martes, 25 de octubre de 2011

Detener la máquina de fango


Gomorra me impresionó como ejercicio arriesgado de investigación, pero no fue hasta los relatos recogidos en Lo contrario de la muerte que Roberto Saviano no entró a formar parte de mi canon literario particular. Luego vino La belleza y el infierno, colmando mis expectativas.

Estos días he leído su ultimo libro, titulado Vente conmigo. Subrayado, subrayadísimo. Contiene reflexiones sobre la potencia de las narrativas que en los próximos días rumiaré y rumiaré, ya que conectan con algunas de las cuestiones que en los últimos tiempos más me están preocupando e interesando. Además, hay algunas otras cosas de mucho interés, entre ellas dos de evidente actualidad.
Vuelve Saviano en este libro a una cuestión de la que en su momento ya nos hicimos eco en este blog: la supuesta/la posible relación de ETA con el tráfico de drogas:

- Nosotros la coca la traíamos de Asturias -me dice Prestieri-. Teníamos contactos con los vascos.
Le recuerdo que, cuando expliqué en España que ETA tenía contactos con la Camorra, se armó un alboroto.
- Ya lo sé; todos quieren hacer las paces con ETA, y, por lo tanto, no pueden admitirlo. Con una organización política puedes sentarte a negociar, pero ¿qué haces con una implicada en el narcotráfico? Sea como sea, nosotros les comprábamos a los vascos, eran narcos vascos que ETA autorizaba y respaldaba. Luego dejamos de acudir allí, porque Raffaele Amato, Lello 'o Spagnolo, nuestro referente en España, empezó a tratar directamente con los sudamericanos.
En fin, que nada emborrone el nuevo tiempo. Aunque desde la perspectiva de las narrativas...

Me interesan más en este momento las reflexiones de Saviano sobre lo que denomina la máquina de fango y su principal consecuencia: la indiferencia hacia la política.
El mecanismo de la máquina de fango, en el fondo, es esto: poder decir "Vosotros también lo hacéis", "Todos lo hacemos". Y ese método funciona muy bien, porque en el fondo es lo que la gente quiere oír. Porque si somos todos iguales, nadie necesita sentirse mejor, hacer algo para ser mejor. La máquina de fango quiere decir: todos tenemos las manos sucias, todos somos iguales. Se trata de un despiadado mecanismo de deslegitimación universal cuyo objetivo no es otro que la indiferencia hacia la política y, en consecuencia, la retirada ciudadana de la participación: Hacer que se llegue a decir: "Todos son iguales", "Todos somos iguales". Responder al fracaso de la política generalizando, diciendo "todos somos iguales", es el mejor modo de hundir el barco en el que vamos todos.

Leía estas reflexiones de Saviano y pensaba en la encuesta electoral que ayer ofrecía el diario PÚBLICO. Según la investigación, dirigida por José Luis de Zárraga, el PSOE sólo contaría en estos momentos con la fidelidad de voto de la mitad de quienes lo apoyaron en las anteriores elecciones generales, muchos de los cuales, un 33%, se muestran indecisos.








Esta es, como puede comprobarse en el gráfico, la principal vía de agua por la que al PSOE se le escapa a borbotones su caudal electoral. Son pocos los que optan por votar a otras fuerzas políticas o por la abstención. Un tercio de quienes hace cuatro años apoyaron al PSOE parecen en estos momentos paralizados por la máquina de fango. No encuentran incentivos suficientes para movilizarse. No ven diferencias sustanciales entre el hecho de volver a votar al PSOE o no hacerlo. Aquí está la clave: ¿se está acertando en transmitir la diferencia que supone votar una cosa u otra, o no votar, el próximo 20N? Porque, según Saviano, esta es la única manera de contrarrestar los efectos de la máquina de fango:



Hay que saber ver las diferencias. La diferencia es lo que la máquina de fango no quiere que intuya el espectador, el lector, el ciudadano. Una cosa es la debilidad que todos tenemos, y otra el delito. Una cosa es el error, y otra la extorsión. Los políticos pueden equivocarse: significa que actúan. Pero una persona que se equivoca es muy distinto de una persona corrupta. En realidad, frente a la máquina de fango no hay que responder diciendo: "Nosotros somos mejores". Hay que decir: "Nosotros somos distintos". Hay que subrayar la diferencia, no meterlo todo en el mismo saco.

Aún tenemos tiempo para detener la máquina de fango. Porque hay diferencias, claro que las hay. A ver si somos capaces de exponernos y exponerlas.