Perdón por la autocita, pero en 1996 publiqué un artículo titulado Participación y democracia ante las nuevas tecnologías (Telos: Cuadernos de Comunicación, Tecnología y Sociedad, nº 45, 1996, pp. 26-35. Puede leerse aquí.) en el que criticaba el determinismo práctico que caracteriza a la mayoría de la información, básicamente promocional, sobre nuevas tecnologías presentada por los grandes medios de comunicación. El artículo al que me estoy refiriendo es un ejemplo canónico de este tipo de información.
Estas eran las siete supuestas razones por las que se debería encender el móvil en clase:
1. El alumno lleva toda la información encima. La mueve, la intercambia, la comparte en red, fuera y dentro de clase. De esta forma, aprende de forma intuitiva, incluso sin ser consciente de ello. El móvil es clave para los estudiantes.
2. La clase ya no es el único lugar donde se aprende. El uso de apps educativas como complemento de los temarios empieza a ser una realidad. Y las iniciativas de emprendedores para crearlas son cada vez más numerosas. El sector calcula que en la actualidad existen más de 80.000 apps educativas. Son gratuitas y ayudan a que aumente la motivación del alumno. Muchos docentes y expertos insisten en su utilidad en el aula. Los contenidos vienen de fuera del aula y entran por la tecnología a través de los móviles o de otros soportes.
4. La transformación de la educación con la tecnología tiene tres patas: los recursos digitales con los que se dota al aula y a los alumnos (desde las pizarras digitales a los ordenadores), el seguimiento del profesorado y un currículo digitalizado. Y los recursos ya no son la asignatura pendiente, resaltan los expertos. De hecho, el 85% de los centros de secundaria de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ya en 2012 estaba dotado de ordenadores de mesa; el 41%, de portátiles, y el 11%, de tabletas, según datos de esta organización. Los siguientes pasos a dar son extender el currículo digitalizado, así como el seguimiento y apoyo del profesorado en la enseñanza con esos materiales.
5. Los profesores ya no van a cursillos para que les enseñen a usar la tecnología. No son la solución. Está más que comprobado. Hoy en día el seguimiento del docente ya se hace por expertos en tecnología en los propios centros. Se les da apoyo sobre el terreno en el uso de todas las herramientas que integran el currículo digitalizado (que tiene múltiples recursos, como ilustraciones animadas, vídeos, visitas virtuales, foros…).
6. El gasto público en tecnología crece en los países más avanzados, a pesar de que baja el gasto en educación. Países como Estados Unidos o Inglaterra han seguido esta línea en plena crisis. Pero no siempre la inversión en tecnología para la educación se ha traducido en una mejora de los resultados de los estudiantes. De hecho, algunos de los países que menos invierten en ella (como Finlandia, Japón o Corea del Sur) salen en los primeros puestos de las pruebas Pisa de la OCDE, al igual que otros que, por el contrario, invierten mucho en ella (como Singapur, los Países Bajos o Estonia).
¿Razones? Veamos:
1. Se dice que el alumno lleva toda la información encima. En primer lugar, no escierto: el alumno lleva consigo sólo la información a la que puede acceder vía internet, que es mucha, muchísima, sí, pero ni es toda ni es siempre la más relevante. Por otro lado, un artículo publicado hoy por la misma informadora en el mismo diario señala que "sólo el 2% de los alumnos distingue la información relevante en Internet". ¿De qué sirve, entonces, llevar toda la información encima?
2. Se dice a continuación que la clase ya no es el único lugar donde se aprende. No lo ha sido nunca. Antes de internet también se aprendía a través del diario, de la radio, la televisión o el cine (además de en la familia, el grupo de iguales, las asociaciones intermedias o la calle), pero a nadie se le ocurrió jamás meter en el aula "sin apagar" a ninguna de estas instancias socializadoras y educadoras. Al contrario, lo que se ha buscado siempre es relacionar, sí, todas estas instancias, pero marcando una evidente distancia entre las mismas y la escuela, un espacio que sólo puede cumplir su función educativa gracias precisamente a esta distancia. Lo expresa perfectamente García Montero cuando escribe: "El camino que conduce de la casa a la escuela es también la distancia obligada entre un espacio privado y un espacio público dispuesto a hacerse respetar. Ninguna educación para los ciudadanos resulta tan eficaz como ese camino que hay que recorrer entre la casa de cada alumno y la escuela, el camino que permite alejarnos un poco de nuestra identidad particular, llegando a la pizarra de todos, la escuela única" (Luis García Montero, Inquietudes bárbaras, Anagrama, Barcelona 2008).
3. El resto de las supuestas ideas no son otra cosa que la expresión de que eso que se debe hacer (digitalizar masivamente la escuela) ya se puede hacer. Pero la cuestión es si se ha justificado suficientemente el debe: yo creo que no. Por cierto, todo el artículo, extenso (ocupaba una página completa del diario), se sustentaba sobre la opinión de un solo informante: el director de Educación de la Fundación Santillana, Mariano Jabonero.
Seguramente, de no haber leído el reciente libro de Roberto Casati, Elogio del papel, el artículo de El País me hubiera parecido poco más que un publireportaje camuflado de información contrastada.
Santillana pertenece a Prisa,editora del diario, y en los últimos tiempos la editorial especializada en material educativo se ha metido de lleno en el terreno del material digital destinado a la educación. Vender libros en papel o vender contenidos digitales, al cabo viene a serlo mismo. Si cuela, cuela.
Pero tras leer el libro de Casati, la cosa me parece mucho más preocupante. No intentaré resumir aquí su contenido: recomiendo su lectura reposada e íntegra. Sólo recogeré aquí tres de sus ideas:
1. El colonialismo digital es una ideología que se resume en un principio tan simple como peligroso: "Si puedes, debes". Si es posible hacer que una cosa o una actividad migren al ámbito digital, entonces debe migrar. Pero esto es más que cuestionable. Como cualquier otra tecnología, la digitalización puede resultar emancipadora en algunos casos, pero no en otros.
2. La lectura está amenazada, nos la roban. El ordenador ha contribuido a erosionar el tiempo de lectura de libros. De la lectura en profundidad, que no surge de manera natural: hay que aprender a practicarla y, una vez aprendida, hay que protegerla. Si leer significa aislarse para profundizar los nuevos dispositivos electronicos, sobrecargados de aplicaciones que nos invitan a bifurcar nuestra atención, no nos ayudan en nada, Esta es la tesis bien fundamentada de Nicholas Carr en Superficiales). El libro de papel presenta ventajas cognitivas: la linealidad facilita la comprensión, su calidad de objeto aislado, de objeto en sí, no conectado, facilita la atención.
3. La escuela presenta la característica de ser un ámbito protegido, en el seno del cual habría que aprender a procesar la información y no contentarse con buscarla o recibirla. Habría que defender este espacio protegido y resistirse a la introducción incondicional de instrumentos que favorecen (casi exigen) el multitasking y el zapping. Ya usan estas tecnologías digitales fuera de la escuela; por eso, debería resultar interesante que los estudiantes fueran al colegio para hacer cosas muy diferentes de las que se hacen habitualmente en la sociedad.
Como conclusión: "La escuela debe, en cierta medida, resistirse a las tecnología distrayentes, precisamente porque ya cuenta por sí misma con la inmensa ventaja de ser un espacio protegido en el cual el zapping está excluido por definición; ventaja que le permitiría no tener que correr tras el cambio tecnológico y, al mismo tiempo, generar, gracias paradójicamente a sus inmensas inercias, el verdadero cambio, que es el desarrollo moral e intelectual de los individuos".