El lunes me encontré en las páginas de EL CORREO con la himalayista Nives Meroi, que acompañada de su marido Romano Benet ha visitado Bilbao con ocasión del Kutxabank Mendi film Festival.
La misma Nives cuya huella sigue Erri de Luca en uno de sus libros, a pesar de la obsesión de la montañera italiana por no dejar huella:
"Es hermoso no dejar huella. Si pienso que los pasos de los primeros astronautas en la Luna han dejado huellas que siguen allí por falta de viento y de lluvia, bendigo los míos que vuelven a cubrirse. La señal indeleble de la bota de Amstrong es una obsesión para mí, quisiera subir hasta allí con una escoba para borrarla" [Erri de Luca, Tras la huella de Nives, Siruela 2006].
Comprendo y comparto lo que dice sobre la bota de Amstrong: su carácter de huella indeleble, definitiva, la convierte en símbolo de imposición, de conquista, de reivindicación, como quienes embadurnan paredes o acuchillan árboles -"¡Yo estuve aquí"!-, imponiendo su presencia e impidiendo a los demás experimentar la sensación del descubrimiento.
Pero la huella es también rastro, indicio, señal. ¿Cómo avanzar si no es siguiendo alguna huella, aunque sea (procurando que sea) ligera, temporal, indicativa?
Fuente: http://www.nivesmeroi.it
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