Diario de una soledad
Traducción de Blanca Gago
Gallo Nero, 2021
"No cabe duda de que la soledad es un reto, y mantener el equilibrio dentro de su seno, un frágil propósito. Pero no debo olvidar que, para mí, estar con gente, incluso con una sola persona muy querida durante un cierto tiempo sin soledad, es aún peor. Pierdo el centro y me siento dispersa, aislada, rota. Necesito tiempo a solas para meditar sobre mis encuentros con los demás, para extraer su jugo, su esencia, y entender así qué me ha sucedido realmente como consecuencia de todo ello".
Hace unos meses nos encontramos con la poestisa May Sarton cuando esta empezaba su etapa vital en la casa campestre de Nelson, donde desarrolla su anhelo de raíces, ejemplificado en la trabajosa rehabilitación de la casa y en su dedicación al cultivo de plantas y flores. Escrito en forma de diario, este segundo libro es el envés o la cruz del anterior:
"Anhelo de raíces me ha granjeado muchos amigos en este oficio -así como una serie de conocidos que me ven como a una amiga íntima, a los cuales ya es más difícil responder-. Aún así, he empezado a darme cuenta de que el libro presenta una visión falsa que yo no siquiera pretendí ofrecer, pues apenas menciona la angustia -o los arrebatos de ira- de mi vida en este lugar. Ahora espero abrirme camino entre las abruptas y rocosas profundidades para llegar al núcleo de la matriz, donde aún quedan iras y violencias no resueltas".
May Sarton vive una soledad elegida, aliviada por encuentros con amigas y viajes para presentar sus obras; aunque a veces es esta vida social, no siempre elegida, la que se ve aliviada por la soledad. Que tampoco es siempre sanadora, pero sí irrenunciable.
Aunque el trabajo en el jardín le sigue reportando sensaciones muy placenteras, la luminosidad de las plantas ornamentales se ve ahora sustituida a menudo por las espinas de la depresión. La autora es plenamente consciente del coste emocional que supone una vida como la suya, independiente de lazos familiares o afectivos, fundamentalmente solitaria, pero sin la cual no hubiera podido crear su obra literaria y ensayística. Personas muy queridas van desapareciendo de su vida y ella misma confiesa que durante su estancia en Nelson "h[a] estado cerca de suicidar[s]e más de una vez". A punto de cumplir sesenta años, la autora certifica el imparable declive de su relación con "X.", hasta su ruptura definitiva. También es tiempo de despedirse de la casa y los paisajes de Nelson:
"Ha llegado la hora de un cambio. Tengo el ánimo por las nubes solo de pensar en ello; vivir cerca del mar, el ritmo de las mareas... un sueño guardado durante mucho tiempo que ahora, por fin, se hace realidad, pues al empezar a buscar casa antes de venir a parar a Nelson, lo primero que hice fue buscar en la costa. Pasarán un par de años hasta que pueda mudarme, tiempo para sentir y preparar el camino".
Anhelo de olas y mareas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario