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miércoles, 23 de noviembre de 2022

Los años ochenta y la heroína en Gipuzkoa. Entre la emergencia sociosanitaria y el pánico moral

Amaia Izaola Argüeso (coord.)
Los años ochenta y la heroína en Gipuzkoa. Entre la emergencia sociosanitaria y el pánico moral
Catarata, 2022


El 19 de septiembre de 1917, tras una noche de consumo de morfina, cocaína y alcohol, fallecía en la Casa de Socorro de San Sebastián Joaquín Santiago-Concha y Tineo, cuarto conde de Villanueva del Soto, con 21 años de edad. Lo cuenta en un interesantísimo artículo el historiador Juan Carlos Usó Arnal, quien nos introduce con una narración tan vívida como informada, en el ambiente de una ciudad convertida en un elitista centro de veraneo, repleta de lujosos hoteles, exquisitos restaurantes y animados locales de ocio nocturno, donde sustancias como el opio, el láudano, la morfina, la heroína, la cocaína o el hachís se adquirían sin problemas en farmacias, herboristerías o tiendas de ultramarinos. Fue en uno de esos locales nocturnos donde el joven aristócrata encontró la muerte. Pese a no ser la primera muerte por sobredosis reportada por la prensa de la época, en este caso los periódicos, especialmente los donostiarras, impulsaron una fuerte campaña de denuncia de este hecho, reclamando de las autoridades medidas para evitar que se repitiera. Como señala Usó, “San Sebastián no podía permitirse el lujo de tomarse a la ligera un suceso que pusiera en riesgo su presente y futuro como centro de veraneo para personas privilegiadas”.

Seis décadas después de estos hechos Donostia, al igual que otras localidades de Gipuzkoa y del resto de Euskadi, se vieron brutalmente sacudidas por una epidemia que se llevó por delante la salud y la vida de miles de personas jóvenes, dejando además en sus familias y entornos sociales una herida imposible de cicatrizar. Esta es la parte más oscura de una historia que, como sociedad, no deberíamos olvidar. Porque si bien es cierto que en el consumo de drogas, como cualquier comportamiento humano, juegan un papel importante factores personales, se trata de una realidad que no se entiende sin ponerla en relación con elementos estructurales, con procesos culturales, económicos y políticos que constituyen el contexto sin el que tales comportamientos personales, en la forma en que se realizaron en los años ochenta, hubieran sido imposibles.

“El proceso de transformación social que se pone en marcha [en España a partir de los años sesenta] está directamente relacionado con el incremento en el consumo de drogas”, escribía a mediados de los ochenta el sociólogo Enrique Laraña. Las personas que en los ochenta cabalgaron el caballo de la heroína fueron, en más de un sentido, víctimas de su tiempo. Así lo indicaban, con exquisita sensibilidad, en la Memoria de Proyecto Hombre de 1986: "En Proyecto Hombre hemos elegido este campo porque la droga es el timbre de alarma que suena en estos tiempos. Hablamos de un sector de la juventud sumido en la desesperación".

Un tiempo de crisis política, económica, cultural y moral; una época de profundas transformaciones que arrojaban sobre las generaciones más jóvenes un horizonte de incertidumbre y desasosiego: “No future”, como cantaban los Sex Pistols en su icónica canción de 1977:

Cuando no hay futuro,
¿cómo puede haber pecado?
Somos las flores en la basura,
somos el veneno en tu máquina humana,
somos el futuro, tu futuro.
No hay futuro, no hay futuro,
no hay futuro para ti.
No hay futuro, no hay futuro,
no hay futuro para mí.

Pero también es importante hacer memoria de las luces que se prendieron en medio de tanta oscuridad, de todas esas “pequeñas grandes historias” que, como recuerdan Ion Burgi y Xabier Arana al escribir sobre el Taller (en realidad, Centro de Iniciación Profesional) de Askagintza en Altza. Fueron muchas, muchísimas, las iniciativas sociales e institucionales que reaccionaron frente a la tragedia colectiva que fue la expansión de la heroína en Gipuzkoa y en Euskadi durante los años ochenta. También de esto hay que hacer memoria.

Esto era lo que pretendíamos cuando, a comienzos del año 2020, empezamos a imaginar este proyecto de investigación en diálogo con la Fundación Ramón Rubial y el Departamento de Cultura, Cooperación, Juventud y Deporte de la Diputación Foral de Gipuzkoa. La pandemia de COVID-19 nos obligó a modificar el proyecto inicial, limitando su alcance. Esperamos, en todo caso, que lo expuesto en este pequeño libro contribuya a impulsar ese ejercicio de memoria.


[Texto de Imanol Zubero: "A modo de conclusión", pp. 131-134]

viernes, 24 de septiembre de 2021

Lectura crítica de la Carta Social Europea

 SEMINARIO ONLINE: “POLÍTICAS EUROPEAS Y ESTRATEGIAS DE LUCHA CONTRA LA POBREZA”

EAPN - ES

24/09/2021

https://www.eapn.es/actividades/159

 

Panel: “El potencial para los derechos sociales de la Carta Social Europea revisada”

 

 

[I] No soy jurista y hasta hace unos días, cuando empecé a preparar esta intervención, no me había preocupado por conocer nada de esta Carta Social Europea. Carmen Salcedo sabe mucho más que yo de esto. He leído con mucho interés sus artículos “La Constitución Social de Europa (Carta Social Europea): realidad y efectividad de la defensa de los derechos” y “La Carta Social Europea y el protocolo de reclamaciones colectivas: fortalecimiento de los derechos sociales y sus garantías”, publicado en Gaceta Sindical, la revista del sindicato en el que milito desde hace treinta años.

Pero, como decía Mario Onaindia, si contratas a un mariachi es para que cante rancheras. Así que yo voy a cantar sociología. Y lo haré utilizando como pórtico dos reflexiones:

ü  El jurista italiano Pietro Barcellona denunciaba hace años la conversión del derecho en una mera técnica de control social y lamentaba que “cada vez más, esta sociedad necesita ser regulada jurídicamente; y cada vez más, la justicia aparece lejana e indecible”. Es decir, que producción jurídica y justicia real no van necesariamente unidas.

ü  El activista comunitario Saul Alinsky dijo en alguna ocasión, confrontándose con el maximalismo de los Black Panther, que es un terrible error estratégico proclamar que el poder está en la boca del fúsil cuando es el adversario el que tiene todos los fusiles. Lo mismo ocurre con el derecho.

 

[II] En el webinario 'La Carta Social Europea revisada, más y mejores derechos sociales", organizada por el CERMI y EAPN-ES el pasado mes de julio, el Secretario de Estado de Empleo y Economía Social del Ministerio de Trabajo y Economía Social, Joaquín Pérez, calificaba la Carta Social Europea revisada como el tratado social “más importante para el reconocimiento de los derechos sociales”.

Unos meses antes, Confederación Europea de Sindicatos hacía pública una resolución sobre el 60º Aniversario de la Carta Social Europea del Consejo de Europa y del 25º Aniversario de la Carta Social Europea Revisada, en la que señalaba lo siguiente:

Las Cartas Sociales Europeas del Consejo de Europa son las piedras angulares de la protección de los derechos sociales fundamentales en Europa. […] Sin embargo, los derechos sociales fundamentales siguen considerándose en Europa como derechos humanos de "segunda clase". Los derechos sindicales, laborales y sociales fundamentales siguen siendo socavados, en particular en tiempos de crisis económica, financiera y ahora de pandemia. La efectividad de los derechos sociales fundamentales no es suficiente. El número de casos de disconformidad sigue siendo elevado, en particular en ámbitos sensibles como el derecho a la libertad de asociación, la negociación colectiva y la acción colectiva. Además, problemas que a veces han sido criticados durante décadas siguen sin ser resueltos por las respectivas Partes Contratantes debido a la mera falta de voluntad política.

¿Con qué nos quedamos?

 

[III] Valoro enormemente contar con textos políticos y jurídicos creados con la intención de proteger los derechos fundamentales: no renuncio en absoluto a la Declaración de Filadelfia adoptada por la OIT en 1944, ni a la Declaración Universal de Derechos del 48, ni el Pacto internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales del 66, ni a la Constitución del 78. Pero no las mitifico.

Por cierto: no se me ocurre decir que la Carta Social Europea sea más relevante que ninguno de estos tratados desde la perspectiva del reconocimiento y defensa de los derechos sociales.

Pero no deberíamos caer en el espejismo constitucionalista.

“La socialdemocracia –escribía Habermas (1993)– se ha visto sorprendida por la específica lógica sistémica del poder estatal, del que creyó poder servirse como un instrumento neutral, para imponer, en términos de estado social, la universalización de los derechos ciudadanos. No es el estado social el que se ha revelado como una ilusión, sino la expectativa de poder poner en marcha con medios administrativos formas emancipadas de vida”.

Como señala Gray (1998), “una de las principales flaquezas del pensamiento socialdemócrata está en su espejismo constitucionalista: creer que simplemente por instaurar instituciones jurídicas deja de ser necesario proseguir con la negociación del equilibrio entre los intereses en conflicto y con la definición política del modus vivendi entre las distintas comunidades. El verdadero quehacer político consiste, más allá de las reformas constitucionales, en buscar el esquivo hilo de la convivencia en el laberinto de unos intereses y de unos ideales irremediablemente opuestos”.

 

[IV] El objetivo de la carta no es comprometer y asegurar derechos sino establecer las condiciones en que puedan hacerse efectivos los derechos (¿o principios? No es lo mismo, en absoluto). Se trata, por tanto, de derechos condicionados. Y acepto desde el realismo más prosaico que, en la práctica, hasta los derechos fundamentales acaban por verse condicionados. Pero el problema es: ¿condicionados a qué o por qué?

Un ejemplo: el derecho (o principio) 4: “Todos los trabajadores tienen derecho a una remuneración suficiente que les proporcione a ellos y a sus familias un nivel de vida decoroso”. Dejo a un lado el lenguaje sexista que atraviesa todo el texto y la sospechosa vaguedad del término “decoroso” (aunque hay formas que dicen todo del fondo). Vamos al debate sobre la subida del SMI: la CEOE lo rechaza “por la situación delicada de las empresas”. Confrontadas la situación delicada de las empresas y la situación delicada de las familias trabajadoras para sostener un nivel de vida decoroso, ¿qué hacemos en el marco de esta Carta?

Y si vamos a la Parte III, la que indica las OBLIGACIONES de los estados que la ratifiquen, el escepticismo se apodera de mí:

Art. A.1a) [Cada una de las Partes se compromete] a considerar la parte I de la presente Carta como una declaración de los objetivos que tratará de alcanzar por todos los medios adecuados […].

1b) a considerarse obligada por al menos seis de los nueve artículos siguientes de la Parte II de la Carta: artículos 1, 5, 6, 7, 12, 13, 16, 19 y 20.

è Quedan fuera, me gustaría saber por qué, el 31 (derecho a la vivienda), el 30 (derecho a protección contra la pobreza y la exclusión social), 27 (conciliación familiar-laboral), 26 (derecho a la dignidad en el trabajo), 23 (protección social de las personas de edad avanzada) o el mencionado 4 (derecho a una remuneración suficiente).

Que se vuelven “adicionales” u opcionales, y entre los que los Estados firmantes tendrán que escoger al menos 10 artículos, para sumar 16.

De verdad que me resulta moralmente insoportable encontrar este lenguaje de mercadeo en un texto que, supuestamente, pretende garantizar derechos fundamentales.

 

[V] Los derechos económicos, sociales y culturales deben abandonar definitivamente el ámbito de las declaraciones y convertirse en efectivas obligaciones de las comunidades políticas.

è Siguen sin ser derechos exigibles, a diferencia de los civiles y políticos

 

è Seguimos entrampadas en la tensión entre las famosas dos libertades de Berlin: negativas y positivas, libertad de y libertad para.

 

è Es imprescindible pensar en términos de égaliberté (Balibar), de igual-libertad.No hay ejemplos de restricción o de supresión de las libertades sin que se produzcan desigualdades sociales; ni desigualdades sin restricción o supresión de las libertades, incluso cuando se puede hablar de grados, tensiones secundarias, fases de equilibrio inestables, situaciones comprometidas en las cuales la explotación y la dominación no se distribuyen de manera homogénea sobre todos los individuos. Étienne Balibar (1992). Les frontières de la démocratie. Paris: La Découverte, p. 137.

Entre otras cosas, esto sólo será posible si pasamos de una simple política de reivindicación de derechos sociales a una nueva política de construcción de poderes sociales. Las políticas de conquista o defensa de derechos sociales muestran en nuestros días toda su fragilidad.

Un “derecho social” no es más que la atribución al Estado de la tarea de gestionar determinados intereses expresados por la ciudadanía. Pero la gestión de los derechos sociales por el Estado se ha visto zarandeada por el impulso del globalismo capitalista, que rechaza tales derechos como obstáculos para el desarrollo económico.

Por eso, no podemos limitarnos a adoptar una estrategia de simple “conquista de derechos”, sino de constitución de poderes sociales para que sean las ciudadanas quienes participen en la definición de las políticas de solidaridad.

è Construcción social de las políticas públicas.

 

[VI] En cuanto al Protocolo Adicional a la Carta Social Europea en el que se establece un sistema de reclamaciones colectivas. A través de este mecanismo, las organizaciones sindicales, empresariales y sociales pueden acudir ante el Comité Europeo, sin necesidad de agotar las vías judiciales internas, para presentar reclamaciones colectivas por vulneración de los derechos contenidos en la Carta. Las organizaciones autorizadas son, por ejemplo, aquellas organizaciones no gubernamentales con estatuto consultativo en el Consejo de Europa o las organizaciones de empleadores y sindicatos que actúen en el Estado en cuestión.

 

Riesgo de bascular cada vez más del activismo ciudadano al lobismo, debilitando en última instancia la democracia social y política que queremos defender. Y riesgo de deslegitimación de esas organizaciones sindicales y sociales que, con la mejor voluntad, jueguen solo en ese terreno. Por sus magros resultados. ¿No hemos aprendido nada desde la crisis de 2008?

No es nuestro campo de juego, aunque haya que jugar en él. En esto del lobismo nos gana de largo Iberdrola, entidad que, por cierto, aspira a meter una cuchara de 30.000 millones en los fondos europeos de la Next Generation. Desconozco a qué cantidad aspira el tercer sector de acción social.

Y hablando de fondos europeos. Reviso el listado de proyectos presentados por el Gobierno Vasco   para el fondo europeo Next Generation -Mecanismo de Recuperación y Resiliencia y me lleno de dudas (y sospechas). Por ejemplo, en el apartado “Hábitat urbano” aparecen estos dos proyectos: Plan "Zero Plana". Descarbonización y digitalización del parque público de alquiler del Gobierno vasco y Electrificación renovable nuevo parque de vivienda social en alquiler CAPV. No tengo nada contra la descarbonización, la digitalización o la electrificación renovable, pero, ¿de verdad está garantizado el derecho a la vivienda en Euskadi como para priorizar este tipo de proyectos? ¿no sería más adecuado, desde una perspectiva de recuperación y resiliencia, disponer de un parque suficiente de vivienda pública para garantizar el derecho número 31 de la Carta Social Europea? Porque el próximo día 13 está previsto el desahucio en Atxuri de Pilar y Ramón

 

Por tanto. A pesar de mi escepticismo, no renunciar a ninguna herramienta. Al contrario, usarlas todas, también esta. Pero no caer en el espejismo constitucionalista ni en el lobismo aristocrático. Nosotras, con nuestra organización y nuestra lucha, somos el mejor instrumento para asegurar los derechos sociales y económicos de todas y de todos.

jueves, 8 de octubre de 2020

Bilbao, la gente

Por fin pudimos presentar el libro BILBAO, LA GENTE públicamente. 

Lo hicimos ayer, en La Terminal de ZWAP. Un espacio impresionante, atractivo, absolutamente recomendable. Y un ejemplo material de que la ciudad la hace la gente.

Gran asistencia de amigas y amigos, seguridad absoluta y excelente ambiente.

Dejo aquí el texto de mi intervención en el acto:

No lo hemos hablado, pero estoy seguro de que a Mikel Toral, alma mater, pater y frater de este proyecto, le hubiera gustado más titular el libro “Bilbao, el pueblo”, o incluso “Bilbao, el pueblo trabajador, de barrio y con conciencia de clase”, pero la edad lo ha dulcificado y optó por un título que, desde la perspectiva sociológica, no está exento de polémica.

La gente… ¿Qué es eso de la gente? En estos largos meses de pandemia hemos escuchado a diario expresiones en las que “la gente” aparecía como sinónimo de esas otras y otros que no cumplen con las normas de distanciamiento físico o que no usan mascarilla. La gente, como el infierno de Sartre, siempre son “los otros”. ¡Es que la gente es la leche! La gente como descalificación.

Lo pensé, pero no le dije nada a Mikel para no agobiarle… y porque siempre se cabrea con la intelectualidad universitaria, que según él sólo sabe enredar las cosas.

Así que opté por no plantear problemas filológicos y volcarme en la tarea de hacer que la universidad colaborara a que el proyecto saliera adelante. Y algo hemos hecho.

Este libro es el primer producto oficial de una colaboración entre la asociación Cultura Abierta y el grupo de investigación CIVERSITY, de la Universidad del País Vasco. No será el único ni el último, ya que una seña de identidad fundamental de una universidad pública tiene que ser la de conectar activamente con iniciativas de investigación participativa y construcción de memoria como esta.

Víctor Urrutia, cuya presencia en el libro es evidente, fue siempre un buen ejemplo de esta conexión entre la universidad y la calle. Seguimos su ejemplo.  

En todo caso, permitidme volver a las cuestiones de lenguaje, ya que la idea de titular el libro “Bilbao, la gente” no anda tan desencaminada como mi primera reflexión ha podido dar a entender.

El Diccionario de la RAE define el concepto “gente” de tres maneras: 1. Pluralidad de personas. 2. Con respecto a quien manda, conjunto de quienes dependen de él. 3. Cada una de las clases que pueden distinguirse en la sociedad, a saber, gente del pueblo y gente rica o de dinero.

No sé si Mikel consultó el diccionario antes de decidir el título –me da que no- pero lo cierto es que lo clavó. Como todas las ciudades, Bilbao es el producto del trabajo y la lucha de un conjunto plural de personas, gentes del pueblo, que sin tener mando en plaza ni dinero han sido capaces de dejar su impronta en la ciudad, haciéndola más democrática, más diversa, más culta, más hermosa, más solidaria, más amable…

Lo describe maravillosamente Javier Pérez Andújar en Paseos con mi madre: “La democracia la fueron conquistando estos hombres y mujeres calle por calle, árbol por árbol. Esa es la democracia que hicieron realidad estas gentes encerrándose en los locales de sus asociaciones de vecinos, encadenándose a verjas, cortando el tráfico, protestando en la calle, luchando. La democracia es algo que se ve y se toca, y donde no se percibe es que no la hay”.

La gente, el pueblo, la ciudadanía, la sociedad civil, las gentes… Distintas formas de hablar de lo mismo. De la auténtica energía de una ciudad, de su mejor y más precioso recurso. El que ha construido el Bilbao de hoy y el que construirá el Bilbao del mañana.

Sirva este libro como reconocimiento, pero también, y sobre todo, como recordatorio. Bilbao es y será su gente.




viernes, 27 de septiembre de 2019

Muros: ¿son las fronteras necesarias para el surgimiento y mantenimiento de sociedades civilizadas?

David Frye
Muros. La civilización a través de sus fronteras
Traducción de Eduardo Jordá
Turner, 2019


¿Quienes son los constructores de murallas?
Nosotros somos los constructores de murallas.
Y lo hemos sido desde el principio.

Este es un libro tan interesante como provocador. Es interesante por el tema que aborda -"la correlación que hay en casi todo el mundo entre la civilización y la murallas"- y por cómo está escrito: con un derroche de conocimiento, un excelente pulso narrativo y algunos toques de humor inteligente a lo "Concostrina":

  • En cierta ocasión, al construir una ciudad que tenía que parecerse a Antioquía, Cosroes la llamó "La ciudad de Cosroes que es mucho mejor que Antioquía", un nombre que por fortuna no prosperó.
  • Las murallas persas, como las romanas, tienen una historia muy breve. Es una especie de comedia negra, en la que los muros erigidos para resistir la invasión de un enemigo conocido se terminan de construir justo antes de que un nuevo enemigo llegue amenazando desde otra dirección.

Es provocador por la tesis explícita que defiende: que las murallas han sido las parteras de todas las grandes civilizaciones, como la china, las mesopotámicas, la de Grecia o la de Egipto. ¿Por qué?

La historia ha demostrado que la seguridad proporcionada por las murallas consiguió liberar a una gran cantidad de varones de las exigencias de convertirse en guerreros. Las murallas les permitieron dedicarse a actividades propias de la vida civil -hacer cosas, construir cosas, pensar, crear-, con independencia de que al final llegaran a autorrealizarse. Al permitir que los varones se dedicaran a las tareas agrícolas, las murallas también liberaron a las mujeres de ser las únicas responsables de la producción  de alimentos.

Mientras que en el interior de las murallas se desarrollaba una vida civil cada vez más compleja, con actividades económicas, artísticas, políticas, culturales, fuera de estas dominaban los guerreros, expertos en la violencia, dedicados al nomadismo y al pillaje, conformando las temibles hordas de las estepas, "lo más parecido a una bomba atómica que pudieron inventar los pueblos premodernos".

Frye nos nos introduce magistralmente en una historia de miles de años confrontación entre estas dos formas de vida, la de los constructores de murallas y la de quienes se desplazaban por las amplias extensiones fuera de ellas. Entre civilizados y bárbaros, por decirlo de forma tan sintética como discutible. Confrontación que en una escala temporal tan amplia derivó en conclusiones muy diversas: a veces las murallas resistieron el empuje de las hordas, en otras sucumbieron a sus ataques, otras veces los habitantes tras las murallas recurrieron a otros bárbaros para que los defendieran de quienes los asediaban; también hubo pueblos bárbaros que acabaron construyendo murallas y "civilizándose"...

En la actualidad, cuando asistimos a un preocupante  resurgimiento de los muros en el siglo XXI, la reflexión de Frye resuena inquietante: "Donde no hay murallas fronterizas habrá a la fuerza murallas protegiendo las ciudades, y si no hay murallas protegiendo a las ciudades, habrá muros divisorios entre los barrios de la ciudad; y si no existen esos muros divisorios, habrá seguro otros muros más pequeños".


La seguridad artificial que parecen ofrecer las murallas, advierte Frye, tenía algunas consecuencias: "Los constructores de murallas tuvieron que sacrificar algo de sí mismos para alcanzar todas estas libertades. En primer lugar, ya nunca volvieron a poseer la insensibilidad al miedo".

Como nos recuerda Wendy Brown, “Los muros no pueden bloquear lo exterior sin cerrar lo interior, no pueden dar seguridad sin hacer del ansia por la seguridad una forma de vida, un reaccionario nosotros” (Estados amurallados, soberanía en declive, Herder 2015). ¿Cómo lograr el imprescindible equilibrio entre esa seguridad que posibilita el ejercicio de la libertad, pero sin sucumbir al miedo y al cierre reaccionario?

sábado, 22 de junio de 2019

Emergencia climática ¡ya!


Ayer nos sumamos a la convocatoria de Fridays for Future en Bilbao para exigir al Ayuntamiento y al conjunto de instituciones vascas la declaración de emergencia climática.

No podemos esperar a que los individuos reduzcan su huella ambiental por su cuenta. La sociedad, los gobiernos, las instituciones y por tanto todos los colectivos, tienen que trabajar para facilitar no sólo un estilo de vida sostenible, sino también luchar de manera activa contra la crisis climática. En consecuencia, este hecho pone en el punto de mira a los ayuntamientos, quienes como representantes del pueblo, tienen la responsabilidad de dar la voz de alarma ante la Emergencia Climática que tenemos delante.
El último informe del IPCC fue claro: tenemos hasta 2030 para tomar medidas sustanciales que combatan la crisis climática de manera efectiva. El momento de actuar es ahora. De no hacerlo, las consecuencias podrían ser devastadoras, desde la denominada sexta extinción masiva a la acidificación de los océanos o subida del nivel del mar. Cabe destacar también que la costa de Euskadi tiene una altísima exposición y vulnerabilidad a los riesgos derivados del cambio climático, lo que tendrá efectos sobre la vida de la población, la actividad económica y el medio natural.
Es por ello que creemos que, siguiendo los ejemplos de Londres, Liverpool, Edimburgo, Milán, Nápoles y Ottawa, entre otros, y escuchando las demandas del pueblo vasco; es urgente y de vital importancia que los ayuntamientos vascos reconozcan y declaren el estado de Emergencia Climática.
Esta declaración tiene como objetivo principal dotar al debate climático de un espacio dentro de la política vasca, española, europea y global que hasta ahora le ha sido negado. También busca dar ejemplo a otros gobiernos, universidades, instituciones y otros organismos para que hagan lo mismo. Además, es un primer paso para futuras mejoras en los municipios de Euskadi en este sentido, desde la reducción de las emisiones de CO2, pasando por una intensificación de las campañas de reciclaje y reutilización. También serviría para alertar a la sociedad sobre la necesidad de actuar ante la crisis climática.
Por tanto, pedimos que se declare el Estado de Emergencia Climática en los ayuntamientos vascos y que se implementen medidas efectivas e inmediatas para poder afrontar esta crisis y poder construir una sociedad más sostenible.


Saqué algunas fotos...






 (Bueno, esta es de Marijo)

...pero el reportaje gráfico de calidad, como siempre, nos lo ofrece Ecuador Etxea, periodismo ciudadano y crítico imprescindible.

domingo, 5 de mayo de 2019

Solo en la montaña: el montañismo vasco busca un relevo

EL CORREO publica hoy un extenso reportaje de Javier Muñoz titulado "El montañismo vasco busca un relevo". Un artículo informado, interesante, en el que aborda la crisis que afrontan los clubes de montaña por falta de relevo generacional.



Al leerlo he recordado lo que yo mismo escribí para la publicación con la que mi club de toda la vida, el Goiko Mendi, conmemoró en 2016 su 50 aniversario.




SOLO EN LA MONTAÑA

I. ¿Cómo ha cambiado el montañismo desde 1966? Lo planteamos como pregunta, pero también podíamos plantearlo como exclamación: ¡Cómo ha cambiado el montañismo desde 1966! Porque la verdad es que a lo largo de estas casi cinco décadas la forma de practicar el deporte de la montaña ha experimentado enormes transformaciones.
Sólo hay que pensar en la innovación de los materiales: botas, tejidos, elementos de seguridad. Su calidad ha aumentado al tiempo que disminuía su precio, de manera que algunas funciones que antes cumplían los clubs de montaña, como el alquiler de ciertos materiales (piolets, tiendas de campaña, crampones, material de esquí), han caído en desuso. También, y sobre todo, hay que considerar las mejoras en los medios de comunicación.
Desde hace ya unos años se ha vuelto mucho más sencillo practicar el montañismo en solitario. Para empezar, casi todo el mundo dispone de un vehículo propio, y las carreteras y autovías nos permiten desplazarnos a grandes distancias en relativamente poco tiempo. Se acabaron esos viajes de horas y horas, por carreteras comarcales atestadas de tráfico pesado, para poder llegar a Pirineos, a Picos, a la Demanda o al Alto Carrión. Ya no dependemos de que el club nos organice un viaje en autobús para poder subir, por ejemplo, al Curavacas o a Peña Vieja. Hoy es posible, madrugando un poco, salir de casa por la mañana, ascender a alguna de estas cumbres y estar de vuelta en casa por la noche.
¿Y qué decir de la información sobre itinerarios y rutas? A la enorme cantidad de guías y mapas de montaña que se han ido publicando a lo largo de los años, hay que añadir el fenómeno de internet, con todas esas páginas y blogs en las que numerosas personas aficionadas al montañismo comparten sus conocimientos  experiencias. Si además pensamos en la innovación que ha supuesto la geolocalización, de manera que un simple teléfono móvil puede servirnos para introducir las coordenadas de las rutas que queremos recorrer, nos daremos cuenta de la magnitud de estos cambios. Todavía recuerdo cuando, para preparar una salida montañera organizada por el club, algunas personas se desplazaban con antelación con el fin de conocer el terreno y evitar sorpresas o problemas posteriores. Hoy esto es algo que podemos hacer desde nuestra casa, con el ordenador.

II. Hay un famoso sociólogo norteamericano, Robert Putman, que ha estudiado los cambios sociales producidos en su sociedad y, en general, en todas las sociedades económicamente más desarrolladas, utilizando como ejemplo el juego de los bolos, que los americanos llaman bowling. Como seguramente sabremos gracias a las películas y a las series de televisión, la práctica del juego de los bolos es una de las señas de identidad de la sociedad norteamericana. Pues bien, lo que Putnam plantea es que en los últimos 40 o 50 años ha cambiado sensiblemente la forma en que los norteamericanos juegan a los bolos: siguen jugando, aparentemente lo hacen de la misma manera, en los mismos lugares y con la misma intensidad; pero lo que ha cambiado es que ahora juegan de manera solitaria o, como mucho, juegan en familia, pero sin dar a este juego la dimensión comunitaria, social, que tenía antes.
Pues bien: tal vez podemos utilizar este ejemplo para reflexionar sobre los cambios que ha experimentado la práctica del montañismo, en particular desde la perspectiva de un club de montaña como es el Goiko Mendi, desde su fundación.
Seguimos subiendo al monte, seguimos practicando el montañismo, eso no ha cambiado; pero tal vez ahora lo hacemos de manera más individualizada, más solitaria. Todas las transformaciones a las que nos henos referido antes (en los materiales, en la información y la comunicación) nos permiten desarrollar una práctica del montañismo más autónoma, menos dependiente de organizaciones colectivas. Esto no es, en principio, ni bueno ni malo. Seguramente ocurre en todas las dimensiones de nuestra existencia: vivimos de manera más individualizada, menos colectiva, una buena parte de nuestra vida.
Uno no puede evitar sentir un ramalazo de nostalgia por aquellos tiempos en los que el montañismo era, sobre todo, una práctica que se hacía en común. Aún sigue haciéndose así, por supuesto: sigue habiendo excursiones organizadas por los clubes de montaña, continua habiendo cuadrillas que salen casi todos los domingos al monte, pero nos da la impresión de que esto es algo que va a menos.

III. Y el caso es que, a pesar de esta tendencia a la individualización, tan característica de nuestra vida moderna, cualquier persona que acuda a la montaña con asiduidad habrá tenido la experiencia de lo poca cosa que somos cuando las situaciones se complican, cuando surge algún problema: un accidente, un descuido, un cambio brusco en la climatología. En esos momentos, la soledad en la montaña, tan gratificante cuando las cosas van bien, se vuelve amenazadora.
Es entonces cuando echamos en falta la compañía de otras personas, o es entonces cuando encontramos esa compañía en la forma de personas desconocidas que nos echan una mano: que nos indican el camino, que nos socorren en nuestra debilidad. O, si las cosas son más graves, es entonces cuando nos descubrimos formando parte de la comunidad montañera, que se moviliza para ayudarnos, aunque lo único que hayamos hecho para pertenecer a esa comunidad sea pagar nuestra tarjeta de federados.
Tal vez esta sea la manera en la que el viejo espíritu comunitario, la fraternidad montañera, sigue vivo también en nuestra época. No es que sea gran cosa, pero igual nos sirve para, desde aquí, como quien sopla las brasas para volver a hacer llama, recuperar y fortalecer la dimensión asociativa del montañismo. Sin querer repetir el pasado, pues los tiempos y las vidas han cambiado mucho en cinco décadas. Pero sin perder tampoco muchas de las cosas buenas que tenían aquello tiempos en los que, además de ir al monte, las personas también iban a su club.