sábado, 24 de noviembre de 2018

Nuestras riquezas: una librería en Argel


Kaouther Adimi
Nuestras riquezas
Traducción de Manuel Arranz
Libros del Asteroide, 2018


En 1936 el veinteañero Edmond Charlot abre en Argel la librería "Las Verdaderas Riquezas", tomando para sí el título de la obra homónima de Jean Giono -publicada en castellano por Errata Naturae- y, junto con el título, el espíritu que anima esta obra:

"La sociedad construida sobre el dinero destruye las cosechas, destruye a los animales, destruye a los hombres, destruye la alegría, destruye el mundo auténtico, destruye la paz, destruye las riquezas verdaderas" (Jean Giono, Las riquezas verdaderas, p. 30).

De ahí la intención de Charlot: fundar una librería y una editorial, pero no como un negocio, sino como un espacio consagrado al pensamiento, la creación, la amistad, la inteligencia, el entendimiento:

"Una librería que vendiese novedades y libros antiguos, que prestara obras y que no fuera únicamente un negocio, sino un lugar de encuentros y de lectura. Un lugar de fraternidad, en cierto modo, y con un toque mediterráneo: invitar a escritores y lectores de todos los países del Mediterráneo sin distinción de lengua ni de religión, gente de aquí, de esta tierra, de este mar...".

La novela de la igualmente joven Kaouther Adimi (Argel, 1986) cuenta, con un lenguaje sencillo y directo, la historia de esa librería y de las personas y personajes que tuvieron relación con ella.

Para ello, recurre a dos planos temporales. El primero, el día a día de la librería, a partir de las anotaciones de los diarios de Edmond Charlot, entre 1935 y 1961. Una época histórica excepcionalmente agitada: la guerra civil de España, la segunda guerra mundial, la revolución argelina contra la colonización francesa, influirán sobre la librería tanto como las dificultades económicas que su fundador deberá sortear recurriendo a la complicidad de sus amistades. Es en este plano en el que se mueven los personajes que constituyeron el universo de "Las Verdaderas Riquezas" (como Antoine de Saint-Exupéry o André Gide), entre los que destaca la presencia constante de Camus: su nombre aparece en al menos 26 de las 166 páginas de la historia.

El segundo plano temporal, actual, se construye a partir de la experiencia de Ryad -veinte años de edad y estudiante de ingeniería en París- que en 2017 es enviado a Argel para desmontar el viejo local que en su tiempo acogió la librería de Charlot, deshacerse de su mobiliario y de los libros que aún quedan y limpiar y pintar el local, destinado a acoger una buñolería. Es aquí cuando conocemos a las personas que habitan el barrio donde se ubicaba la librería y que, en algunos casos, la conocieron abierta y en pleno funcionamiento: Moussa el de la pizzeria, el tendero que no le vende pintura a Ryad, el camarero de Chez Saïd, la vendedora de perfumes de imitación, el ciego Youcef ("capaz de reconocer cualquier libro con solo tocar la cubierta y de recitar uno de sus pasajes de memoria"), la joven Sarah y, sobre todo, el viejo Abdallah, que trabajó en "Las Verdaderas Riquezas" y que ahora custodia el local como un fantasma.

En fin: se trata de una obra breve pero intensa, evocadora, un canto de amor a los libros y las librerías. Yo hubierra sido feliz teniendo cerca una librería como "Las Verdaderas Riquezas".

"Irás a Las Verdaderas Riquezas, ¿verdad? Tomarás las callejuelas en cuesta, las descenderás o las subirás. Te protegerás del sol que pega con fuerza ... te detendrás en la terraza de un café y no dudarás en sentarte un momento para charlar con unos y con otros. Aquí no hacemos diferencias entre la gente que conocemos y la que acabamos de conocer...".


domingo, 18 de noviembre de 2018

El peregrino

 
El peregrino
J.A. Baker
Traducción de Marcelo Cohen
Editorial Sigilo, Madrid 2018


Día tras día John Alec Baker (1926-1987) recorre la zona rural de Essex observando a los halcones peregrinos que por ahí anidan y cazan. Un espacio plenamente humanizado -hay granjas y tractores, puerto de mar y cargueros fondeados, pueblos, cazadores...- pero repleto de vida natural. Cada día el mismo paisaje -los mismos bosques, campos, pantanos, arroyos y marismas- y los mismos lances de caza; y, sin embargo, la inmensa capacidad de observación y descripción de Baker nos descubre cada jornada un mundo nuevo.

"Llegúe tarde al amor por las aves", reconoce Baker al principio del libro. "Por años solo las vi como un temblor al filo de la visión". Pero su capacidad de observación y comunicación asombra y a veces hasta abruma. Sus descripciones de lo que observa mientras se mueve, andando o en bicicleta, como una criatura más de la naturaleza. Un ejemplo esplendoroso de estas descripciones:

"Lo más emocionante de un halcón es cómo puede crear vida de la tierra quieta conjurando bandadas enteras. A medida que el halcón lo sobrevolaba, del gran campo que se extiende entre la carretera y el arroyo surgió una multitud de gaviotas, palomas torcaces y avefrías. Tan apretadas se alzaron las gaviotas que fue como si una sábana de agua blanca tapase la granja. Oscuro entre las gaviotas blancas el halcón descargó su filo, dispersándolas como agua que estalla en espuma. Al bajar los prismáticos me di cuenta de que también los pájaros que me rodeaban habían estado atentos al halcón. En los árboles y arbustos había muchos gorriones, estortinos pintos, mirlos y zorzales que miraban al este y no paraban de parlotear y reñir. Y por todas las sendas, mientras apuraba el paso hacia el este, los setos estaban revestidos de pajaritos acurrucados que trinaban su prevención al cielo vacío".

¡No me digáis que al leerlo no se escuchan los trinos y los aleteos, que no se ven los movimientos espasmódicos o armónicos de las bandadas de aves!

"Aunque todo lo que describo sucedió mientras lo observaba, no creo que con la observación honrada baste. Las emociones y el comportamiento del observador también son hechos y hay que registrarlos con fidelidad". En efecto, Baker combina magistralmente capacidad de observación (lo que exige distanciamiento) y capacidad de identificación con la realidad observada (lo que exige cercanía). 
Tanto, que en ocasiones, el observador se transforma en el ave que observa: "Parado en un campo, cerca del huerto del norte, cerré los ojos y traté de cristalizar mi voluntad en el prisma embebido de luz de la mente del peregrino. En la calidez del sol, bien plantado en su olor a hierba alta, me sumergí en la piel, la sangre y los huesos del halcón. El suelo se hizo rama para mis pies, el sol me pesaba en los párpados y los calentaba. Como el halcón, oí y odié el sonido del hombre, ese horror sin rostro de los lugares rocosos".

En fin: es este un libro de escritura hermosa, compleja, trabajada; literatura mayúscula, que ha debido exigir un esfuerzo de traducción igualmente mayúsculo. Sólo dos ejemplos de esta calidad literaria, que convierte El peregrino en muchísimo más que un texto de o para naturalistas:

"Molidos por el lento mordisco del arado, grandes terrones negruzcos se curvaban en surcos, rebanados, sólidos hasta el brillo, con destellos de sol en los bordes netos. Gaviotas y avefrías sondeaban los largos valles marrones y las oscuras grietas en busca de gusanos, como águilas buscando serpientes".

"En medio de ese viento, el sol en una zanja seca, de pronto un chichín pareció divino como un curita marrón en una parroquia de hojas muertas y setos invernales, devoto hasta la muerte".