domingo, 8 de diciembre de 2013

Bajo esa última hora de luz

Las montañas de alrededor se habían arrimado. El sol rasante hurgaba en ellas penetrando en sus líneas verticales, bajando a su altura. Te entraban ganas de hallarte allá arriba, donde se producía esa fricción entre las rocas y la luz. A esas hora se verifica una intimidad física entre la materia y el aire. El sol se unta como mantequilla, se restriega por encima.
He estado muchas veces allá arriba, en el camino de descenso de una larga escalada. Pero pensaba en los pasos fatigados, me mantenía a distancia del vacío que seduce y atrae al cuerpo que quiere descender al valle. Iba de paso por esa superficie, bajo esa última hora de luz con la preocupación de retirarme de ahí a toda prisa.
Desde abajo, por el contrario, desde lejos, me entraban ganas de hallarme tumbado en una cornisa allá arriba y formar parte del reino mineral. Di un paseo para descargar el deseo descabellado de una hora de plenitud.
Erri de Luca, El crimen del soldado.