Uno se apoya en la mochila. Porque en el momento en que nos quitamos el peso de nuestros hombros no sabemos enderezarnos enseguida; ¡pues resulta que era el peso lo que antes nos daba seguridad y equilibrio! [George Simmel]
jueves, 21 de octubre de 2021
El mar que nos rodea
martes, 19 de octubre de 2021
Mi más sentido pésame
Puedo equivocarme, aunque mi memoria me devuelve el recuerdo como un hecho indubitable. Se trata de un coloquio en la televisión vasca tras el atentado de Hipercor; José Antonio Osaba, histórico protagonista de la huelga de Bandas, visiblemente molesto con la aproximación fría, taxidérmica, que uno de los participantes, vinculado al mundo de la izquierda abertzale, mostraba hacia las víctimas, le espeta: ¿pero qué pasa, que se les cayó el techo encima?
Leo el punto 3 de la denominada “Declaración
del Dieciocho de Octubre” y detecto el mismo distanciamiento, la misma
operación de desvinculación. Se habla de un dolor que “nunca debió haberse
producido”, se dice que a nadie puede satisfacer que “todo aquello sucediera”
ni que “se hubiera prolongado tanto en el tiempo”. Pero ¿se hubiera prolongado
tanto en el tiempo de no haber sido por el apoyo y la justificación que la
izquierda abertzale dio a la violencia de ETA? ¿Y por qué se produjo “todo
aquello”, por qué sucedió lo que sucedió? ¿Fue la consecuencia lamentable (hoy)
pero explicable e inevitable (hasta hoy) de un enquistado conflicto histórico,
verdadera causa de todo ese dolor y sufrimiento padecido?
En las palabras pronunciadas por Otegi no echo en
falta términos como “perdón” o “condena”; lo que me gustaría es saber qué
piensa y dice de lo
que había antes de la violencia: esa mentalidad totalitaria que limitaba la
identidad vasca a una sola forma de ser, esa incapacidad para admitir de y
gozar con la pluralidad constitutiva de nuestra sociedad, esa abstracción de la
persona humana real para reducirla a etiqueta, a función, a caricatura…
Tal vez se buscaba la solemnidad, pero el estilo
declarativo tiene el riesgo de caer en el terreno de lo impostado. Ocurre como
con las disculpas por twitter: no hay duda de que se gana en rapidez, pero se
pierde en profundidad. Un poco como dar el pésame en el funeral de una persona
con la que no hemos tenido mucha relación. Y esto es lo más doloroso de todo:
que entre las víctimas del terrorismo y la izquierda independentista vasca sí
había relación. No se les cayó el techo encima.
domingo, 17 de octubre de 2021
La casa más lejana
El dinosaurio ausente
Cuando ETA cesó definitivamente en su actividad terrorista, todos los problemas de Euskadi todavía estaban allí. No se me ocurre representación más absurdamente trágica de la historia de ETA, de ese dinosaurio pesadillesco que hace diez años desapareció de nuestras vidas.
Aquel 20 de octubre de 2011 en el que ETA anunció su disolución Euskadi seguía teniendo los mismos problemas que un año o una década antes. Si pensamos en los grandes objetivos que pretendían justificar su existencia, la independencia y el socialismo, aquel 20 de octubre Euskadi estaba tan cerca o tan lejos de ser un Estado socialista como lo estaba 52 años antes, cuando ETA nació. Durante medio siglo nada (nada sustancial, nada a mejor) cambió con la existencia de ETA; pero tras su disolución, todo cambió. Cuando despertamos, el dinosaurio ya no estaba allí, y con él empezaban a desaparecer las miradas a los bajos de los coches, las despedidas mañaneras como si fueran la última, la emigración forzada, las nucas guardaespaldadas, la ocultación de las convicciones y las militancias políticas, las geografías urbanas prohibidas…
Cuando ETA desapareció, hace diez años, desapareció EL PROBLEMA VASCO (así, con mayúsculas) porque, en realidad, ETA era nuestro problema mayúsculo. Su mera existencia generaba una perversa profecía autocumplida: si hay personas dispuestas a matar y a morir, ¿cómo no va a ser grave la situación política que sufre Euskal Herria? Tanto las personas que lo practican como las que lo apoyan, pero también muchas que lo analizan, se aproximan al terrorismo desde una perspectiva estratégica o de acción racional: como una forma de acción que tal vez no se sostenga en la teoría, pero que funciona en la práctica; yo creo, más bien, que el terrorismo no funciona en la práctica, pero sí en la teoría. Es el efecto-marco de la violencia terrorista: “si no queda otra salida que recurrir a la violencia armada” por algo será...
Pero el caso es que ETA desapareció y todos los problemas mayúsculos que supuestamente justificaban su existencia se convirtieron en lo que realmente eran y siguen siendo, en problemas políticos con minúsculas, susceptibles de ser abordados como cualquier problema político: reflexionando con inteligencia, diagnosticando con acierto, proponiendo alternativas, convenciendo, acumulando fuerza democrática…
En julio de 1997, tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, recurrí a otro microrrelato de Augusto Monterroso, el titulado “El rayo que cayó dos veces en el mismo sitio”, para denunciar la estéril violencia de ETA: “Hubo una vez un Rayo –escribe Monterroso- que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho”. Desgraciadamente ETA no se deprimió la segunda, ni la tercera, ni la cuarta vez que hizo daño. Cuarenta y tres años de asesinatos, más de 850 víctimas mortales… ¿para qué? Una historia de navegación sin rumbo que solo podía acabar en derrota. Fue hace diez años. Demasiado tarde.