Emilio Barco
Donde viven los caracoles. De campesinos, paisajes y pueblos
Pepitas de Calabaza, 2019
... algo que está en el centro de los próximos cincuenta años: cómo vivir placenteramente sin joder al prójimo en el peor sentido de la palabra; cómo vivir barato produciendo lo imprescindible y socialmente útil, consumiendo lo que produzcamos sin mandar, sin que te manden. ¡Ah! Y cantando muchas jotas.
Mario Gaviria, El buen salvaje (De urbanitas, campesinos y ecologistas varios), El Viejo Topo, 1981
Emilio Barco se confiesa víctima de un desarraigo producto del amor y de la esperanza en brindarle un futuro mejor:
Terminé la escuela a los catorce años y la alianza del maestro, el cura y mi madre torcieron el surco. Decidieron que yo no iba a ser campesino, sino "letrado", en los términos que escribe Raúl Iturra. Comenzó el proceso de desarraigo. Cuanto más sabía de complementos directos, declinaciones del rosa-rosae y de ecuaciones de primer grado, menos sabía de podar, sembrar y esparrar.
Pero aunque su juventud de estudiante transcurrió a caballo (en realidad, "a tren") entre su pueblo y Alfaro, primero, y Zaragoza, después, su madurez laboral entre su pueblo y Logroño, y aunque se considere a sí mismo un re-arraigado no pleno -"Volví a las ciruelas, a las viñas, a los olivos. Empecé a arraigarme de nuevo. Pero yo ya no era un campesino como mi padre, era un letrado"-, su libro es el fruto cultivado de una profunda sensibilidad hacia unos pueblos y unas gentes, unas tareas y unos conocimientos, que el capitalismo urbano ha condenado a la desaparición.
Hay capítulos que se leen como un breve y delicioso relato etnográfico -"La vara de fresno", "La era de mi abuelo", "Jacinto Sagarna, el pastor del Gorbea", "¿A cómo cuentas?". Hay también atinados análisis sobre (contra) la Política Agraria Común y la empresarialización de la agricultura. También encontramos sentidas descripciones de la vida en el medio rural: de sus transformaciones durante los años cincuenta, sesenta y setenta -"Cuando nos quedamos sin cabras y sin curas", "De la boina a la visera de propaganda"-, del papel fundamental de las mujeres campesinas -"La Teresa"-, de la vendimia tradicional -"El sexto sentido", "¡Chiquitos, cortádmelas por lo marrón!"- y de la otra -"La otra cara de la vendimia", "Lo pequeño es hermoso"-...
Un libro surgido desde las entrañas, sentido y trabajado como un campo de cultivo. Un libro a ratos airado, pero siempre sensible y encarnado, pleno de sentido:
¿Cómo se puede entender que estos días los agricultores estén tirando los melocotones en las graveras, que el Estado les pague por hacerlo y que una gran parte de la población no coma fruta porque sus medios económicos no se lo permiten al precio que está en el mercado?
Espero que sea un libro muy leído.