Las damiselas y el escritor
Tusquets, 2025
"Es curioso, cuando alguien importante desaparece de nuestras vidas, deseamos saberlo todo de su vida anterior. Me gustaría hacer su investigación, tener licencia para preguntar. Siempre quise saber de sus amores: ¿a quién había amado? ¿por qué vivió solo durante décadas? En la vida de aquel solitario muchas mujeres había ocupado un lugar antes de que yo apareciera. Me pregunto qué relación había mantenido con ellas, qué grado de intimidad escondía su afecto. ¿Las había abrazado?, ¿alguna damisela había posado la cabeza en su hombro llorando, como hice yo?".
Este es un libro que se adentra, con una serenidad poco común, en uno de los territorios más delicados de la experiencia amorosa: la convivencia con las otras presencias que han habitado la vida de la persona amada. María Bengoa no rehúye ese espacio incómodo; al contrario, lo convierte en el corazón mismo del relato, abordándolo con una honestidad luminosa y una escritura profundamente humana.
El libro gira, sí, en torno a Ramiro Pinilla, pero no desde la mitificación del escritor ni desde la biografía celebratoria. María Bengoa se interesa por el hombre y, especialmente, por las relaciones que sostuvo a lo largo de su vida con distintas mujeres -las “damiselas”- con las que compartió escucha, apoyo, complicidad y confidencias. Relaciones que no se presentan como amenaza ni como traición, sino como parte de una manera compleja y profundamente humana de estar en el mundo, de vincularse, de vivir la afectividad.
Lo verdaderamente notable es cómo se cuenta esto. La autora elige un delicado juego de autoficción: la viuda del escritor -trasunto explícito de ella misma- encarga a un joven periodista entrevistar a esas mujeres que conocieron a su compañero de vida. A través de esas voces, la autora se mira, se interroga y se desplaza. No para juzgar, sino para comprender. No para ajustar cuentas, sino para escuchar, para ampliar el mapa afectivo desde el que también ella se construyó:
"Me gusta cómo ha retratado a algunas damiselas, a otras, no tanto... En ellas hay algo de mí y en mí mucho de ellas. Todas perseguíamos un sueño, el arte trata de eso. Y su fascinante coraje, la vocación entregada del escritor, como si la literatura fuera más importante que la vida, despertaba en nosotras el deseo de emularlo. Las damiselas hilvanan hebras que se unen por un cordón invisible".
En este movimiento hay una enorme valentía emocional. María Bengoa aborda una cuestión que podría estar atravesada por el reproche o el agravio desde un lugar muy distinto: el de la aceptación lenta, trabajada, consciente. Su escritura no oculta los celos, la envidia, el desasosiego; los nombra sin dramatizarlos, los reconoce como parte de su propia biografía afectiva. Y en ese gesto de reconocimiento, los transforma. Al final del libro, la autora lo formula con una claridad desarmante:
“Este libro habla de mí, exorciza fantasmas de mi propia vida y expurga diarios inconexos. Pasé de no querer superar el dolor por la muerte del escritor a recrearme en la tristeza y, finalmente, tras explorar mis cuadernos y aceptar los celos y la envidia que había sentido, a escribir e imaginar sus relaciones con otras mujeres antes de conocernos”.
Ese tránsito del duelo a la elaboración, del silencio a la palabra, atraviesa todo el texto. Y lo hace sin estridencias, con una prosa limpia, contenida, que confía en la inteligencia emocional de quien lee, mostrando cómo se puede habitar la memoria sin quedar atrapada en ella.
La relación con Ramiro Pinilla aparece así despojada de idealizaciones románticas, pero atravesada por una lealtad profunda. El amor que emerge de estas páginas no es posesivo ni complaciente; es un amor que acepta la complejidad del otro y que, al hacerlo, se permite también crecer, revisarse y narrarse.
Por todo ello, la lectura de este libro exige una actitud determinada: Las damiselas y el escritor no admite una mirada curiosa ni mucho menos morbosa, sino que demanda de quien lee respeto, escucha y una disposición ética similar a la que sostiene la escritura. Es un libro que solo puede recibirse desde la gratitud, agradeciendo la generosidad de una autora que se expone sin exhibirse, que abre su intimidad no para ser observada, sino para ser comprendida.
Un libro delicado y valiente. Un ejercicio de memoria amorosa que no esquiva las zonas de sombra y que, precisamente por eso, irradia luz. Una reflexión íntima sobre los afectos, las pérdidas y la escritura como forma de reconciliación con la propia historia. Al cerrar el libro, queda la sensación de haber asistido a un gesto raro y generoso: el de alguien que se atreve a mirar de frente aquello que más duele y convertirlo en la mejor literatura.

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