sábado, 8 de mayo de 2010

Así está el mundo

Me ha sorprendido leer el artículo que Pedro Ugarte publica hoy en EL PAÍS, edición País Vasco. Su título, El pecado de la prosperidad. "Impracticable el argumento de que nos comemos los unos a los otros, surge la ocurrencia de que nos comemos el planeta", escribe.
Pedro Ugarte repite lo que ya han dicho los divulgadores de think tanks neoliberales como el Cato Institute. No pasa nada: cada cual bebe de donde quiere. Pero el estudio de Surjit Bhalla al que hace referencia es del año 2000, y en la última década han ocurrido muchas cosas.

"En el 2005, en el Africa subsahariana había 100 millones más de personas extremadamente pobres en comparación a 1990, y la tasa de pobreza continuaba siendo mayor al 50% (aunque comenzó a disminuir en 1999). A nivel mundial, alcanzar la meta de reducir la tasa de pobreza a la mitad entre 1990 y el 2015 parece factible. Sin embargo, algunas regiones no podrán
hacerlo y posiblemente alrededor de mil millones de personas permanecerán en la pobreza extrema en dicha fecha".

En todo caso, no se trata de rencor patológico hacia la riqueza. Se trata, más sencillamente, de indignación ante un un mundo en el que, como denunciara Jon Sobrino, los seres humanos continuamos divididos, ante todo, según demos o no la vida por supuesto.



Así lo expresaba en una conferencia en 1883 el autor de la clásica utopía Noticias de ninguna parte:

"Escuchadme: dejemos estar a los porcentajes y observemos las vidas y sus sufrimientos, e intentemos darnos cuenta de ellos: porque, en realidad, es esto lo que quiero indica­ros, que, aunque podáis llevar a cabo cierta parte del ideal burgués o del ideal radical, hay y siempre habrá gato encerrado en el sistema competitivo. Tal vez creemos -o tal vez hayamos creado ya- una gran masa de gente acomodada, de fortuna media, que ronda el límite de las clases medias (...) pero bajo todo ello aún se en­cuentra y se encontrará otra clase social, de la cual nunca nos libraremos mientras siga la tiranía del sálvese quien pueda; esa clase es la clase de las víctimas. Y quiero que en estos momentos y por encima de todo no lo olvidemos (en realidad no podremos hacerlo durante unas cuantas semanas) ni nos consolemos con porcentajes, por­que la verdad es que las riquezas de los ricos y la como­didad de las personas acomodadas está basada en esa ingente cantidad de miseria indigna, sin recompensa ni utilidad, de la cual en los últimos tiempos hemos oído un poco, un poquito; por lo menos ya sabemos que es un he­cho, y tan sólo podemos consolarnos con la esperan­za de que podamos, si nos mantenemos vigilantes y diligen­tes (lo cual ocurre raras veces) disminuir esa cantidad con­siderablemente. Y ahora os pregunto: ¿Es una esperanza tal, digna de nuestra tan cacareada civilización, de doctrinas perfectas, moralidad elevada e idearios políti­cos resonantes?"
[Wiliam Morris, Arte y sociedad industrial, Fernando Torres Editor, Valencia 1975].

Y en estas seguimos hoy en día.
Dato arriba o dato abajo, haciendo memoria de las víctimas.
Antiguos y resentidos que somos.

domingo, 2 de mayo de 2010

Chapurreos

El español se habla, las demás lenguas cooficiales... se chapurrean. Esta es la idea que el diario ABC tiene de la diversidad cultural y lingüística de España.
Su crónica sobre la sesión del Senado en la que se aprobó la toma en consideración de una propuesta de reforma de su Reglamento con el fin de permitir el uso de las lenguas cooficiales en el trabajo de la Cámara alta es una triste muestra de estulticia nacionalista monolingue:

"El debate de ayer se convirtió en un prólogo de lo que puede ser la actividad de la Cámara si finalmente sale adelante la iniciativa. La mayoría de los portavoces habló en alguna de las lenguas oficiales e incluso la senadora socialista, Leire Pajín, que asumió la defensa del voto socialista, se descolgó con un «Visc a Benidorm...» («Vivo en Bernidorm», en valenciano), después de hacer un guiño al euskera y al gallego, chapurreando en cada una de ellas".

Y en otra página:

"Entre el esperanto de Zamenhof y la interlingua de «Blade Runner», Leire Pajín recurrió ayer a una estrafalaria remezcla idiomática para ensayar en directo y sin subtítulos las presuntas virtudes de un servicio de traducción en la Cámara Alta. La intrépida Pajín chapurreó en vascuence, gallego y valenciano para defender la iniciativa que los senadores nacionalistas han impulsado con la intención de que, de espaldas al castellano, cada cual se exprese en su lengua regional y el resto lo escuche con auriculares. El futuro del Senado resulta tan grotesco que, para que la gente se vaya haciendo una idea, sólo Pajín podía representarlo con ciertas garantías".

Puedo comprender a quienes argumentan contra la iniciativa desde criterios económicos o de eficacia, aunque no los comparta. Pero lo del "chapurreo" simplemente no lo aguanto. Esa prepotencia idiota.


El 12 de octubre de 1492, Cristobal Colón escribió en su diario que él quería llevarse algunos indios a España para que aprendan a hablar ("que deprendan fablar"). Cinco siglos después, el 12 de octubre de 1989, en una corte de justicia de los Estados Unidos un indio mixteco fue considerado retardado mental ("mentally retarded") porque no hablaba correctamente la lengua castellana. Ladislao Pastrana, mexicano de Oaxaca, bracero ilegal en los campos de California, iba a ser encerrado de por vida en un asilo público. Pastrana no se entendía con la intérprete española y el psicólogo diagnosticó un claro déficit intelectual. Finalmente, los antropólogos aclararon la situación: Pastrana se expresaba perfectamente en su lengua, la lengua mixteca, que hablan los indios herederos de una cultura que tiene más de dos mil años de antigüedad.

[Eduardo Galeano, Ser como ellos y otros artículos, Siglo XXI, Madrid 1992, p. 18]