sábado, 12 de mayo de 2012

La verdad está ahí afuera


A la calle, que ya es hora



No entiendo el apoyo de Rubalcaba a la reforma financiera del PP, Y por lo que entiendo de la citada reforma y del conjunto de las impopulares políticas del PP, no comparto ese apoyo.
¿De verdad cree que este Gobierno va a tener en cuenta otros principios, como el de "que se tenga en cuenta no sólo a las entidades sino también a los ciudadanos y las empresas, que son los que tienen su dinero en los bancos y necesitan crédito"?
Leo: "Una de las medidas que el Ejecutivo podría incluir en esa reforma es la creación de bancos malos —donde las entidades puedan refugiar sus activos tóxicos, las pérdidas de la burbuja inmobiliaria, para sanear sus cuentas—. El PSOE es “muy reticente” a esa fórmula, señaló Rubalcaba, porque, “cuando sale lo tóxico, generalmente se envenena el Estado”. “No nos gusta en absoluto”, dijo". Lo leo y  no entiendo el apoyo, ni siquiera de entrada.
Y leo: "Rubalcaba sí insinuó que su partido condicionará el apoyo a la reforma financiera a que el Gobierno se siente a hablar sobre los recortes en sanidad y educación. “El jueves se votan tres decretos leyes: las medidas financieras, los recortes sanitarios y los recortes educativos. Los tres forman parte de la misma hoja de ruta del Gobierno. Y el financiero es muy importante; pero la educación, ni le cuento; y la sanidad, qué le voy a decir”, afirmó. Cuando se le preguntó qué quería decir, añadió: “Lo que hago es enmarcar políticamente la negociación”".
No es tiempo de insinuaciones. Hoy no. ¿No vemos cómo esta la calle?

viernes, 11 de mayo de 2012

Un año de indignación

Empezó hace ya un año. En realidad había empezado mucho antes, pero hace un año empezamos a ser conscientes de ello. Este fin de semana lo recordaremos. ¿Volveremos el lunes a desmontar las tiendas hasta el año que viene? Tal vez. Acaso sea este el destino de todos los nómadas, también de quienes transitan por nuestra sociedad sin poder/saber/querer instalarse. Acaso no sea malo que las tiendas de acampada se alcen y se desmonten una y mil veces. Pero si así ocurriera, que no sea por falta de apoyo o de interés. O por una mala intelección delfenómeno de la indignación, que lo reduce a la reacción de una juventud que siente que su futuro les ha sido expropiado. No. Es el futuro de todas y de todos el que está en juego.
Fernando Vallespín escribe hoy en EL PAÍS:

En algún sitio leí que la actual crisis significa la salida de la historia de la generación del baby boom de los años sesenta, aquellos que tanto hicieron por romper con todo lo anterior, por emanciparse de tantas represiones y atreverse a repensarlo todo. Encumbraron la inquietud juvenil como el paradigma de lo único que merece la pena —I wanna die before I get old, decían The Who—, algo que aún pervive en nuestro imaginario colectivo, sobre todo en la publicidad. Pero al final, estos “hijos de la opulencia”, a medida que se fueron haciendo talluditos, se emborracharon de su propio éxito y del amor al dinero y el estatus. Y contagiaron a quienes vinieron después. Lo peor, sin embargo, es que hicieron de la transgresión un concepto superfluo. Toda subversión de lo existente, aquello en que eran tan expertos, se integraba después en el orden reinante como una parte natural de su evolución; toda discrepancia encontraba al final su hueco de mercado en la sociedad pluralista. Consiguieron que el sistema engullera sus contradicciones sin necesidad de construir algo verdaderamente nuevo.
Ahora entran en la historia de los países desarrollados los “hijos de la escasez”, la generación hipotecada por sus padres. Una parte de ellos se resignará y se adaptará, como hicieron sus mayores; otra se dejará sentir con fuerza y seguro que dará que hablar. De nosotros no han heredado demasiada imaginación, pero ya sabrán apañárselas, con o sin nuestra ayuda. Como decía W. Benjamin en una frase memorable, “solo gracias a los desesperados nos es conservada la esperanza”.

Edoardo Nesi es, como yo, uno de esos "hijos del baby boom". En La historia de mi gente narra la destrucción de sus sueños y de los de sus convecios de Prato, localidad toscana tradicionalmente vinculada a la industria textil víctima de "la progresiva extinción del sistema económico más civilizado que haya conocido el hombre y su reemplazo por un modelo cuyo objetivo es la rentabilidad más elevada sin reparar en costes humanos". Nesi termina su relato manifestándose por las calles de su ciudad, con esta reflexión:

Pero ¿no éramos nosotros la generación X? ¿No éramos gente sin ideas ni ideales, una panda de capullos egoístas y afortunados, criados delante del televisor, que iban a vivir sin siquiera percatarse de su suerte, amos de un mundo ya sin historia, acomodados en un dorado presente sin fin gracias al trabajo de nuestros padres?
¿Y es que nadie debe pedirnos perdón por habernos condenado a ser la primera generación desde hace siglos cuya situación será peor que la de sus padres? ¿Por habernos hecho crear y construir nuestros sacrosantos sueños de bienestar y después habernos dejado sin dinero ni trabajo justo cuando llegaba el momento de vivir esos sueños?
Seguimos avanzando agarrados a nuestra infinita bandera tricolor, los míos y yo, todos sonrientes, todos decididos, todos unidos contra la mala suerte... y a cada paso tengo la impresión de estar mejor. Ahora sé que no viviré en el deslumbrante esplendor fitzeraldiano en que me parecía vivir cuando tenía dieciocho años y sueños ilimitados, y el futuro era un gran regalo brillante, y la vida era ligera y luminosa como la seda, y a mi alrededor cualquiera podía intentar hacerse empresario y sentirse dueño de su futuro, incluso yo. Sé que soy siervo de mis libros y mi familia, y mi destino es escribir. Mientras pueda.
Hoy, sin embargo, quiero seguir caminando junto a los míos. No sé muy bien adónde vamos, pero desde luego no estamos parados.

Como todas las mechas, la de la precarización y la ruptura del vínculo social comenzó prendiendo por su extremo, pero la llama retrocede a toda velocidad hasta consumirla entera, momento en que la bomba hará explosión. La generación más joven ha sido sólo el primer tramo quemado. Por algún lado había que empezar y este era el eslabón más débil. Pero la precariedad y la vulnerabilidad se extiende y rebasa las fronteras intergeneracionales. Y así, perroflautas imberbes y yayoflautas canosos se reconocen avanzando juntos. Ahí están, míralos: en esa calle, en esa plaza por la que tu caminas. Acércate. Únete. Luchan por tu futuro. La mecha de la precarización sigue encendida. También la dela indignación.

jueves, 10 de mayo de 2012

Desbancados

La banca está enladrillada, ¿quién la desenladrillará? El desenladrillador que la desenladrille... el Estado será.
En lugar de permitir la constitución de "bancos malos" yo propongo la elaboración de un censo de banqueros malos.
Falta crédito, sobran bancos.
Claro que, viendo la trayectoria del ministro de Economía y su pasado en Lehman Brothers...

Más allá de coyunturas

[1] Ayer por la mañana celebrábamos una nueva reunión de trabajo del Pacto Social por la Inmigración, en esta ocasión en la sede de Lehendakaritza. Creo que ha sido una reunión muy importante, no sólo por el contenuido de la misma sino también por el lugar en el que se realizó y por la presencia cercana del lehendakari durante la primera parte de la misma. No sé si seremos capaces de hacerlo, pero considero de vital importancia "blindar" el Pacto para que pueda seguir desarrollándose sean cuales sean las coyunturas políticas del futuro inmediato en Euskadi.

[2] Por la tarde participé en el Congreso Internacional Ciudadanía Digital, en Donostia, presentando una primerísima y provisional evaluación del Modelo Vasco de Open Government. También en este caso considero fundamental que el impulso hacia un gobierno, una administracón y, sobre todo, una democracia de "lo común" continue más allá de coyunturas políticas.

[3] Y ya por la noche, de vuelta a casa tras detenerme brevemente en un Bilbao más rojiblanco que nunca, me senté ante el televisor para ver el partido Atletico-Athletic. Sin pasión, no soy nada futbolero, pero si con interés. Y algo extraño ocurrió. Al finalizar el encuentro, me pareció estar asistiendo a una ceremonia más propia del rugby, este sí un deporte que me atráe enormemente como espectador. Ver a Simeone acercarse uno por uno al entrenador y a los jugadores del Athletic, el pasillo de homenaje y sobre todo, las dos aficiones respetándose en una Bucarest rojiblanca y en paz más allá de coyunturas deportivas... 

domingo, 6 de mayo de 2012

Acabar con esta depresión innecesaria


La idea central del último libro de Paul Krugman resulta tan esperanzadora como desasosegante: “La depresión que estamos atravesando es, fundamentalmente, gratuita” [Paul Krugman, ¡Acabad ya con esta crisis!, Crítica, Barcelona 2012].
Discípulo declarado de Keynes y crítico razonadamente furibundo del monetarismo neoliberal, Krugman considera que vivimos claramente en la clase de mundo descrito por Keynes: Estamos sufriendo penalidades que –pese a todas las diferencias de detalle que se deben a los 75 años de cambio social, tecnológico y económico- son claramente similares a las de los años treinta. Y sabemos qué deberían haber hecho entonces los gestores políticos: tanto por los análisis contemporáneos de Keynes y otros economistas, como por el gran número de estudios posteriores”. Precisamente por eso, porque la crisis actual puede explicarse a la luz de las intuiciones e hipótesis keynesianas, “disponemos tanto del saber como de los instrumentos precisos para poner fin a este sufrimiento”.
Frente a la obsesión por el ajuste y la austeridad, deberíamos recordar una máxima de Keynes: “El auge, y no la depresión, es la hora de la austeridad”. Lo que hace falta en estos momentos de depresión es adoptar políticas expansivas y de creación de empleo.
Aunque no utilice este lenguaje, Krugman formula su crítica a la norma del ajuste general como un típico problema de acción colectiva. Si bien para un individuo, una familia o una empresa es plenamente lógico gastar menos de lo que ingresa (ajustarse), para una sociedad en su conjunto esto es una catástrofe. “Si demasiados actores económicos se encuentran al mismo tiempo con un problema de endeudamiento, su empeño colectivo por salir de ese problema contribuye a su propia derrota”. “Mi gasto es tu ingreso y tu gasto es mi ingreso”, afirma Krugman. Si nadie gasta (porque no puede, o porque no se fía), nadie ingresa. “Un mundo en el que un gran porcentaje de personas o empresas está intentando cancelar sus deudas, todas al mismo tiempo, es un mundo en el que se reducen los ingresos y el valor de los activos, donde los problemas de endeudamiento se agravan, en lugar de mejorar”.
Y lo mismo ocurre con los recortes en los salarios y las condiciones de trabajo: “Mientras un trabajador individual puede mejorar sus oportunidades de obtener trabajo a cambio de aceptar un salario inferior, que lo haga más atractivo en comparación con otros trabajadores, un recorte general de los salarios deja a todo el mundo en el mismo lugar, salvo en un aspecto: reduce los ingresos de todos, pero el nivel de deuda se mantiene igual. Así pues, más flexibilidad en los salarios (y los precios) sólo empeoraría las cosas”.
Alguien debe animarse a gastar para volver a poner en marcha el motor gripado de las economías. “En un momento en el que muchos deudores intentan aumentar el ahorro y cancelar las deudas, es importante que alguien haga lo contrario”. Ese alguien sólo puede ser el gobierno.
Pero en lugar de proceder desde ese conocimiento y esa experiencia, quienes ocupan los puestos de responsabilidad en los gobiernos, las instituciones internaciones y muchos departamentos universitarios puristas del laissez-faire, “han optado por prejuicios ideológica y políticamente convenientes”. ¿Convenientes para quién?
“Para meternos en esta depresión –explica Krugman- han hecho falta décadas de malas directrices políticas y malas ideas que prosperaron porque durante mucho tiempo estuvieron funcionando muy bien, no para la nación en su conjunto, sino para un puñado de gente rica y con mucha influencia. Y esas malas políticas e ideas han llegado a dominar nuestra cultura política y hacen que sea muy difícil variar el rumbo aun cuando nos enfrentamos a una catástrofe económica”. No es un problema esencialmente técnico-económico, sino político.
Krugman expone en el capítulo 4 el proceso desregulatorio que hizo posible el auge del capitalismo de casino, fundamento de la crisis que se inicia en 2008. Se trata e una cuestión esencial, pues indica bien a las clara que la política tiene mucha importancia también hoy en día para organizar la economía, aunque desgraciadamente todo el poder político se está utilizando para favorecer al capitalismo más especulativo. Matt Taibbi profundiza en esta conspiración política por la desregulación con más radicalidad que Krugman en el libro Cleptopía (Lengua de Trapo, 2011).
“Solo para una pequeña –aunque influyente- minoría, la época de la desregulación financiera y el ascenso del endeudamiento supuso en verdad un extraordinario aumento de los ingresos”. En 2006, los 25 administradores de hedge funds (fondos de cobertura, especulativos con dinero prestado) ubicados en Manhattan mejor pagados ganaron 14.000 millones de dólares, tres veces la suma de los sueldos de los ochenta mil maestros de escuela de la ciudad de Nueva York. Estos administradores tienen un doble honorario: cobran por gestionar el dinero de otras personas, pero también se llevan un porcentaje de los beneficios que consiguen. “Esto les supone un incentivo de peso para realizar inversiones arriesgadas: si las cosas van bien, reciben una cuantiosa recompensa; mientras que si las cosas van mal –y ese momento siempre llega- nada les obliga a devolver los beneficios anteriores”. Esto no es economía, es política. Política a favor de unas minorías. Política de clases.
Y aquí es cuando Krugman introduce, con cautela pero con claridad, una clave explicativa que se convierte en una carga de profundidad contra la política democrática actual: es la referencia a esa “puerta giratoria por la que políticos y funcionarios terminan yendo a trabajar para la industria a la que, supuestamente, debían supervisar”. Esta puerta giratoria provoca incluso una perversa transferencia de la lealtad de los altos dirigentes políticos, desde la sociedad que los ha llevado al poder hacia las organizaciones económicas y empresariales que pueden acogerlos cuando abandonen el gobierno: “Quien abandona el puesto siendo tenido en gran estima por el equipo de Davos, podrá ser elegido para una gran variedad de cargos en la Comisión Europea o del FMI aunque sus compatriotas le profesen el más absoluto desprecio. La máxima demostración de solidaridad hacia la «comunidad internacional» sería hacer lo que quiere esa comunidad, enfrentándose incluso a una enorme resistencia por parte del electorado político nacional”.
Krugman presenta su libro como un llamamiento a ejercer presión política contra esta conjura del ajuste mediante la construcción de una opinión púbica informada y movilizada. Yo me apunto. Creo que Hollande también…