Vicente Valero
Experiencia y pobreza: Walter Benjamin en Ibiza
Periférica, 2017
"Mientras el mundo corría hacia una guerra segura, aquel otro mundo insular [...], con sus costumbres arcaicas, su paisaje desnudo e intacto, y la presencia en él de individuos solitarios e independientes, se le reveló con una intensidad extraordinaria, lo sometió a la prueba de la nostalgia y lo llevó al terreno siempre libre e imaginativo de la utopía".
En 1932 y 1933 Walter Benjamin pasó dos periodos en Ibiza, entre el 19 de abril y el 17 de julio de 1932, y entre el 11 de abril y el 26 de septiembre de 1933. Siete meses cruciales en la vida de Benjamin y en la historia de Europa y de España.
Valero reconstruye estos meses buceando en la obra de Benjamin, pero también en
los recuerdos de quienes lo conocieron durante su época ibicenca. Una isla en la que había tan pocos extranjeros "que la comunidad local conocía bien cómo se llamaban todos y cada uno de ellos, de dónde venían, en qué hostales o casas particulares se alojaban, e incluso -siempre más o menos- qué habían venido a hacer". Concretamente, parece que Benjamin era conocido por los lugareños como "es miserable", debido a su siempre precaria situación económica.
Así y todo, Benjamin descubrió en Ibiza un paisaje prístino y una sociedad rural que vivía siguiendo los ritmos profundos de la tradición, un lugar en el que pudo desarrollar con absoluta libertad su pasión por el arte de escuchar y contar historias, así como la de flâneur campestre, observador atento de una naturaleza bella y serena ("En la isla hay hasta diecisiete tipos de higos, según dicen"; "Todavía son solitarios los caminos: el paseante que con el crujido de los lagartos, los lagartos con el paso del paseante se sobresaltan, están, por poco tiempo aún, en familia"), si bien (si mal) ya amenazada por una incipiente turistificación. impulsada por su creciente fama entre artistas e intelectuales como "un espacio alternativo [...], propicio para la creación artística y [...] para llevar una vida alejada de cualquier convencionalismo burgués".
Su estancia en Ibiza se entrecruzará con las de otros muchos personajes, como el filólogo Walther Spelbrink, el dadaísta Raoul Hausmann, el hijo de Paul Gauguin y hasta, tal vez, con el mismísimo general (todavía no "-ísimo") Franco, de la misma edad que Benjamin, por entonces Comandante Militar de Baleares, que visitó la isla el 6 de mayo de 1933: "El mismo hombre que sólo siete años después daría la orden de prohibir la entrada en la frontera franco-española a quienes, desesperados, huían del nazismo sin visado de salida francés, una orden que, como se sabe, resultó fatídica para Benjamin el 26 de septiembre de 1940".
Excelentemente escrito, este libro nos descubre a un Benjamin poco conocido, alejado de las calles berlinesas y parisinas con las que lo identificamos. En 1936, la bucólica Ibiza se vio desgarrada por la contienda (in)civil y prácticamente durante toda la guerra quedó en manos de los sublevados. La utopía ibicenca se quebró dramáticamente, anticipando la quiebra de la segunda guerra mundial. Un breve pero intenso lapso de tiempo en la existencia de un personaje trágico que, como señala Vicente Valero, bien pudo ser "el último periodo feliz de su vida".