Ahora viene la izquierdita abertzalera y se suelta con eso de que si no es posible "articular una mayoría social y popular en el camino de la creación de un Estado vasco soberano" -el lenguaje mismo ya canta, la verdad- es por la actuación de los Gobiernos socialistas en Madrid y en Gasteiz.
Son años de lloriqueo, de culpar a otros de sus incapacidades, de tirar fuera del campo todos los balones que han sido incapaces de poner en posición de gol. Lo más triste de todo es la cantidad de gente que en el conjunto del Estado -afortunadamente cada vez menos en Euskadi- sigue haciéndoles la ola.
Que quede claro: no pasarán a la historia de los movimientos de liberación nacional.
La unidad abertzale tiene un problema, es cierto. Un problema irresoluble. Que no es ni la Constitución, ni la Ley de Partidos, ni el Gobierno del PSE. El problema son ellos.
A lo largo de tres décadas los nacionalistas vascos han tenido todas las oportunidades para hacer una política de unidad nacional. Todas. Pero no la hicieron ni al redactar y votar la Constitución, ni al elaborar y aprobar el Estatuto, ni al desarrollar el autogobierno vasco, ni al afrontar los problemas que afectan a la sociedad vasca. En todos y en cada uno de los momentos en los que había que tomar decisiones fundamentales, el nacionalismo vasco se ha presentado dividido.
Su mayor logro unionista ha sido Lizarra. Es decir, un desastre para una sociedad vasca que habia aprendido a navegar , aún con dificultades, entre los Scilla y Caribdis del nacionalismo vasco y el nacionalismo español.
El nacionalismo vasco, aparentemente uno cuando lo contemplamos como movimiento sociopolítico, se muestra absolutamente fragmentado cuando de presentarse como propuesta política se trata. Dividido frente a todo: frente al Estatuto, ETA, el modelo económico, el tren de alta velocidad, Petronor o lo que en cada momento toque.
Y están ellos, los que ahora se presentan como víctimas. Llaman "asesinato" a un fallecimiento por infarto -lamentable- en el transcurso de una manifestación. Llaman "desaparición" a lo que por supuesto debe ser investigado, pero que por ahora tiene toda la pinta de un kinitazo o de un "toma-el-dinero-y-corrazo".
¿Y lo de ETA? Eso nada. No van a caer en la provocación del Estado y condenar asesinatos y secuestros, buenos son ellos.
Eso sí: la culpa de que la mayoría social y popular en el camino de lograr un Estado vasco esté en mantillas es nuestra. Faltaría más.
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