viernes, 6 de junio de 2025

En el valle

Paolo Cognetti
En el valle
Traducción de César Palma
Penguin Random House, 2025

"En los quince años que lleva con él, cosas así ha aprendido varias. Esta es otra: el valle tiene un lado al sol y un lado a la sombra. En el lado al sol están los campos, en el lado a la sombra los bosques. A la sombra los bosques amarillean más rápido, em otoño, y la nieve permanece más tiempo en primavera, cuando al sol un verde precoz anuncia que el invierno ha llegado a su fin. hay animales de sol y otros de sombra: domesticados aquellos, salvajes estos. Pero los torrentes que bajan de un lado y del otro confluyen todos en el mismo río, donde ya no los puedes distinguir ni separar".


En lo profundo del valle del río Sesia, donde los Alpes italianos se alzan con majestad y el tiempo parece transcurrir con una cadencia distinta, Paolo Cognetti nos invita a adentrarnos en una historia que, como las aguas del río, fluye con serenidad y fuerza contenida.

Esta es la historia de dos hermanos muy distintos, Luigi y Alfredo, cuyas vidas han tomado rumbos divergentes. Luigi, el mayor, ha echado raíces en el valle, trabajando como agente forestal y esperando una hija junto a su compañera, Elisabetta. Alfredo, en cambio, ha pasado años en Canadá, alejándose de su tierra natal y de las heridas familiares que lo empujaron a partir. El fallecimiento de su padre lo obliga a regresar, enfrentándose a los fantasmas del pasado y a las tensiones no resueltas con su hermano. Sol y sombra, campo y bosque, dos arroyos que corren por vertientes opuestas hasta que confluyen y se mezclan.

La relación entre Luigi y Alfredo es el corazón de la novela. Cognetti explora el lazo entre hermanos no desde la nostalgia o el afecto, sino desde la incomodidad, los silencios largos, los desacuerdos no resueltos. Los hermanos son hombres formados por caminos opuestos, que apenas saben cómo comunicarse. Sin embargo, el reencuentro forzado por la muerte del padre y las circunstancias del valle los obliga a compartir espacio, memoria, y una historia común. Son hermanos, pero parecen extraños. Se cruzan miradas, gestos secos, frases medidas. La distancia entre ellos no es sólo física -uno se quedó, el otro se fue- sino emocional. La muerte del padre también pone sobre la mesa el tema de la herencia, no sólo en sentido material, sino simbólico. 

En paralelo a la historia de los hermanos una presencia inquietante recorre el valle: un animal, nunca visto del todo, que ataca y mata a los perros de los pastores. Se habla de huellas, de un aullido lejano, de algo que ronda en las noches nevadas, hay desacuerdo sobre si es un lobo, un perro cimarrón o una superstición. Este ser actúa en múltiples niveles: su irrupción en el valle coincide con el regreso de Alfredo, con los conflictos familiares, también con la amenaza (para algunos habitantes del valle) del proyecto el de construcción de una estación de esquí. Su presencia introduce una dimensión casi mítica o alegórica. Representa lo incontrolable, lo que acecha desde los márgenes, pero lo reprimido en las relaciones humanas, el conflicto latente. En cierto modo, el animal es el espejo oscuro del valle: algo que no puede ser domesticado, como ciertas emociones o recuerdos.

Una historia (demasiado) masculina que se ve (levemente) compensada con algunos personajes femeninos llenos de fuerza:

"Al final, las mujeres del valle se hacían compañía teniendo hijos. Ella no sintió enseguida la necesidad. Era joven y había muchas cosas que le gustaban de esa vida: los bosques y el río, sobre todo. El verano lleno de agua y los inviernos con tanta nieve, el ciclo de las faenas agrícolas, aprender de los campesinos. Y los libros, que nunca la dejaban sola. Elisabetta es una mujer a la que, desde niña, los escritores y las escritoras le hacen tanta compañía como las personas de carne y hueso: les habla, le hablan".

Una obra que, con su prosa contenida, nos invita a reflexionar sobre los lazos familiares, la pertenencia a un lugar y la lucha por preservar un modo de vida en armonía con la naturaleza. Es también un homenaje a las influencias literarias y musicales de Cognetti. El autor ha mencionado que la novela es su particular tributo al Nebraska de Bruce Springsteen y a la narrativa de Jack London, y estas referencias se hacen evidentes en la melancolía que impregna la historia y en su conexión profunda con la naturaleza salvaje.

miércoles, 4 de junio de 2025

M. La hora del destino

Antonio Scurati
M. La hora del destino
Traducción de Carlos Gumpert
Alfaguara, 2024

"El sacrificio idiota es el único horizonte, habrá que prolongar la defensa a ultranza, hasta la última gota de sangre. Veinte años de retórica fascista así lo imponen".


Cuando el telón cae sobre los imperios, lo hace con estrépito, pero también con una inercia que los vuelve espectrales antes de desaparecer del todo. En M. La hora del destino, Antonio Scurati nos sitúa precisamente en ese crepúsculo del fascismo italiano, en los años que van de 1940 a 1943: la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial, las derrotas militares, el aislamiento progresivo de Mussolini y, finalmente, su caída humillante a manos de sus conmilitones del Gran Consejo Fascista.

Este cuarto volumen nos aproxima al final del proyecto novelístico más ambicioso de la literatura italiana contemporánea: la reconstrucción narrativa del ascenso y caída de Benito Mussolini como figura histórica, mito nacional y tragedia ideológica. Pero, como en los libros anteriores de la serie, Scurati escribe una novela documental en la que el relato se ve acompañado de documentos reales -discursos, cartas, notas de prensa- para ofrecernos un relato histórico profundamente vívido.

Italia entra en guerra en junio de 1940, cuando Francia está ya vencida y Hitler parece invencible. Mussolini no quiere quedarse atrás. Busca una victoria rápida y una silla en la mesa de la victoria alemana. Pero pronto la realidad se impone: las campañas en Grecia, en África, en los Balcanes y en Rusia acaban en desastre tras desastre. El ejército italiano, mal equipado, mal dirigido, expuesto al clima y al desánimo, no resiste. El país comienza a pagar el precio del sueño imperialista. Alrededor del Duce, Scurati construye un mundo que se desmorona. No hay héroes, solo oportunistas, cómplices, familiares confundidos y un puñado de patéticos fanáticos:

"Barrigones, ajados o bien engominados, repletos los unos y los otros de lentejuelas y grecas. Estos son los hombres de quienes depende el destino de Italia en la nueva guerra del mundo".

A estas alturas, Mussolini ha dejado de ser el líder carismático del primer volumen. Ahora se muestra envejecido, paranoico, cada vez más encerrado en su mundo de retórica hueca y gestos vacíos; es un hombre que sigue hablando como si todavía tuviera el control de Italia, pero cuyos discursos y decisiones, más allá de su cada vez más reducido círculo de incondicionales, ya no despiertan entusiasmo, sino una mezcla de escepticismo y sospecha:

"Después de interrogarlo un buen rato con la mirada, Enno von Rintelen [agregado militar de la embajada nazi en Roma] se ve obligado a comprender: no se haya ante una monstruosa muestra de cinismo ni ante un repugnante episodio de narcisismo. Se trata, más trivialmente, de incompetencia. Benito Mussolini no es el tirano sediento de sangre dispuesto a enviar a sus soldados a morir mal armados por sus propios cálculos abyectos; no es el dictador obnubilado, a pesar de todo, por el culto personal que esos hombres le rinden. Mucho más simplemente, el Duce no está en condiciones de hacer una valoración técnica del equipamiento de sus ejércitos. Y ello no le causa preocupación. Este hombre es el orgulloso, audaz y beligerante jefe de una nación en armas, pero no conoce las armas".

En este entorno, Scurati muestra su enorme talento para reconstruir una atmósfera psicológica desde los pliegues de la historia. La corte fascista es ya un velorio en cámara lenta y la presión de la derrota y la descomposición moral de un régimen que ya no cree en sí mismo empujan la narración hacia un destino inevitable: la reunión del Gran Consejo del Fascismo en julio de 1943 y el arresto de Mussolini por orden del rey Víctor Manuel III:

"Al cabo de veinte años, ha caído el fascismo, pero en esa demolición no participa un solo antifascista en la Sala del Papagayo. Son las 2.30 horas de la noche del 25 de julio de mil novecientos cuarenta y tres. Se levanta la sesión".

La hora del destino no cierra la historia de Mussolini (aún quedan por relatar la República de Saló y su muerte), pero sí cierra un periodo esencial: el paso del fascismo triunfante al fascismo derrotado. Scurati no escribe para redimir ni para condenar, sino para recordar que una nación puede perderse en su propio delirio, que el fascismo no fue solo una anomalía del pasado sino una posibilidad siempre latente. Y en estos tiempos donde los discursos autoritarios resurgen con otras máscaras, su voz resuena como advertencia y como memoria.

martes, 3 de junio de 2025

Por qué algunos hombres odian a las mujeres y otros textos feministas

Vivian Gornick
Por qué algunos hombres odian a las mujeres y otros textos feministas
Traducción de Cristina Lizarbe Ruiz
Sexto Piso, 2025

"Ninguna de estas mujeres es feminista. Ninguna es miembro del movimiento de liberación de la mujer. Ninguna ha oído jamás hablar de la autoconciencia feminista. Y aún así, las tres muestran una sintomática influencia de la que sin duda es la creencia más esotérica del movimiento. Las tres, sin una sensibilización específica, están empezando a sentir los efectos de plantearse la experiencia personal de la mujer desde una perspectiva política. Las tres están experimentando esas misteriosas contracciones de la conducta que apuntan a una alteración psicológica. Las tres están recurriendo a la red interconectada de análisis feminista y desahogo emocional que está empezando a inundar el ambiente social y político de la vida estadounidense actual. Las tres, sin haber asistido jamás a un grupo de autoconciencia, han sentido cómo su conciencia despertaba".


Dentro de ese breve volumen hay un puñado de textos que, tomados en conjunto, laten con una intensidad crítica y emocional difícil de igualar: “La peluquería de Bobby”, “Conciencia”, “A juicio por comportarse como un hombre”, “El movimiento de mujeres en crisis”, “Por qué algunos hombres odian a las mujeres” y “Hacia una definición de la sensibilidad femenina”. Escritas en su mayoría en la década de 1970, estas piezas  se despliegan como capítulos de un ensayo novelado sobre la conciencia  feminista que irrumpió en aquellos años en Estados Unidos conformando la denominada Segunda Ola del movimiento feminista. 

El primer texto, “La peluquería de Bobby”, fue publicado originalmente en The Threepenny Review en 2003. A primera vista parece una escena menor: el retrato de una peluquería de barrio en Nueva York, regentada por un estilista gay llamado Bobby. Pero lo que Gornick logra en estas pocas páginas es una especie de etnografía emocional de un tiempo que también es un ensayo sobre la escucha, la identidad y la resistencia cotidiana. Bobby y sus clientas se convierten en personajes de una comedia social cargada de ternura, pero el verdadero protagonista del texto es el vínculo que se crea en ese espacio íntimo y público a la vez: la peluquería como refugio, como confesionario, como escenario donde se representan las pequeñas tragedias cotidianas de la vida en pareja, pero también como espacio donde se encarna un cambio radical de época.

Los otros textos, todos de 1978, y reunidos en su momento en Essays in Feminism, son fruto de la etapa más combativa de Vivian Gornick, cuando estaba inmersa en el torbellino del movimiento feminista. Lo que distingue sus ensayos de muchas otras voces de la época es su capacidad de combinar análisis social con una constante interrogación interior. Para la autora el feminismo no es un dogma, sino una herramienta para mirar el mundo y para mirarse y reconocerse en él.

En “Conciencia” (un texto que me ha encantado) se plantea la tensión entre la liberación exterior y la transformación interior a partir del análisis de los "grupos de autoconciencia" (consciousness-raising groups), característicos de la segunda ola del feminismo en los años 60 y 70. En el salón de una casa, en un aula prestada o un espacio comunitario cualquiera, grupos de mujeres se sentaban en círculo, sin jerarquías ni discursos preparados para, poco a poco, empezar a contar sus historias: el cansancio de cuidar a los hijos sin ayuda, el miedo al caminar solas por la noche, el jefe que las interrumpe constantemente, el marido que toma todas las decisiones en casa. Eran encuentros íntimos, cotidianos, espacios seguros donde las mujeres podían hablar -muchas veces por primera vez- sobre lo que vivían, sin ser juzgadas ni silenciadas. En estos círculos, las mujeres descubrieron una verdad fundamental: lo personal es político. Ese malestar que sentían no era una falla persona, sino el resultado de estructuras sociales profundamente injustas. Y al compartirlo, al ponerlo en palabras, empezaban a entenderlo, a nombrarlo, a combatirlo.

"[U]n grupo de mujeres sentadas en círculo hablando sobre sus experiencias emocionales como si fueran material de análisis cultural es dinamita política".

Los grupos de autoconsciencia no solo ofrecieron consuelo o compañía, sobre todo fueron un semillero de acción política. No eran un ejercicio de terapia; de estas conversaciones surgieron protestas, manifiestos, demandas legales. Se convirtieron en el corazón del feminismo radical, una fuerza que cuestionó no solo las leyes, sino también las costumbres, los roles de género y las relaciones más íntimas. Como afirma Vivian Gornick, 

"con la autoconciencia, una no busca explicaciones para sus problemas de conducta en la propia e intransferible historia emocional, sino en el hecho cultural del patriarcado".

La autora reconoce y celebra el entusiasmo y la potencia del feminismo emergente, pero también advierte sus potenciales peligros: el sectarismo, la idealización, la simplificación de lo complejo. La conciencia, no es una consigna, sino un proceso arduo, hecho de rupturas, dudas y reconstrucciones. Sobre esto va otro de los textos que más me han interesado, “El movimiento de mujeres en crisis”, en el que reconoce las fisuras internas del movimiento: los conflictos de clase, las rivalidades personales, las desilusiones, pero reivindica una unidad de fondo que debería llevar a no equivocarse de enemigo:

"Las mujeres que están a cargo de Ms. no son mis hermanas políticas ni mis compañeras de trabajo ni mis amigas del alma. No puedo crear una comunidad natural con ellas. Su visión del mundo no es mi visión del mundo, sus valores no son mis valores. Aun así, son feministas, y por lo tanto somos aliadas en la causa mayor que nos reúne a todas.
Gloria Steinem y Ms. no son el enemigo. El enemigo es el machismo. El enemigo es la ausencia de conciencia feminista. El enemigo es todos los que odian y rechazan activamente la creciente autonomía de las mujeres".

Leer hoy estos textos es como escuchar una grabación antigua que suena, sin embargo, claramente actual. Son textos que combinan la lucidez amarga pero también luminosa de quien ha “mirado largo”, como indica el título original (Taking a Long Look), y ha vuelto a contar lo que ha visto. Y eso -en tiempos de ruido, simplificación y sectarismo- es un acto profundamente político. Un libro que anima al movimiento feminista a profundizar en su tarea de provocar y mantener "ese destello de lucidez que es el responsable directo de que cientos de mujeres en todas partes estén dando su salto de fe feminista".

lunes, 2 de junio de 2025

Casas limpias

María Agúndez
Casas limpias
Temas de Hoy, 2025
 
"¿Quién limpia las casas de las personas que limpian nuestras casas? Jacqueline me contó un viernes todo lo que iba a hacer durante el fin de semana: ponerse pestañas postizas donde trabaja su hija, hacerse las uñas, repasarse el tatuaje que lleva en los labios para parecer que los lleva siempre pintados «y, por encima de todo, no limpiar mi casa», me dijo. ¿Quién quiere usar su tiempo libre después de matarse a limpiar las casas de los demás toda la semana para ponerse a fregar la suya? Jacqueline no, desde luego. Entonces fue cuando me contó que ella tiene una asistenta («una muchachita de Nicaragua») dos horas una vez por semana, nueve euros la hora. Me gustó esa información, fantaseé con Jacqueline siendo muy tirana, tratando fatal a la muchachita, dejándole trampas y motas de polvo detrás de la puerta, como hace la madre de mi amigo. Sin embargo, la verdad es que no creo que nada de eso suceda. Es más bonito imaginarme a Jacqueline llegando a casa muy cansada los viernes, después de haber estado partiéndose el lomo toda la semana, cargando el peso del cubo de la fregona lleno, y encontrar su casa limpia, con la finura que tienen los cojines después de haber sido aporreados y colocados con delicadeza encima del sofá, con las sábanas de la cama extendidas y todo listo para su merecido descanso de fin de semana".
 
 
La protagonista de esta novela, Sol, recibe cada martes en su hogar a Diana y Jacqueline, dos asistentas latinoamericanas contratadas para ayudarla con las tareas domésticas. Sin embargo, esta decisión, que en principio debería facilitarle la vida, se convierte en una fuente constante de ansiedad y contradicciones internas. Sol se debate entre sus ideales progresistas, que rechazan la idea de tener servicio doméstico, y la necesidad práctica de contar con ayuda en el hogar. Esta dualidad la lleva a cuestionarse la distancia social y económica que la separa de sus empleadas, así como las expectativas impuestas por su familia y la sociedad. A medida que avanza la historia, Sol se ve obligada a confrontar sus propios prejuicios y a reconocer cómo las dinámicas de poder y el privilegio moldean su identidad y relaciones.

Casas limpias aborda temas como la hipocresía de la clase media progresista, las dinámicas de poder en el ámbito doméstico y la invisibilización del trabajo de las empleadas del hogar. A través de la historia de Sol y de su entorno familiar (tanto su madre como su tiránica abuela y su tía "tienen" chica o mujer de la limpieza), la novela explora cómo las estructuras sociales y familiares influyen en la percepción (descualificadora) del empleo doméstico y en las relaciones entre empleadoras y empleadas:

"Le he contado a mi amiga Rita la angustia que me da el hecho de que vengan a limpiar. La angustia, por supuesto, de que pudieran verlas los vecinos (si por mí fuera, bajaría las persianas y las dejaría limpiando con luz artificial), sumada a la vergüenza que me da pagar a alguien para que limpie, porque, claro, ¡limpiar la mierda de otro es muy indigno!. Rita me ha cortado enseguida. A veces creo que le da una pereza sobrehumana escucharme: «Oh, pobres mujercitas latinoamericanas que vienen a limpiar mi casa... ¡¡Sol, basta ya de ser paternalista!! ¡¡Están trabajando!! Dales de alta si te quedas más tranquila». ¿Debería hacerlo? Supongo que sí. Si lo hiciera, me gustaría colgar un cartel informativo en la fachada para decirles a los vecinos de enfrente: «No os preocupéis, están dadas de alta en la Seguridad Social»".

Cuando Sol pierde su empleo y, coincidiendo con esta situación, se queda embarazada, las contradicciones personales se mezclan con las tensiones con su pareja, un personaje que proporciona algunos de los momentos más hilarantes de la historia:

"Me levanto un poco, quedándome en una semi sentadilla, con la teta un poco salida, meciendo a la bebé. Nadie en la mesa se molesta lo más mínimo por echarme una mano, como si no existiera. Miro a mi novio y le aprieto los dientes, pero él me devuelve una sonrisa. ¿Estaría mal visto matarlo ahí mismo? Le pido con la cabeza que se acerque y, cuando lo hace, le ordeno enfurecida que meta a la bebé en el carro y se encargue de dormirla: «¿Ahora? ¿En medio de la comida?», me pregunta como un niño pequeño que no quiere dejar de pasárselo bien: «¿Ahora? ¿Cuando vamos ganando?»".

Con un trasfondo de humor muy pegado a la realidad cotidiana, María Agúndez ofrece una mirada crítica y contemporánea sobre el trabajo doméstico y las relaciones de poder en el ámbito familiar. Lo he leído del tirón. Muy recomendable.

domingo, 1 de junio de 2025

Senagorta, Elorritxugana, Jesuri, Arriurdin y Arrola

Paseo por los montes de Arrola o sierra de Ezkila desde Orozko, Partiendo desde la iglesia de San Juan Bautista, la nueva, en el barrio de Zubiaur (189 m), pasando por los barrios Meatza, Sagarminaga y Oditzaga hasta la fuente Jesuri, desde donde me he dirigido hacia Elorritxugana y su antecima Senagorta, para encaminarme luego hacia Jesuri, Arriurdin y, finalmente, Arrola.
La niebla me ha acompañado toda la mañana. Cerrada, ocultaba las vistas pero invitaba a la introspección. 
  


Senagorta (717 m).

 



Elorritxugane (721 m).


 







Jesuri (749 m).


Arriurdin (722 m).

 







Ermita de Santa Marina de Arrola y refugio.



Arrola (668 m).




Hayas trasmochas en el hayedo de Uruneta. 





Antigua iglesia de san Juan Bautista.