lunes, 10 de enero de 2022

Yo, vieja

Anna Freixas
Yo, vieja
Prólogo de Manuela Carmena
Capitán Swing, 2021

"En realidad, de lo que trata el libro es de los derechos humanos en la vejez y, concretamente, de los derechos de las mujeres en la edad mayor, sintetizados en tres principios que me parecen fundamentales: la libertad, la justicia y la dignidad. Por tanto, estos apuntes de supervivencia -que también podrían considerarse propuestas de resistencia- están pensados para la nueva generación de viejas que van estrenando libertades, pero sobre todo para las que mantienen su dignidad -en la forma y en el fondo-, para las ancianas que mientras se desplazan por el calendario son capaces de escudriñar la vida y las relaciones cotidianas con perseverancia y agudeza, con la clarividencia que dan los muchos tiros pegados, y no están dispuestas a pasar ni una".


Anna Freixas vuelca en este libro mucho de lo investigado y reflexionado en sus trabajos sobre gerontología y feminismo a lo largo de cuatro décadas. Algunos de estos trabajos pueden leerse aquí gracias a la Fundación Dialnet. 

Es un libro escrito con humor y con amor, con gracia y con rabia, con "la libertad y el desparpajo" que la autora reclama para sí y para todas las mujeres viejas. Viejas, sí, veteranas de la vida y de sus luchas, orgullosamente plantadas frente a los estereotipos patriarcaledadistas que imponen unos "imposibles estándares de belleza" contra los que solo cabe rebelarse:

"Luzcamos a los 50 cuerpos de 50, a los 70 cuerpos  de 70 y a los 90 cuerpos de 90; lo demás es pornografía y tortura. Si no poseemos nuestro cuerpo y respetamos nuestra edad, ¿cómo podemos esperar que los demás nos respeten?".

Es cuestión de dignidad, uno de los valores más reivindicados por Anna Freixas.

Sobre esta base, la autora reflexiona y nos invita a reflexionar sobre las militancias feministas de ayer y de hoy, sobre los cuidados propios y ajenos, sobre los vínculos de amistad y vecindad, sobre el (mal)trato que reciben las mujeres viejas en el sistema de salud, la medicalización y la institucionalización en residencias, la vida autónoma (que no solitaria), la muerte, la sexualidad posmenopausica o los pactos de sororidad.

Varios de los capítulos finalizan con un listado de sugerencias (p.e., "No presumas de lo muy ocupada que estás desde que te has jubilado, tratando de confirmar que sigues ahí. Ya lo vemos"), insinuaciones (p.e., "Reconócete en los cuerpos de otras mujeres que, como tú, han vivido con intensidad"), argucias (p.e., "Supera la tentación de quedarse en casa más de la cuenta. Procura salir y andar un rato todos los días y, de paso, mantenerte informada de la vida del barrio"), inspiraciones (p.e., "Revisa las ideas culturales que limitan tu erótica. Identifica tu deseo, nómbralo, legitímalo y ponlo en práctica. Si te apetece"), iniciativas (p.e., "No arrojes la toalla hasta el fin de tus días. Mantén tu dignidad y exígela a los demás"), "tretas" (p.e., "Cultiva tu red social enmarañada"), atrevimientos" (p.e, "Cuida a quien merezca tu desvelo"), trucos (p.e., "Considera la línea femenina para preservar tu legado. De madres a hijas y nietas y, si no hay hijas, a las hijas de los hijos. Y por qué no a alguna mujer/amiga que te llevará en su corazón y no lo venderá a la primera de cambio"), componendas (p.e., "Ríete de todo lo ridículo y absurdo que te rodea: la risa es un elemento antiestrés fenomenal") y mañas (p.e., "Informa al médico o médica que conversa con tu acompañante sobre tus dolencias de que estás ahí presente, que se trata de tu cuerpo y tus decisiones") que, junto a los 24 deseos y demandas apuntados en las páginas 148-151, conforman un auténtico programa tanto para una política de la vida como para una política pública que vaya mucho más allá de los tópicos del envejecimiento activo.
 
Gracias, Anna Freixas: yo también quiero ser vieja.