viernes, 27 de septiembre de 2019

Muros: ¿son las fronteras necesarias para el surgimiento y mantenimiento de sociedades civilizadas?

David Frye
Muros. La civilización a través de sus fronteras
Traducción de Eduardo Jordá
Turner, 2019


¿Quienes son los constructores de murallas?
Nosotros somos los constructores de murallas.
Y lo hemos sido desde el principio.

Este es un libro tan interesante como provocador. Es interesante por el tema que aborda -"la correlación que hay en casi todo el mundo entre la civilización y la murallas"- y por cómo está escrito: con un derroche de conocimiento, un excelente pulso narrativo y algunos toques de humor inteligente a lo "Concostrina":

  • En cierta ocasión, al construir una ciudad que tenía que parecerse a Antioquía, Cosroes la llamó "La ciudad de Cosroes que es mucho mejor que Antioquía", un nombre que por fortuna no prosperó.
  • Las murallas persas, como las romanas, tienen una historia muy breve. Es una especie de comedia negra, en la que los muros erigidos para resistir la invasión de un enemigo conocido se terminan de construir justo antes de que un nuevo enemigo llegue amenazando desde otra dirección.

Es provocador por la tesis explícita que defiende: que las murallas han sido las parteras de todas las grandes civilizaciones, como la china, las mesopotámicas, la de Grecia o la de Egipto. ¿Por qué?

La historia ha demostrado que la seguridad proporcionada por las murallas consiguió liberar a una gran cantidad de varones de las exigencias de convertirse en guerreros. Las murallas les permitieron dedicarse a actividades propias de la vida civil -hacer cosas, construir cosas, pensar, crear-, con independencia de que al final llegaran a autorrealizarse. Al permitir que los varones se dedicaran a las tareas agrícolas, las murallas también liberaron a las mujeres de ser las únicas responsables de la producción  de alimentos.

Mientras que en el interior de las murallas se desarrollaba una vida civil cada vez más compleja, con actividades económicas, artísticas, políticas, culturales, fuera de estas dominaban los guerreros, expertos en la violencia, dedicados al nomadismo y al pillaje, conformando las temibles hordas de las estepas, "lo más parecido a una bomba atómica que pudieron inventar los pueblos premodernos".

Frye nos nos introduce magistralmente en una historia de miles de años confrontación entre estas dos formas de vida, la de los constructores de murallas y la de quienes se desplazaban por las amplias extensiones fuera de ellas. Entre civilizados y bárbaros, por decirlo de forma tan sintética como discutible. Confrontación que en una escala temporal tan amplia derivó en conclusiones muy diversas: a veces las murallas resistieron el empuje de las hordas, en otras sucumbieron a sus ataques, otras veces los habitantes tras las murallas recurrieron a otros bárbaros para que los defendieran de quienes los asediaban; también hubo pueblos bárbaros que acabaron construyendo murallas y "civilizándose"...

En la actualidad, cuando asistimos a un preocupante  resurgimiento de los muros en el siglo XXI, la reflexión de Frye resuena inquietante: "Donde no hay murallas fronterizas habrá a la fuerza murallas protegiendo las ciudades, y si no hay murallas protegiendo a las ciudades, habrá muros divisorios entre los barrios de la ciudad; y si no existen esos muros divisorios, habrá seguro otros muros más pequeños".


La seguridad artificial que parecen ofrecer las murallas, advierte Frye, tenía algunas consecuencias: "Los constructores de murallas tuvieron que sacrificar algo de sí mismos para alcanzar todas estas libertades. En primer lugar, ya nunca volvieron a poseer la insensibilidad al miedo".

Como nos recuerda Wendy Brown, “Los muros no pueden bloquear lo exterior sin cerrar lo interior, no pueden dar seguridad sin hacer del ansia por la seguridad una forma de vida, un reaccionario nosotros” (Estados amurallados, soberanía en declive, Herder 2015). ¿Cómo lograr el imprescindible equilibrio entre esa seguridad que posibilita el ejercicio de la libertad, pero sin sucumbir al miedo y al cierre reaccionario?

1 comentario:

L.Manteiga Pousa dijo...

"Las fronteras son cicatrices en la piel de la Tierra que la Historia hizo a sangre y fuego". Esto queda muy poético y tiene bastante de razón...pero no toda. La verdad es que hay demasiadas fronteras y también traen muchos problemas, guerras y demás. Pero son necesarias, no tantas, para la organización social. Pueden ser de varios tipos pero sin ellas sería un caos. Se puede decir que son un mal menor.