sábado, 22 de agosto de 2009

Dignidad

Pedro Cavadas es un cirujano que habla de dignidad: de la que se deriva del hecho de tener un rostro, no sé si espejo del alma, pero si recurso fundamentalisimo para desarrollar las interacciones sociales que nos hacen humanos.
También habla de la dignidad que nos debemos como sociedad: no todo es aceptable en el mundo de la información, aún si una gestión de la comunicación poco acertada da facilidades a quienes, sin reparar en el daño que pueden causar, persiguen la discutible exclusiva de poner cara a quien tiene derecho a mantener su nuevo rostro en secreto.
Pedro Cavadas es un cirujano de élite que sin embargo reivindica una sanidad de calidad no sólo pública, también y sobre todo social.

Cirugía de la dignidad. Me parece un personaje asombroso. Admirable. Dignísimo.

viernes, 21 de agosto de 2009

Volver a ser un niño



Tarde de cine y palomitas, con las crías. Hemos visto Up, la última película de animación de Pixar. En 3D. Yo he disfrutado como un enano: me ha conmovido la hermosa historia de amor entre Carl y Ellie, me he reído con el torpe boy scout Russell... en fin, que he salido del cine con la sensación de haber ejercitado todas o casi todas mis buenas emociones.

jueves, 20 de agosto de 2009

¿Llámame perro?

Escucho en la radio que los familiares de las víctimas del fátidico vuelo JK5022 han conmemorado hoy el aniversario de la tragedia en un acto del que se ha excluido expresamente la presencia de políticos. Lo he escuchado a lo largo de toda la mañana: "sin presencia de políticos". Como si su presencia empañara o comprometiera un acto que, por supuesto, debe sobre todo ser de naturaleza íntima y personal.

También he leído en EL CORREO una entrevista con el actor Imanol Arias cuyo titular es: "Los políticos son la clase profesional peor dotada de España". Estas son sus declaraciones:

-¿Hay mucho cambio entre la política que narra 'Cuéntame.' y la de ahora?
-El primer desencanto es en cuanto a las ideas. En el principio de la democracia buscabas quién eras a través de las ideas y la gente se situaba en un lado o en el otro.
-¿Y ahora?
-La ideología es una chufla. Los políticos son la clase profesional peor dotada de España. Nos hemos quedado en votar al centro-derecha o al centro-izquierda y de ahí viene el desencanto.
-¿Qué hizo usted durante la 'Transición'?
-No voté. Había que conseguir otras cosas como el día de descanso o el salario mínimo, que la educación funcionara. La participación política tenía que ver con hechos.


Una declaración similar se recoge en la edición digital de PÚBLICO: "Ha habido un desencanto en torno a las ideas. La gente entonces se basaba mucho en la ideología y la ideología es ahora una chufla tal que ya sabemos que hoy se cierra Garoña en cuatro años, pero que al final se podrá demorar más, porque al final todo esto es mentira. Vivimos al día y los políticos son la clase profesional peor dotada de España en este momento. Sin embargo, entonces había grandes personalidades políticas, números uno... A mí la política ya no me interesa".

Son declaraciones tan injustas como esas que proclaman el desinterés por el cine y las series españolas. Una boutade es una boutade la diga Agamenón, su porquero o Imanol Arias. Creo que si lo piensa un poco, el actor no estrá muy orgulloso de sus palabras.

Sin embargo ambas noticias abonan en una opinión ampliamente extendidada que valora muy negativamente a los políticos, a los partidos y, en general, a la política misma.
Cualquier profesión, cualquier empresa, cualquier organización respecto de la que se expresaran opiniones tan negativas se plantearía, seguro, una estrategia orientada a modificar estas opiniones, calibrando lo que de verdad pueda haber en ellas.
Porque lo cierto es que en la actividad política española hay muchas personas que, de ser actrices o actores, lo serían de Oscar. También las hay quienes -siguiendo con el simil- no tienen nivel ni para actuar en una representación de teatro escolar. Como en botica, hay de todo.
Lo que me preocupa es que el mundo de la política acabe aplicándose a sí mismo eso de "llámame perro, pero échame pan", en lugar de alarmarse ante algunas preocupantes señales de desafección.
Más del tipo de la que envían los familiares de las víctimas del JK5022 que de la que regurgita Imanol Arias, dicho sea de paso.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Provocación... de la buena

El intelectual, o es o está: o es molesto o está de sobra. Releo el ensayo de García Montero Inquietudes bárbaras y extraigo una provocadora reflexión:

"Al abordar el tema del compromiso histórico, la última literatura española se ha aplicado a la memoria de la guerra civil. No se pueden discutir las buenas intenciones, porque soportábamos una larga lista de cuentas pendientes, después de años de silencio y manipulación del pasado español. Pero no deja de ser significativo que entre las capas progresistas españolas tenga más peso el recuerdo de los que sufrieron hace más de setenta años que el testimonio diario de los que sufren hoy, muy cerca de nosotros, en los naufragios de nuestras costas, en las alambradas de nuestras fronteras, en las subastas de esclavos de nuestras plazas. La cuarta parte de la energia que se ha dedicado a la memoria histórica hubiese forzado una política distinta sobre inmigración y hubiera provocado una alarma social inconsolable ante la sistemática violación de derechos humanos que está asumiendo con toda naturalidad la ciudadanía. Buena muestra del narcisismo consumista en el que nos hemos instalado los españoles, o de la liquidación real de la ciudadanía, es que nos interese más lo que sufrimos nosotros hace más de medio siglo, cuándo eramos los pobres, que el testimonio desolador de los parias de hoy. Claro que las víctimas ya no son nuestras, son otros, no forman parte de nuestra identidad de españoles republicanos asaltados por la barbarie franquista" (pp. 106-107).

Duele leer estas cosas. Pero las palabras duelen más cuanto más de verdad llevan consigo. Y no es consuelo pensar que si esta es la contradicción de los progresistas, el pecado de los conservadores españoles es el de no preocuparse ni por los parias de hoy ni por los represaliados de ayer.
Duele leer estas cosas, pero hay que leerlas, releerlas, pensarlas y repensarlas, pasarlas por el corazón. Y sacar algunas conclusiones.

Ayer leí en El Norte de Castilla la noticia de la muerte de cuatro trabajadores -un ciudadano ucraniano de 38 años, G. D.; un angoleño de 43 años, P. J. J. M; un brasileño de 31 años, y un ciudadano luso, E. G. T, de 45 años- residentes en Portugal al volcar de madrugada la furgoneta en la que se dirigían a Madrid a trabajar. Entresaco un párrafo:

"Las víctimas eran obreros pertenecientes a una empresa de construcción radicada en la zona de Viana do Castelo, ciudad costera situada al norte del país vecino, a unos cincuenta kilómetros del límite con Galicia y de dónde posiblemente habrían partido los fallecidos horas antes.
El infortunio se cruzó en su viaje a más de 570 kilómetros de su lugar de origen y a apenas tres cuartos de hora de la capital de España. Las primeras hipótesis indican que los finados estaban subcontratados por una empresa de la localidad toledana de Seseña y se dirigian a su lugar de trabajo, posiblemente en Madrid".

"Las víctimas ya no son nuestras, son otros...". Pensémoslo antes de quitarnos de encima con demasiada rapidez la provocación, la buena provocación, de Luis García Montero.

lunes, 17 de agosto de 2009

Recuerdo de Oscar Pérez

Hoy he subido a mi Montaña Análoga.




Como siempre que subo al monte, especialmente si, como hoy, lo hago solo, los pensamientos se agolpan en mi cabeza. Ya me lo decía mi abuela, pues esta afición de triscar por las montañas, me acompaña desde que era un crío: "No vayas solo al monte, que te da por pensar".

Y entre los pensamientos de hoy, uno muy especial en memoria de Oscar Pérez.
A 2.520 metros de altura, aún así casi 4.000 metros más abajo de la helada cornisa en la que se ha quedado Oscar, pienso en él, en su familia, en sus compañeros del Club Peña Guara, pienso mucho en quienes se han esforzado por rescatarle.

Al volver a casa leo el párrafo con el que el célebre escalador Lionel Terray termina su libro Los conquistadores de lo inútil, fechado en julio de 1961:

"Si en realidad no hay ninguna roca, ningún serac, ninguna grieta que me esté esperando en algún lugar del mundo para detener mi carrera, llegará un día en el que, viejo y cansado, encontraré la paz entre los animales y las flores. El círculo quedará cerrado, y por fin seré el simple pastor que añoraba ser en mis sueños de niño".


Terray falleció cuatro años después de escribir estas lineas, mientras realizada una escalada de mediana dificultad cerca de su hogar.

domingo, 16 de agosto de 2009

¡Qué coñazo!

Ahora viene la izquierdita abertzalera y se suelta con eso de que si no es posible "articular una mayoría social y popular en el camino de la creación de un Estado vasco soberano" -el lenguaje mismo ya canta, la verdad- es por la actuación de los Gobiernos socialistas en Madrid y en Gasteiz.
Son años de lloriqueo, de culpar a otros de sus incapacidades, de tirar fuera del campo todos los balones que han sido incapaces de poner en posición de gol. Lo más triste de todo es la cantidad de gente que en el conjunto del Estado -afortunadamente cada vez menos en Euskadi- sigue haciéndoles la ola.
Que quede claro: no pasarán a la historia de los movimientos de liberación nacional.
La unidad abertzale tiene un problema, es cierto. Un problema irresoluble. Que no es ni la Constitución, ni la Ley de Partidos, ni el Gobierno del PSE. El problema son ellos.
A lo largo de tres décadas los nacionalistas vascos han tenido todas las oportunidades para hacer una política de unidad nacional. Todas. Pero no la hicieron ni al redactar y votar la Constitución, ni al elaborar y aprobar el Estatuto, ni al desarrollar el autogobierno vasco, ni al afrontar los problemas que afectan a la sociedad vasca. En todos y en cada uno de los momentos en los que había que tomar decisiones fundamentales, el nacionalismo vasco se ha presentado dividido.
Su mayor logro unionista ha sido Lizarra. Es decir, un desastre para una sociedad vasca que habia aprendido a navegar , aún con dificultades, entre los Scilla y Caribdis del nacionalismo vasco y el nacionalismo español.
El nacionalismo vasco, aparentemente uno cuando lo contemplamos como movimiento sociopolítico, se muestra absolutamente fragmentado cuando de presentarse como propuesta política se trata. Dividido frente a todo: frente al Estatuto, ETA, el modelo económico, el tren de alta velocidad, Petronor o lo que en cada momento toque.
Y están ellos, los que ahora se presentan como víctimas. Llaman "asesinato" a un fallecimiento por infarto -lamentable- en el transcurso de una manifestación. Llaman "desaparición" a lo que por supuesto debe ser investigado, pero que por ahora tiene toda la pinta de un kinitazo o de un "toma-el-dinero-y-corrazo".
¿Y lo de ETA? Eso nada. No van a caer en la provocación del Estado y condenar asesinatos y secuestros, buenos son ellos.
Eso sí: la culpa de que la mayoría social y popular en el camino de lograr un Estado vasco esté en mantillas es nuestra. Faltaría más.