jueves, 4 de noviembre de 2010

Cultura, cultura popular y cultura de masas

Leo en las páginas de Cultura del diario PÚBLICO que hay quienes consideran "arte" las acciones de gamberrismo adolescente bestia filmadas por el grupo norteamericano Jackass. Esa es la opinión, ni más ni menos, del MoMA de Nueva York:

Cuando este grupo salvaje anda suelto, nunca se sabe y más vale estar preparado. Muchos los han visto como unos divertidos paletos estadounidenses que no respetan nada. Ahí reside la gracia de su éxito. Son transgresores, y si artistas como Daniel Edwards exponen esculturas de Britney Spears desnuda y dando a luz, ellos encierran al intrépido Steve-O en un váter portátil lleno de excrementos y lo lanzan hacia el cielo con un tirachinas gigante formado por dos grúas. El resultado en ambos casos es el mismo: una pseudo obra de arte con cierto tufillo que deja al espectador con una inevitable sensación de sorpresa y de profundo desagrado.
Josh Siegel, comisario del MoMA responsable de la invitación a los Jackass, justifica su presencia y la de sus bromas en el prestigioso museo asegurando que "siguen la tradición iniciada por los Lumière con El regador regado, en 1895", y que se basa en algo tan simple como el que "nos gusta reírnos del mal ajeno". Su visita al templo neoyorquino del arte moderno ha servido para que los medios de comunicación abran el debate sobre si unos tipos de mediana edad, muchos de ellos padres de familia, recibiendo golpes y gastando bromas de lo más escatológicas puede considerarse una manifestación artística.
"Las performances que he visto en muchos museos contemporáneos no están tan alejadas de lo que nosotros hacemos", se defiende Johnny Knoxville, el cerebro de la banda, quien presume orgulloso de que, después del MoMA, otros museos se han interesado por mostrar sus ocurrencias más alocadas.

Reconozco que las ocurrencias de los Jackass siempre me han resultado ejemplos de incivismo y chulería. No me hacen gracia.
Más allá de esta cuestión de gusto y, por ello, profundamente discutible, me planteo cuál es el criterio para considerar algo como un producto cultural, en general, o como cultura popular o de masas, más específicamente.

El debate académico sobre la caracterización de la “cultura popular” es amplio y abierto. Por mi parte, propondría de entrada una definición generalista (que serviría para justificar el adjetivo de “popular” con el que la identificamos, distinguiéndola así de la cultura en general), para después plantear algunas diferencias entre distintas expresiones de la cultura popular que nos permitan distinguirla de la mera cultura de masas.
Empezando por la primera caracterización genérica de eso que podemos llamar “cultura popular”: parece claro que de lo que se trataría es de distinguirla de otra cultura, que en ocasiones se ha calificado de “alta”. Desde esta perspectiva, la cultura popular lo sería:
a) por su origen: no académico, de las clases populares (bajas, trabajadoras), al margen de la cultura dominante (del “canon” prescrito en un determinado momento histórico);
b) por su vocación: festiva, provocadora, rebelde, en principio no pensada para perdurar sino para su consumo inmediato;
c) por los circuitos por los que discurre: informales, marginales, no mercantilizados;
d) por sus consumidores: clases populares, con bajos niveles de formación.

Sin embargo, esta caracterización no es demasiado útil cuando del papel pasamos al análisis de la realidad.
Seguramente hoy la zarzuela se catalogará sin ninguna duda como cultura popular, pero no así la ópera, que será considerada alta cultura. Sin embargo, en su origen la opera fue una expresión de cultura popular; por su origen, muchas veces, pero sobre todo por su vocación (pensemos en el revolucionario Verdi) y por sus consumidores (las operas de Mozart o de Verdi eran auténticos productos de masas). Como lo fue el teatro de Shakespeare, o los libros de caballerías.
Incluso hoy en día hay fragmentos de ópera que pueden comprenderse como ejemplos perfectos de productos de cultura popular: perfectamente empaquetados en formatos culturales como el cine (pensemos en la cabalgata de las Walkirias en Apocalypse now) o el concurso televisivo de búsqueda de talentos (recordemos el caso de Paul Potts ganando el concurso televisivo Britains Got Talent con su esmerada interpretación de “Nesum dorma”). Algunos estudios recurren al ingenioso neologismo de “popera” (pop-opera) para referirse a esto.
En un sentido similar: la Gioconda, ¿es cultura, cultura popular o cultura de masas? Cultura es, sin ninguna duda. Y cultura popular o incluso de masas, pues seguramente también: no hay más que ver la enorme cantidad de personas que viaja al Louvre sólo para mirar el famoso cuadro (y la decepción de tantas personas cuando ven lo pequeñito que es).
O pensemos en el jazz. En su origen, cultura popular, popularísima, por sus creadores y por sus consumidores. Hoy, seguramente se ha convertido en “alta cultura”, al menos si nos fijamos en sus consumidores.

Así las cosas, atendiendo a su origen, objetivos, circuitos y consumidores preferentes, de entrada cabe distinguir entre cultura popular y alta cultura (o cultura erudita). Más arriba ya hemos intentado caracterizar la cultura popular desde esta perspectiva.
Productos procedentes del campo de la alta cultura pueden acabar convertidos en elementos de la cultura popular (la Gioconda, el Himno de la Alegría, determinadas arias de ópera), y al contrario, productos de cultura popular pueden acabar convertidos en productos de consumo elitista (el jazz)
Ambas culturas, o mejor, productos procedentes de cualquiera de esas dos culturas o campos culturales, pueden acabar convertidos en cultura de masas (en el sentido de que se generaliza o universaliza su consumo, trascendiendo las características sociológicas y hasta las motivaciones y objetivos de sus creadores originarios).

Teniendo todo esto en cuenta, y jugando con las dimensiones origen, vocación, circuitos y consumidores, distinguiría entre:
ALTA CULTURA:
- Origen elitista o ilustrado: academias, universidades...
- Vocación reproductora, preservadora, canónica y excluyente.
- Circuitos privados (hogares) o mercantiles (espectáculo).
- Consumidores reducidos, escogidos, seleccionados, identificados.
CULTURA POPULAR “FOLK”:
- Origen popular, enraizada en la vida y las experiencias cotidianas de las clases populares.
- Vocación festiva, orgiástica, celebrativa y/o subversiva.
- Circuitos públicos (espacios comunitarios, “la calle”) desmercantilizados.
- Consumidores ampliados, borrosos, configurando un público indefinido y abierto, incluyente.
CULTURA POPULAR “POP”:
- Origen tanto popular (rock) como elitista (Warhol).
- Vocación festiva, subversiva.
- Circuitos públicos (calle) y también espacios mercantilizados (negocio).
- Consumidores inespecíficos, ampliados.

¿Y la “cultura de masas”? Pues la verdad es que yo la asimilaría bastante a esa cultura POP.
A sé que muchas veces se habla de cultura “de masas” como sinónimo práctico de una cultura “de mala calidad”. Pero no comparto esta aproximación. Alta o de masas, folk o pop, la cultura debe ser cultura, cultivo. Luego se pueden cultivar melones o kiwis, berzas o brócoli, pero tiene que haber cultivo.
Las zarzas no son cultura. Belén Esteban no es cultura de masas; no dudo que sea popular, pero no es cultura.
Y Jackass tampoco.

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