sábado, 6 de noviembre de 2010

Leonidas se apunta a facebook


La decisión de la Real Academia de la Lengua Española de introducir determinadas modificaciones ortográficas ha abierto un debate interesante.

En particular, a mucha gente parece que no les gusta la decisión de suprimir la denominación "i griega" para referirse a la letra Y, que a partir de ahora será conocida como "ye".
Hay incluso un grupo en facebook: Españoles que queremos que la "Y" se llame "i griega".
En estos momentos tiene sólo 33 miembros.
Pero su número crecerá, seguro.

¿Bastarán 300 para defender estas nuevas Termópilas de la gramática?

jueves, 4 de noviembre de 2010

Cultura, cultura popular y cultura de masas

Leo en las páginas de Cultura del diario PÚBLICO que hay quienes consideran "arte" las acciones de gamberrismo adolescente bestia filmadas por el grupo norteamericano Jackass. Esa es la opinión, ni más ni menos, del MoMA de Nueva York:

Cuando este grupo salvaje anda suelto, nunca se sabe y más vale estar preparado. Muchos los han visto como unos divertidos paletos estadounidenses que no respetan nada. Ahí reside la gracia de su éxito. Son transgresores, y si artistas como Daniel Edwards exponen esculturas de Britney Spears desnuda y dando a luz, ellos encierran al intrépido Steve-O en un váter portátil lleno de excrementos y lo lanzan hacia el cielo con un tirachinas gigante formado por dos grúas. El resultado en ambos casos es el mismo: una pseudo obra de arte con cierto tufillo que deja al espectador con una inevitable sensación de sorpresa y de profundo desagrado.
Josh Siegel, comisario del MoMA responsable de la invitación a los Jackass, justifica su presencia y la de sus bromas en el prestigioso museo asegurando que "siguen la tradición iniciada por los Lumière con El regador regado, en 1895", y que se basa en algo tan simple como el que "nos gusta reírnos del mal ajeno". Su visita al templo neoyorquino del arte moderno ha servido para que los medios de comunicación abran el debate sobre si unos tipos de mediana edad, muchos de ellos padres de familia, recibiendo golpes y gastando bromas de lo más escatológicas puede considerarse una manifestación artística.
"Las performances que he visto en muchos museos contemporáneos no están tan alejadas de lo que nosotros hacemos", se defiende Johnny Knoxville, el cerebro de la banda, quien presume orgulloso de que, después del MoMA, otros museos se han interesado por mostrar sus ocurrencias más alocadas.

Reconozco que las ocurrencias de los Jackass siempre me han resultado ejemplos de incivismo y chulería. No me hacen gracia.
Más allá de esta cuestión de gusto y, por ello, profundamente discutible, me planteo cuál es el criterio para considerar algo como un producto cultural, en general, o como cultura popular o de masas, más específicamente.

El debate académico sobre la caracterización de la “cultura popular” es amplio y abierto. Por mi parte, propondría de entrada una definición generalista (que serviría para justificar el adjetivo de “popular” con el que la identificamos, distinguiéndola así de la cultura en general), para después plantear algunas diferencias entre distintas expresiones de la cultura popular que nos permitan distinguirla de la mera cultura de masas.
Empezando por la primera caracterización genérica de eso que podemos llamar “cultura popular”: parece claro que de lo que se trataría es de distinguirla de otra cultura, que en ocasiones se ha calificado de “alta”. Desde esta perspectiva, la cultura popular lo sería:
a) por su origen: no académico, de las clases populares (bajas, trabajadoras), al margen de la cultura dominante (del “canon” prescrito en un determinado momento histórico);
b) por su vocación: festiva, provocadora, rebelde, en principio no pensada para perdurar sino para su consumo inmediato;
c) por los circuitos por los que discurre: informales, marginales, no mercantilizados;
d) por sus consumidores: clases populares, con bajos niveles de formación.

Sin embargo, esta caracterización no es demasiado útil cuando del papel pasamos al análisis de la realidad.
Seguramente hoy la zarzuela se catalogará sin ninguna duda como cultura popular, pero no así la ópera, que será considerada alta cultura. Sin embargo, en su origen la opera fue una expresión de cultura popular; por su origen, muchas veces, pero sobre todo por su vocación (pensemos en el revolucionario Verdi) y por sus consumidores (las operas de Mozart o de Verdi eran auténticos productos de masas). Como lo fue el teatro de Shakespeare, o los libros de caballerías.
Incluso hoy en día hay fragmentos de ópera que pueden comprenderse como ejemplos perfectos de productos de cultura popular: perfectamente empaquetados en formatos culturales como el cine (pensemos en la cabalgata de las Walkirias en Apocalypse now) o el concurso televisivo de búsqueda de talentos (recordemos el caso de Paul Potts ganando el concurso televisivo Britains Got Talent con su esmerada interpretación de “Nesum dorma”). Algunos estudios recurren al ingenioso neologismo de “popera” (pop-opera) para referirse a esto.
En un sentido similar: la Gioconda, ¿es cultura, cultura popular o cultura de masas? Cultura es, sin ninguna duda. Y cultura popular o incluso de masas, pues seguramente también: no hay más que ver la enorme cantidad de personas que viaja al Louvre sólo para mirar el famoso cuadro (y la decepción de tantas personas cuando ven lo pequeñito que es).
O pensemos en el jazz. En su origen, cultura popular, popularísima, por sus creadores y por sus consumidores. Hoy, seguramente se ha convertido en “alta cultura”, al menos si nos fijamos en sus consumidores.

Así las cosas, atendiendo a su origen, objetivos, circuitos y consumidores preferentes, de entrada cabe distinguir entre cultura popular y alta cultura (o cultura erudita). Más arriba ya hemos intentado caracterizar la cultura popular desde esta perspectiva.
Productos procedentes del campo de la alta cultura pueden acabar convertidos en elementos de la cultura popular (la Gioconda, el Himno de la Alegría, determinadas arias de ópera), y al contrario, productos de cultura popular pueden acabar convertidos en productos de consumo elitista (el jazz)
Ambas culturas, o mejor, productos procedentes de cualquiera de esas dos culturas o campos culturales, pueden acabar convertidos en cultura de masas (en el sentido de que se generaliza o universaliza su consumo, trascendiendo las características sociológicas y hasta las motivaciones y objetivos de sus creadores originarios).

Teniendo todo esto en cuenta, y jugando con las dimensiones origen, vocación, circuitos y consumidores, distinguiría entre:
ALTA CULTURA:
- Origen elitista o ilustrado: academias, universidades...
- Vocación reproductora, preservadora, canónica y excluyente.
- Circuitos privados (hogares) o mercantiles (espectáculo).
- Consumidores reducidos, escogidos, seleccionados, identificados.
CULTURA POPULAR “FOLK”:
- Origen popular, enraizada en la vida y las experiencias cotidianas de las clases populares.
- Vocación festiva, orgiástica, celebrativa y/o subversiva.
- Circuitos públicos (espacios comunitarios, “la calle”) desmercantilizados.
- Consumidores ampliados, borrosos, configurando un público indefinido y abierto, incluyente.
CULTURA POPULAR “POP”:
- Origen tanto popular (rock) como elitista (Warhol).
- Vocación festiva, subversiva.
- Circuitos públicos (calle) y también espacios mercantilizados (negocio).
- Consumidores inespecíficos, ampliados.

¿Y la “cultura de masas”? Pues la verdad es que yo la asimilaría bastante a esa cultura POP.
A sé que muchas veces se habla de cultura “de masas” como sinónimo práctico de una cultura “de mala calidad”. Pero no comparto esta aproximación. Alta o de masas, folk o pop, la cultura debe ser cultura, cultivo. Luego se pueden cultivar melones o kiwis, berzas o brócoli, pero tiene que haber cultivo.
Las zarzas no son cultura. Belén Esteban no es cultura de masas; no dudo que sea popular, pero no es cultura.
Y Jackass tampoco.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Nocturna urbana

“Pasear por la Gran Vía de noche me ayudaba a sentir Madrid así: como en el fondo me gustaba que fuera, y como la añoraba cuando estaba lejos, intentando desentrañar alguna muerte en lugares más pequeños y apacibles. Ahora, excepcionalmente, estaba husmeando allí, en las tripas de mi propia ciudad, aunque hubiera levantado el cadáver a unos cuantos kilómetros. Porque Madrid es demasiado efervescente para caber en su término municipal. Y por mucho que crezca su constelación de cemento, sus arterias de asfalto mantienen el organismo sincronizado en un solo latido, hasta sus más remotas extremidades. También me gustaba sentir aquella conexión, que desde el centro lleva hasta Alcobendas o Móstoles o Getafe o Coslada; tan Madrid como la Cibeles o Neptuno, tan incomprensibles sin ella como a la inversa.

En cierto sentido, las ciudades son mucho más reales que los países, o por lo menos su realidad es más inequívoca. Se afirman sobre su continuidad física, y sobre la continuidad no menos física del sudor y la respiración de sus gentes, más allá de las demarcaciones artificiales sobre las que tratan e imponer su precario designio los ayuntamientos. Uno puede dividir un país, de hecho muchos lo consiguen cotidianamente; pero no hay modo de dividir una ciudad. Todos los que alguna vez lo intentaron, acabaron fracasando. Tanto da que alcen muros, de hormigón, de ideologías o de lenguas. La ciudad los derriba siempre, para seguir bullendo conforme a su lógica primaria y animal. Quizá por eso sea una de las más poderosas construcciones humanas, desde las polis de Grecia hasta las cosmópolis del presente”.

(Lorenzo Silva, La estrategia del agua, pp. 260-261)





martes, 2 de noviembre de 2010

Vientos del pueblo en el Senado

Hoy, el viejo salón de plenos del Senado se ha llenado de memoria, de dignidad, de reciedumbre y de poesía. Todo ello de la mano de Miguel Hernández, de quien estos días se conmemora el centenario de su nacimiento en Orihuela, aunque de todo ese siglo él sólo pudo vivir 31 años.



En el salón han resonado los versos de Miguel Hernández en boca de José María Pou ("Nanas de la cebolla"), Charo López ("El niño yuntero"), Juan Diego (sobrecogedora su interpretación de la "Elegía a Ramón Sijé") y Nuria Espert ("Vientos del pueblo me llevan").

Además de senadoras y senadores de todos los grupos políticos, los escaños han sido ocupados preferentemente por decenas de ciudadanas y ciudadanos, algunos portando libros con los poemas de Miguel Hernández. Cabellos encanecidos, rostros arrugados, pero todas y todos henchidos de vigor democrático.





También ha estado presente Marcelino Camacho. En las intervenciones iniciales de Javier Rojo, presidente del Senado, y de Carlos Berzosa, rector de la Universidad Complutense. Por cierto: también el poeta tuvo su Josefina.


Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
mpotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.


lunes, 1 de noviembre de 2010

Existe la magia

Esta tarde, en el renovado Teatro Campos Eliseos de Bilbao, hemos asistido al espectáculo de Jorge Blass "Existe la magia".
Y existe, realmente.
Es un espectáculo excelente, lleno de humor, poesía, arte y, sobre todo, dominio del oficio.
Mi hija Naia y yo no nos perdíamos el programa "Nada por aquí", en Cuatro. Somos jorgeblassistas confesos (y jandristas, y luispiedrahitistas), así que hemos disfrutado muchísimo.



Y el video sobre la actuación de los magos de la Fundación Abracadabra en Kenya, gozosamente conmovedor.
Niñas y niños que son todo ojos; bocas rebosantes de risa y pasmo.
Magia sin fronteras. Fronteras traspasadas por la magia.

domingo, 31 de octubre de 2010

Restaurar la cordura

"Restore sanity", restaurar la cordura.
Tras este lema, decenas de miles de personas se reunieron ayer en la simbólica explanada del National Mall de Washington.
Convocados por los cómicos Jon Stewart y Stephen Colbert, lo que se reivindicaba era "restaurar la cordura" en el debate político ante la crispación creada por las elecciones legislativas del próximo 2 de noviembre.
Unas elecciones en las que la irrupción del ultraderechista Tea Party ha dado al traste con cualquier atisbo de respeto, no ya al adversario político, sino a la simple y llana verdad de las cosas. Todo ello vuelve imposible la deliberación democrática.





"La política estadounidense -escribía hace cuatro años el filósofo Ronald Dworkin- se encuentra en un estado lamentable. Discrepamos, ferozmente, sobre casi todo. Discrepamos sobre el terror y la seguridad, sobre la justicia social, sobre la religión en la política, sobre quién es apto para ser juez y sobre qué es la democracia. Estos desacuerdos no transcurren de manera civilizada, ya que no existe respeto recíproco entre las partes. Hemos dejado de ser socios en el autogobierno; nuestra política es más bien una forma de guerra" (La democracia posible, p. 15).

En España ya tenemos nuestra propia versión del Tea Party Movement: las TDTertulias.
Las elecciones catalanas y el principio del final de ETA van a cargar sus argumentarios (o así) con munición de gran calibre.
Todo para llevarse el gato al agua, aunque se ahogue.