La balada de Holt
Traducción de Julio Trujillo
Penguin Random House, 2025
"Al principio nadie podía creerlo. Y de repente era cierto: él había vuelto al pueblo después de ocho años. Conducía un Cadillac rojo y, después de quedarse sentado en el coche en Main Street durante una hora mientras la gente que iba de compras pasaba por delante y apenas le prestaba la suficiente atención como para darse cuenta de quién era, Ralph Bird finalmente lo había reconocido. Así que a primeras horas de la noche Bub Sealy lo arrestó, le golpeó una vez en la nuca con su pistola, le obligó a sentarse en el asiento trasero del coche patrulla, y se lo llevó doblando la esquina y pasando la manzana en dirección al juzgado de Albany Street, donde lo metió en el calabozo.
Así que el fenómeno local había vuelto. El hijo nativo había regresado. Solo que ahora estaba entre rejas, encerrado en una celda de la que no podía salir, y la gente estaba contenta de que así fuera. Comenzaron a hablar inmediatamente de él. Se decían que todavía podían obtener alguna compensación de Jack Burdette".
Leer La balada de Holt hoy, después de haber recorrido todas las otras novelas de Kent Haruf ambientadas en el condado de Holt, permite situarla con claridad como una obra de origen: no es la primera cronológicamente (esta es El vínculo más fuerte), pero sí la más áspera, la menos conciliadora, la que plantea de forma más desnuda el conflicto entre el individuo y la comunidad. En ella ya están casi todos los temas que Haruf desarrollará más adelante, pero todavía sin el contrapunto de la compasión y el cuidado mutuo que caracteriza a sus novelas posteriores.
La historia se articula alrededor del regreso de Jack Burdette a Holt. Ese regreso no tiene nada de nostálgico ni reparador. Modesta celebridad local en su juventud por su físico imponente y sus dotes como jugador de fútbol americano, es un hombre carismático, violento y profundamente irresponsable, marcado por el abuso del alcohol, la agresividad y una incapacidad total para asumir vínculos duraderos. Seductor y destructivo a la vez, encarna una masculinidad dañina que deja tras de sí mujeres abandonadas, hijos desatendidos y un rastro de culpa colectiva. Su regreso al pueblo, tras años de ausencia, no trae reconciliación ni cierre, sino la reactivación de viejas heridas. Jack vuelve roto, cargando una violencia aprendida y una incapacidad total para asumir responsabilidades. Su presencia reactiva viejas tensiones: recuerdos mal resueltos, culpas compartidas, silencios que el tiempo no ha suavizado.
El regreso de Jack Burdette al pueblo no reactiva únicamente viejos conflictos: devuelve a escena una historia de violencia de género y violencia doméstica que atraviesa la novela de principio a fin y que condiciona la vida de su esposa, Jessie, y de los dos hijos de ambos.
Uno de los aspectos más inquietantes de la novela es la respuesta -o la falta de ella por parte de la comunidad. Holt conoce la historia de Jack, conoce su carácter y su comportamiento, pero esa conciencia no se traduce en intervención ni protección. Haruf retrata con precisión una comunidad que observa, comenta, juzga en silencio y, finalmente, tolera. La violencia de género no aparece como un asunto privado, pero tampoco como un problema colectivo que exija una acción común. Ese vacío ético convierte a Holt en un espacio cómplice, no por maldad explícita, sino por inercia y miedo a alterar el orden establecido.
El título original de la novela, Where you once belonged (donde alguna vez perteneciste, el lugar al que una vez perteneciste) encierra una paradoja central en toda la obra de Haruf: el lugar al que uno perteneció puede dejar de admitirlo. Holt no expulsa a Jack Burdette; simplemente no sabe qué hacer con él. Esta idea -volver para descubrir que ya no se pertenece- atraviesa toda la novela y la convierte en una reflexión amarga sobre la identidad, el arraigo y la memoria.
Comparada con otras novelas de Haruf, esta aparece como el punto más oscuro de un arco narrativo que, con el tiempo, se irá abriendo a otras posibilidades: la capacidad de la comunidad para cuidar, para sostener a los más vulnerables mediante gestos pequeños, silenciosos, profundamente humanos, una ética del acompañamiento. También el tratamiento del tiempo marca una diferencia. En esta novela, el pasado es una fuerza casi aplastante, que determina el presente sin ofrecer salidas. En las obras posteriores, ese mismo pasado sigue pesando, pero deja espacio a la transformación lenta, imperfecta, siempre parcial.
Leer La balada de Holt después de haber leído nos muestra que Holt siempre fue el mismo lugar, pero la forma de mirarlo cambió para Haruf. Y en ese cambio, cuidadosamente construido a lo largo de los años, reside una de las trayectorias más coherentes y moralmente exigentes de la narrativa norteamericana contemporánea.










































