Enrique Arias Beaskoetxea
Un mundo, una atmósfera
Ediciones Ruser, 2019
PRESENTACIÓN DEL LIBRO UN MUNDO, UNA ATMÓSFERA, DE ENRIQUE ARIAS BEASKOETXEA
Bilbao, Librería Cámara – 12 de junio de 2019
Dice John Berger que “el poeta se acerca al lenguaje como si fuera un lugar, un punto de reunión donde el tiempo no tiene objeto, donde el tiempo está abarcado y contenido”.
La primera parte del poemario, la titulada “Un mundo”, se abre con un verso de la poeta argentina Alejandra Pizarnik: “Escribir poemas / porque necesitas / un lugar / en donde sea lo que no es”.
Creo que de eso va el libro. De construir un lugar vivible, habitable. Y de hacerlo con palabras. Algo que nos resulta muy familiar a los científicos sociales.
Maneras de hacer mundos tituló uno de sus más conocidos libros el filósofo Nelson Goodman. En este libro, escribe: “los mundos que habitamos no son en menor medida herencia del trabajo de novelistas, autores de teatro o pintores que el resultado de las ciencias, las biografías o la historia”.
Otro autor de referencia, Jerome Bruner, dedica su libro Realidad mental y mundos posibles a estudiar los actos de la imaginación que dan sentido a la experiencia humana.
El mundo que nos toca vivir nunca es suficiente. De ahí la permanente producción de utopías, políticas o literarias. Si soportamos este mundo que llamamos real es gracias a nuestra capacidad de trascenderlo sin abandonarlo, produciendo sin cesar islas de San Borondón, Macondos (García Márquez), Yoknapatawphas (Faulkner), Regiones (Benet), Obabas (Atxaga), Celamas (Mateo Díez), Tierras Medias (Tolkien) o Invernalias (Martin).
El libro de Enrique se cierra con un epílogo en el que hace suya la confesión que Anaïs Nin recoge en sus Diarios de que “uno escribe porque necesita crear un mundo en el que poder vivir. Yo no podía vivir en ninguno de los mundos que se me ofrecían” y por eso -declara la autora- “tuve que crear un mundo mío, como un clima, un país, una atmósfera en la que yo pudiera respirar, reinar y recrear lo que la vida destruía”.
Y eso es lo que nos encontramos al avanzar, verso a verso, por este libro: un mundo creado a base de atmósferas. Personales, pero transferibles, identificables, universales.
“Cuando se crea un mundo tolerable para sí mismo, se crea un mundo tolerable para los otros”, dice Anaïs Nin/Enrique Arias.
De nuevo, recuerdo a Berger: “Los poemas traen una especie de paz. No por medio de anestesias o tranquilizadoras confirmaciones, sino por medio del reconocimiento y la promesa de que lo que se ha experimentado no desaparecerá como si jamás hubiera existido. Se promete que el lenguaje ha acogido, ha dado refugio a esa experiencia que lo ha pedido a gritos”.
Con permiso de Enrique, dos fragmentos de su poema “Perseverar”:
Perseverar en la escritura
-sin lamentos en el fracaso
ni queja por lo incumplido-
tiene al final un instante
de presencia y atención
para una voz temblorosa.
Queda la esperanza
en que algunos de sus versos
lleguen a un lector desconocido
y le conmueva
en lo hondo del sentir.
Queda la confianza
en que sea factible
ese acercamiento
en su silencio,
en su soledad, en su mundo.
Pues sí. Ese acercamiento es factible. Este libro lo consigue, plenamente. Por eso, espero que el autor persevere en la escritura, sin lamentos ni quejas, para seguir haciéndonos sentir, desde lo hondo, que es necesario y posible ensanchar nuestro mundo.