Dos breves fragmentos de la última novela de Richard Ford nos permiten, creo, captar el tono de una historia tan sencilla como profunda y hermosa:
"La vida se nos da vacía. Tenemos que inventar la parte feliz".
"No siempre vamos a sitios. A veces acabamos en ellos".
No me extraña que la decisión de abrir a partir del año que viene a narradoras y narradores estadounidenses el Premio Booker, reservado hasta ahora a obras escritas en inglés publicadas en Gran Bretaña por autores con pasaporte británico, irlandés, de algún país de la Commonwealth o de Zimbabue, haya generado inquietud. Como ha dicho John Banville, ganador del Booker en 2005: “Es una tontería que el premio no esté abierto a todos. Pero que Dios nos ayude a nosotros, porque la ficción estadounidense es muy, muy buena”.