jueves, 27 de diciembre de 2012

Librería Cámara

Re-opening de la Librería Cámara. Una librería de las de siempre, de las que ya quedan pocas en Bilbao, que no deja de repensarse. Esta tarde-noche nos invitaban a acompañarles.

Sólo he podido pasarme un ratito: esta ha sido una tarde dura, tres horas y media de reunión muy poco literaria y demasiado aritmética, con pocos cuentos y muchas pero que muchas cuentas. Por cierto, no todas exactas.
Pero no quería dejar de asistir: es mi librería de referencia.


Mucha gente, gran ambiente, una copa de vino, buena compañía.

Los libros se han contagiado del ambiente y mientras la mayoría se mantenían, como es de esperar, alineados y firmes en las estanterías, otros volaban sobre nuestras cabezas.



Charla con Txetxu, siempre tan agradable. Como en otras ocasiones, en nuestra conversación ha salido Erri de Luca, uno de sus regalos, que tantas satisfacciones me está reportando. No diré nada más... por ahora.


Al marchar me llevo conmigo los poemas de Emily Dickinson que acaba de editar Sabina Editorial.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

La danza de la gaviota


Una gaviota se desploma en la playa, frente a la casa de Montalbano, en Marinella. Estremeciéndose, girando sobre una de sus alas, da vueltas en círculo mientras emite un sonido ronco, desesperado.
"En un abrir y cerrar de ojos, Montalbano bajó a la playa y llegó a su lado. La gaviota no dio muestras de haberlo visto, pero sus giros empezaron a tornarse inciertos, cada vez más tambaleantes, hasta que al final, tras emitir un sonido agudo que pareció humano, perdió el apoyo del ala, se desplomó de lado y murió. 'Ha bailado su  propia muerte', pensó el comisario, impresionado por lo que acababa de ver".


 Así comienza la última historia del comisario Montalbano, titulada: La danza de la gaviota. Con este ya son 19 los libros protagonizados por el policía de Vigàta que nos ha regalado Andrea Camilleri. ¿Es cosa mía, o en las últimas novelas las historias que nos cuenta son un poco más oscuras?
La danza agónica de la gaviota anticipa otras muertes. Fazio ha desaparecido. Pasada ya la cincuentena, la relación de Montalbano con Livia continua tan complicada como siempre, y hay mujeres más jóvenes que le desvelan.
Menos mal que siempre, en los peores momentos, ahí está la trattoria de Enzo. O la caponatina de Adelina...
Ya estoy esperando la próxima novela. La vigésima.

martes, 25 de diciembre de 2012

Nives Meroi


El lunes me encontré en las páginas de EL CORREO con la himalayista Nives Meroi, que acompañada de su marido Romano Benet ha visitado Bilbao con ocasión del Kutxabank Mendi film Festival.
La misma Nives cuya huella sigue Erri de Luca en uno de sus libros, a pesar de la obsesión de la montañera italiana por no dejar huella:
"Es hermoso no dejar huella. Si pienso que los pasos de los primeros astronautas en la Luna han dejado huellas que siguen allí por falta de viento y de lluvia, bendigo los míos que vuelven a cubrirse. La señal indeleble de la bota de Amstrong es una obsesión para mí, quisiera subir hasta allí con una escoba para borrarla" [Erri de Luca, Tras la huella de Nives, Siruela 2006].

Comprendo y comparto lo que dice sobre la bota de Amstrong: su carácter de huella indeleble, definitiva, la convierte en símbolo de imposición, de conquista, de reivindicación, como quienes embadurnan paredes o acuchillan árboles -"¡Yo estuve aquí"!-, imponiendo su presencia e impidiendo a los demás experimentar la sensación del descubrimiento.
Pero la huella es también rastro, indicio, señal. ¿Cómo avanzar si no es siguiendo alguna huella, aunque sea (procurando que sea) ligera, temporal, indicativa?


lunes, 24 de diciembre de 2012

Buenos deseos

Ilustración de Kike de la Rubia

Water, is taught by thirst.
Land -by the Oceans passed.
Transport -by throe-
Peace -by its battles told-
Love, by Memorial Mold-
Birds, by the Snow.

El agua se aprende por la sed;
la tierra, por los océanos atravesados; 
el éxtasis, por la agonía.
La paz se revela por las batallas;
el amor, por el recuerdo de los que se fueron;
los pájaros, por la nieve.

Emily Dickinson, El viento comenzó a mecer la hierba, Nórdica, Madrid 2012
Traducción: Enrique Goicolea
Ilustraciones: Kike de la Rubia


Este año no hay nieve: al contrario.
Pero seguro que hay sed de muchas cosas,
más de una travesía realizada o en proyecto,
y agonías, seguro.
Seguro que hay batallas aún en juego
y otras que habrá que dar el año que entra
en unos días.
Seguro que hoy recordamos ausencias.

Este año no hay nieve, pero hay pájaros.
Y así como revelan la nieve que nos falta
ausencias, agonías, sed, batallas y travesías
pasadas y futuras
son revelación de amor, signo de tierra,
son anuncio de paz, sonido de agua,
promesa de éxtasis.

Con mis mejores deseos. Zorionak!



domingo, 23 de diciembre de 2012

Hotel del Norte


Me lo recomendó hace un mes Iñaki, en la Librería Cámara, pero esa tarde ya me habían guiñado sus hojos (con hache de papel) un buen montón de libros, así que lo dejé para otro día. Ese día llegó antes de lo esperado en la forma de inesperado regalo. ¡Gracias!

Hotel del Norte es una novela de Eugène Dabit, publicada en 1929. Su lectura me ha hecho sentirme como el personaje de James Stewart en La ventana indiscreta, observando las vidas de la pobre Renée, víctima de su amor romántico siempre mal orientado, del viejo Deborger y el machito Julot, de las familias Ramillon y Chardonnerau, de las hermanas Pellevoisin, condenadas a una vida de soledad compartida, del feliz cornudo Marius Pluche, de Raoul Farges, artista dramático y pícaro, del agitador Bénitaud... Son decenas las personas que pasan por el Hotel del Norte, llevando consigo toda su vida; algunas se instalan en una de sus habitaciones de manera permanente, otras sólo se quedan unos días. Pero todas ellas entrecruzan sus pasos, sus sueños, sus tragedias, en los mismos pasillos. Y el lector, que empieza a pasar las hojas del libro como un voyeur, acaba por sentir que es uno más de ese montón de náufragos arrojados a ese hotel en las orillas del canal Saint-Martin.

La novela de Dabit sirvió para rodar en 1938 una película del mismo título, de 1938 Ahora toca localizarla, ya que lo que he leído sobre ella me parece muy sugerente.


Por cierto, el Hôtel du Nord que da título tanto a la novela como al largometraje, existe y fue salvado de la demolición y declarado Monumento Histórico de Francia gracias a la relevancia obtenida como escenario literario y cinematográfico.