a beber agua de una jarra de barro levantada sin que sus labios tocasen la boca de la jarra. En una ocasión, una mujer le lanzó de lejos una mirada de brasas oscura que le hizo estremecerse de arriba abajo y apartar rápidamente la vista".

Los libros de Amos Oz siempre acaban hablándonos de un país que pudo haber sido, pero que no fue. En este caso se trata de tres relatos (publicados originalmente en 1978) que nos sitúan en los últimos y dramáticos meses del Mandato Británico de Palestina, en vísperas de la constitución del Estado de Israel.

Tres historias independientes pero entrelazadas, ya que todas transcurren en barrios del noroeste de Jerusalén y algunos personajes transitan por más de un relato: el veterinario Hans Kipnis, convencido de la posibilidad de mantener la buena vecindad con las comunidades árabes; el poeta Nejamkin y su belicoso hijo Efraim, "electricista e ideólogo", de quien no acabamos de saber si, como sospechan todos los niños del barrio,  "cumplía una función secreta y terrible en las filas de la resistencia hebrea"; la familia Greel; el impresor Kolodni...

La vida cotidiana de un barrio popular, narrada con un tono ligero y divertido que a ratos recuerda a Tortilla Flat de Steinbeck, se entrecruza con pequeñas tragedias personales y con un futuro ominoso de tensión y guerra. Como otros de Amos Oz, este libro transita entre la nostalgia y el drama, retomando la que fue una de sus principales obsesiones, tanto literarias como políticas: lograr la convivencia entre dos estados, Israel y Palestina, imprescindibles para que dos pueblos que no tienen a dónde ir puedan aspirar a un futuro en paz.

"Tal vez la Jerusalén y el Israel de la Biblia no estaban aquí, sino en la otra punta del mundo, y durante miles de años se hubiera mantenido un error. Y allí florecieran el lirio de los valles y el narciso de Sharon y la paz y el descanso. Tal vez ya se hubiera fundado allí el Estado hebreo y solo a nosotros nos habían olvidado entre estas montañas".

viernes, 5 de octubre de 2018

Escenas de la vida rural

Un desconocido se presenta en el hogar de Arie Tzelnik -  molesto, entrometido- y acaba compartiendo el mismo lecho con este y con su anciana madre.
Un sobrino no llega al pueblo donde su tía lo espera. ¿Se habrá quedado dormido en el autobús que lo transportaba desde Tel Aviv? ¿Se habrá equivocado de línea? ¿Habrá enfermado?
Un anciano sospecha que un joven árabe acogido por su hija excava de noche bajo la casa, pero también este escucha ruidos.
Una mujer envía a su esposo una nota que dice "no te preocupes por mí" y desaparece
Un joven de 17 años está perdídamente enamorado de una mujer divorciada, que trabaja como cartera y bibliotecaria, que le dobla en edad...
Todo esto, y más, ocurre en el pequeño pueblo de Tel Ilán.
La sensación que me deja el libro es de una hermosa desazón.

lunes, 4 de julio de 2016

Elogio del traidor

Escribe Claudio Magris en El infinito viajar (Anagrama, 2008) que "viajar enseña el desarraigo, a sentirse siempre extranjeros en la vida, incluso en casa, pero sentirse extranjero entre extranjeros acaso sea la única manera de ser verdaderamente hermanos".
Quienes me conocen saben de mi sedentarismo militante. Considero que eso de viajar está sobrevalorado. "Asegúrese de que lleva todo lo superfluo para su viaje innecesario", ironizaba El Roto en una de sus viñetas.
Pero sí aprecio y valoro la experiencia de extrañamiento respecto de lo propio que describe Magris. Experiencia que no siempre encontramos en el viaje, desde luego no en esos viajes normalizados, empaquetados, todo-incluido, que son la mayoría de los viajes. Afortunadamente no es preciso viajar para descubrirse extranjero entre extranjeros. A mí me basta un rincón de mi casa.
Ahí (aquí) me encuentro a diario con autoras y autores que han hecho de la extranjería su arte: el propio Magris, Camus, Simone Weil, Erri de Luca, Thoureau ("Si de forma plenamente consciente hubiera de unirme a las filas de algún partido, escogería aquel que mayor libertad ofrezca para el pensamiento". Cartas a un buscador de sí mismo, Errata Naturae 2012)... Ahí están, en la estantería que queda justo a mi espalda, leyendo sobre mi hombro todo lo que escribo, corrigiéndome.


Y entre ellas y ellos, también está Amos Oz.
No es la primera vez que Amos Oz se hace presente por aquí. En esta su última novela, la figura de Judas, el "traidor" paradigmático en la cultura cristiana, le sirve a Oz para retomar una de sus principales obsesiones: la de lograr la convivencia entre dos estados, Israel y Palestina, imprescindibles para que dos pueblos que no tienen a dónde ir puedan tener un futuro en paz.
La novela nos sitúa al comienzo de la década de los 60, cuando el joven Shmuel Ash, socialista, emotivo e intenso, estudiante con una investigación estancada sobre la figura de Judas y su relación con Jesús, abandonado por su novia -"un oso aturdido al que habían sacado de su hibernación"-, responde a un anuncio en el que se ofrece empleo y alojamiento a un "estudiante soltero de Humanidades, conversador sensible a quien le guste la historia ... a cambio de hacer compañía durante unas cinco horas cada tarde a un inválido de setenta años, un hombre ilustrado, de gran cultura".
Así es como conocerá a Gershom Wald, el anciano, pero sobre todo a una mujer fascinante, Atalia Abravanel, viuda del único hijo de Gershom, muerto en combate durante la guerra de 1948. Atalia, hija de Joaquín Abravanel, hombre ilustrado, crítico con el proyecto de Estado judío independiente impulsado por Ben Gurion, convencido de la necesidad y la posibilidad de encontrar la manera de que árabes y judíos convivieran pacíficamente compartiendo un mismo territorio, pero sin constituirse en estados:

Abravanel, por su parte, no creía en ningún estado. Tampoco en un estado binacional. Tampoco en un estado compartido por árabes y judíos. La idea de un mundo dividido en cientos de estados con pasos fronterizos, alambradas de espino, pasaportes, banderas, ejércitos y sistemas monetarios separados, le parecía una idea desquiciada, arcaica, primitiva, criminal, una idea desfasada y que muy pronto desaparecería del mundo. Él me decía, para qué tenéis que establecer aquí deprisa y corriendo, a sangre y fuego, otro estadito liliputiense, a costa de una guerra sin fin, cuando dentro de muy poco todos los estados del mundo desaparecerán y, en su lugar, habrá comunidades de hablantes de diferentes lenguas que vivan unos al lado de otros y unos en medio de otros sin esos juguetes letales como soberanías, fronteras y armas destructivas de todas clases.
[...] Es mejor que no intentemos fundar aquí ni un Estado árabe ni un Estado judío, afirmaba: vivamos aquí los unos al lado de los otros y los unos en medio de los otros, judíos y árabes, cristianos y musulmanes, drusos y circasianos, ortodoxos, católicos y armenios, un grupo de comunidades vecinas sin fronteras separadoras.

Y por ello acabó sus días aislado, en esa casa-velatorio, con la única compañía de sus libros, una hija viuda y el padre de un hijo muerto.
"Es un orgullo que algunos israelíes me llamen traidor por oponerme a la ocupación", declaraba Amos Oz en una entrevista.
Una novela hermosísima, conmovedora.




viernes, 25 de octubre de 2013

Recordando el kibutz y el Israel que pudo ser



Hace muchos años que siento una especial devoción por el escritor israelí Amos Oz. Empezó en 1994, por razones extraliterarias, cuando leí su artículo titulado Oriente Medio: la conjura de los extremistas, al que ya me he referido aquí en otro contexto. Me impresionaron entonces su valentía y su coherencia; su voluntad de hacer resonar una palabra distinta en un contexto tremendamente crispado, alejada de los lugares comunes transitados por unos y por otros, pero particularmente por quienes le eran más próximos; su capacidad para sostener principios universales también en las coyunturas menos favorables. Desde entonces he leído mucha de su obra ensayística y literaria, siempre con gran satisfacción.Pues bien, creo que su última novela, titulada Entre amigos y editada, como casi toda su obra, por Siruelaes de lo mejor que he leído en los últimos tiempos.
El libro contiene ocho relatos que nos introducen en la cotidianidad de uno de aquellos kibutz que, tras la constitución del Estado de Israel, quisieron construir la utopía del socialismo fundado en el trabajo y la fraternidad de la vida plenamente compartida.Por su páginas transcurre la existencia de Zvi Provizor, que siempre andaba a la caza de mañas noticias que comunicar; de Osnat, consagrada al cuidado de los demás; de Moshé Yashar y de Yotam, dos jóvenes que por razones distintas no acaban de compartir el estilo de vida del kibutz; lo mismo que el cerrajero Roni Shindlin, que no puede soportar separarse por las noches de su hijo Yuval, débil y asustadizo, cuando debe llevarlo a dormir a la casa de los niños. Y con ellos, entrecruzando sus vidas, muchos más: el pionero David Dagan, comprometido plenamente con los principios fundacionales del movimiento kibutzim; la indepencdiente Nina Sirota, que pugna por adaptar aquellos principios a los nuevos tiempos; o al anciano y enfermo Martin Vandenberg, con su confianza en que el esperanto acabaría algún día con la maldición de Babel.
Aunque ellas y ellos son los protagonistas del libro -mientras cultivan las huertas o alimentan a las gallinas, mientras deliberan sobre la marcha de la comunidad, se enamoran y desenamoran- en sus páginas encontramos, también , una aproximación a un sueño que no pudo ser, tal vez imposible, pero que en todo caso produce, al menos a mí, una dulce melancolía.

domingo, 21 de agosto de 2011

¿Un crimen, tal vez?

El Diputado General de Gipuzkoa, Martin Garitano, ha declarado que los atentados cometidos por ETA en Catalunya fueron "más que un error". Y ahí se quedó: pasa palabra.
A Garitano no le gusta que nadie le dicte las palabras que tiene que decir: es lógico. Pero veamos, ¿qué quiere decir "más que un error"? ¿Un gran error, un error de la leche, un super error, un error mayúsculo? ¿Un horror, una tragedia, un drama? ¿Tal vez un crimen?

El 3 de marzo de 1994 el periódico EL MUNDO publicó un artículo del escritor israelí Amos Oz titulado Oriente Medio: la conjura de los extremistas. Al escuchar a Garitano lo he recordado, y lo reproduzco a continuación:

La mañana de un viernes un colono judío de Hebrón entró en el Templo de los Patriarcas y asesinó a docenas de palestinos que en ese momento se encontraban rezando.
El asesino, un conocido seguidor del rabino Meir Kahane, llevaba consigo armas y munición facilitadas por el Estado de Israel, que también ha procurado armamento a muchos otros seguidores de Kahane. Después de la matanza se declaró toque de queda en Hebrón. Pero, como más tarde dijo el comandante del Ejército israelí para la región, Kiryat Arba, el barrio judío de Hebrón no se encontraba bajo toque de queda «puesto que no se había recibido ninguna orden al respecto». Fue al oscurecer cuando el Gobierno recordó que también debía imponer el toque de queda en el barrio judío. Sin embargo, ello no impidió que varios colonos judíos elogiaran la carnicería ante las cámaras de televisión con un razonamiento santurrón y monstruoso, tal y como lo habría hecho un skinhead.
El 17 de septiembre de 1948, el conde Folke Bernardone fue asesinado en Jerusalén por miembros de un desconocido grupo armado judío, que se autonombraba Frente Nacional. Aunque este crimen fue claramente menos grave que los asesinatos del viernes, David Ben Gurion no dudó entonces ni un momento: a los dos días de los hechos, el Gobierno Provisional de Israel publicó unas ordenanzas pidiendo un fuerte castigo no sólo para los terroristas activos, sino también para todos los miembros de organizaciones terroristas. El Lehi y el Frente Nacional fueron prohibidos. En medio de esta difícil época de guerra, David Ben Gurion encomendó a un gran número de tropas la tarea de aplastar el terrorismo judío. Alrededor de 200 personas fueron inmediatamente arrestadas. Las fuerzas de seguridad realizaron extensos registros en varios puntos del país. Los dirigentes de Lehi fueron encarcelados y conducidos a los tribunales.
El Gobierno de Israel debería declarar fuera de la ley a los seguidores de Kahane, ocuparse de que a los incitadores conocidos se les pusiera bajo arresto y fueran llevados a juicio, realizar registros domiciliarios en Kiryat Arba y en otros enclaves de posibles terroristas, y plantear que, como resultado de la masacre, considerará la incorporación de la policía armada palestina a las fuerzas que se encargarán de mantener la paz en los puntos conflictivos de las afueras de Gaza y Jericó.
Las medidas tomadas por el Gobierno israelí el domingo pasado resultan insuficientes, no porque no lleguen a cumplir las condiciones que ha impuesto la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) para la reanudación de las conversaciones de paz, sino precisamente porque son tan leves que no logran convencer a la opinión pública israelí de que todo tipo de racismo y derramamiento de sangre serán prohibidos y suprimidos de ahora en adelante con puño de hierro. Los palestinos, por su parte, serían declaradamente estúpidos si suspendieran las negociaciones ahora. El acuerdo israelí-palestino con respecto a Gaza y a Jericó podría finalizar en unos cuantos días, y puesto en práctica poco después. Esta sería la respuesta más contundente a los fanáticos de ambas partes.
No sé si el asesino recibió ayuda de alguien, a pesar de que ya conocemos bien a los instigadores; son los mismos instigadores que, a diferencia de los agitadores fundamentalistas islámicos, no fueron deportados, ni serán deportados más allá de la frontera, ni sus casas serán destruidas o clausuradas. Pero no veo diferencia alguna entre este asesino judío y estos instigadores judíos, y los asesinos y los instigadores del Hamas y de la Yihad Islámica: hacen todo lo que está en su poder para evitar que el conflicto árabe-israelí sea resuelto mediante un acuerdo; hacen todo lo que pueden para convertirlo en una guerra religiosa entre el judaísmo y el islamismo, entre Adonaí y Alá, hasta conseguir que la última gota de sangre se haya derramado.
Este asesino y los instigadores que hay detrás de él han hecho exactamente lo que el Hamás y la Yihad Islámica esperaban. Los incitadores y los asesinos del Hamás hacen exactamente lo que los fanáticos del lado judío esperan. Es como si al caer las sombras de la noche, la imagen reflejada del Congreso de Oslo se diera cita allí donde ambos bandos no tienen dificultad alguna para ahogar los acuerdos de paz en sangre y venganza.
Docenas de familias de Hebrón ya nunca más verán a su padre, a su hermano o a su hijo. A los niños pequeños habrá que decirles que los muertos fueron asesinados en venganza por el asesinato de otros muchos muertos que también fueron asesinados en venganza por un asesinato que a su vez fue un acto de venganza por otro asesinato. O se les podría decir que lo que ocurrió ha sido para asegurar que la paz no llegue nunca, puesto que la paz es peor que la muerte. Esto es así a menos que la gente de estas dos naciones se ponga en pie y elija la vida y comience inmediatamente a poner en práctica con determinación esta elección.
Por la radio israelí se han oído diversas reacciones a la matanza. El primer ministro y los políticos, incluso los líderes de la derecha del país, han expresado toda su indignación y furia por el asesinato. Aaron Domb, portavoz de los colonos, aunque no alabó la «grave acción», la justificó diciendo que podía entender los motivos para ella. El rabino principal Yisrael Lau también repudió el «derramamiento de sangre» pero evitó usar la palabra «asesinato» quizás porque las víctimas no eran judíos. Entre los conmocionados por la noticia conté a cinco o seis judíos practicantes, todos condenaron «el hecho», algunos incluso usaron duras palabras para hacerlo, pero a ninguno le pareció necesario llamar «asesino» al asesino.
Es difícil, por tanto, evitar hacer la siguiente pregunta, una pregunta que no es sobre la cuestión israelí-palestina, ni sobre palomas y halcones, sino una pregunta de ética para los judíos. Desde los tiempos de los juicios a miembros de grupos clandestinos judíos, de los cuales algunos fueron declarados culpables de asesinato, muchos judíos practicantes solicitaban el perdón para «los buenos muchachos que habían tomado la justicia por su mano.» De hecho, ¿por qué el rabino principal y otros judíos practicantes se sentían satisfechos, esta vez también, con emplear la palabra «derramamiento de sangre», en lugar de llamar «asesinato» al asesinato y «asesino» al asesino? ¿Cuál sería entonces el nombre apropiado para la matanza de Purim en Hebrón? ¿Ha sido una descarga de ira contra los gentiles? ¿El acto imprudente y temerario de un hijo amado? ¿Tan sólo un incidente? ¿Acaso el mandamiento «No matarás» es sólo importante cuando la víctima ha nacido de madre judía o ha sido convertido al judaísmo por un rabino ortodoxo?
Las respuestas a estas preguntas no van a determinar ni el futuro de nuestra región ni el futuro de la paz y de los territorios ocupados. Como tampoco determinarán el significado de la palabra «asesinato», ni dirá quién es o no «asesino». A lo sumo, al contestarlas se podría determinar de una vez por todas quién es judío. Y quién no es otra cosa que el mismo Hezbolá cubierto con un gorro judío.

No se trata de imponer nada, pero ¿cuál sería el nombre apropiado para las matanzas de Hipercor o de Vic? ¿Fueron una descarga de ira contra los españoles? ¿El acto imprudente y temerario de un hijo amado? ¿Tan sólo un incidente? ¿Acaso el mandamiento «No matarás» es sólo importante cuando la víctima ha nacido de madre catalana y ha mostrado su solidaridad con la causa nacionalista vasca? ¿Por qué el Diputado General y otros nacionalistas practicantes se sienten satisfechos, esta vez también, con emplear la palabra «más que un error», en lugar de llamar «asesinato» al asesinato y «asesino» al asesino?

Pero peor -sí, mucho peor-fue la intervención de uno de los asistentes a la charla de Garitano, el dirigente de Solidaritat Catalana per la Independència Josep Guia, que reclamó la persistencia de ETA ante la posible llegada del PP al Gobierno español. «Es muy importante que ETA haya declarado la tregua permanente y verificable, pero también es muy importante que no se disuelva» -parece ser que vomitó- porque el PP va a llegar a La Moncloa sin haber «condenado todavía la dictadura de la cual es hijo, lo que hace que haya una doble vara de medir inaceptable». También afirmó que «el nivel en el que está ahora Bildu es gracias a que hace años que existe ETA». Experto en mirar a los bous no desde el carrer sino desde la barrera, ejemplo de ese "nacionalista a larga distancia" que tanto preocupara a Benedict Anderson por la facilidad con la que llaman a derramar hasta la última gota de la sangre ajena, Samuel Johnson pensaba en tipos como este cuando pronunció su conocido aserto sobre el patriotismo.

En fin. A ninguno le pareció necesario llamar "asesino" al asesino. Y así vamos adentrándonos en este tiempo nuevo, tan sociopáticamente normal.