Yo soy Jesús
Traducción de Miguel Ros González
Editorial Periférica, 2022
"Si pienso en los momentos más importantes de mi vida, en las encrucijadas, en las elecciones que, como una cadena, me empujaron a tomar nuevas decisiones, no puedo evitar en lo fortuito que resulta todo. Ninguna señal, ningún aviso, ningún itinerario claro".
Más allá de su dimensión religiosa, la figura de Jesús tiene una potencia que la literatura no ha dejado de apreciar. Pensemos en obras como La última tentación de Cristo de Nikos Kazantzakis, El Evangelio según Jesucristo de José Saramago, El Evangelio según el hijo de Norman Mailer, Jesús de Endo Shusaku, Rey Jesús de Robert Graves, Barrabás de Pär Lagerkvist o, más desconocida pero muy destacable, María de Sholem Asch, en la que es esa inmensa mujer, reducida en ocasiones a mero receptáculo de la voluntad divina o elevada en otras a la condición de un ser celestial desencarnado, la que ilumina y pauta toda la vida de su hijo.
También en esta novela de Calaciura brilla con luz propia la figura de María, junto con la de otras mujeres fundamentales en la vida (ficcionada pero plausible) de Jesús. Como Delia, de la que se enamora y con la que soñará una vida bien distinta de la que finalmente tuvo. Calaciura novela un Jesús plenamente humano, atravesado por el dolor de un padre que lo abandona, que deja de creer en el Dios en cuya fe había sido educado ("Yo llevaba años sin rezar. Había perdido cualquier contacto con esa parte de mí que mi madre había cuidado y cultivado desde que era un niño"). Un Jesús angustiado, indignado con las injusticias de su tiempo, sometido a tensiones que escapan a su control. Hasta que abandona definitivamente la casa de su madre: "Pero ahora, en este mismo momento, descubro que mi vida, si es que ha sido mía alguna vez, ya no me pertenece".
Al despedirse, Calaciura compone una escena que recuerda muchísimo otra que encontramos en el libro de Asch: "María no dijo nada más. Fue a su dormitorio y tomó el saco de viaje de Jesús que colgaba de una clavija de madera. Colocó en ella el tallith y el tefillin de su hijo, una camisa y provisiones para el camino. Luego, ató el bulto al báculo, volvió a la habitación principal y colocó todo sobre el banco. Tienes razón, Jesús -dijo-. Entre los árboles y las plantas, Dios me envió la gracia de que conociera su voluntad" (Sholem Asch, María, Edhasa 1996; traducción de Joaquín Urnieta). Por su parte, esto es lo que escribe Calaciara: "Mi madre ya me ha preparado una muda, un poco de comida robada a su hambre y agua fresca, recién recogida, para el viaje. Me entrega la bolsa que mi padre cosió para guardar mis juguetes de niño. Se despide de mí, convencida de que haré su voluntad". En ambos casos, la despedida de su madre llevará a Jesús a las orillas del río Jordán, donde Juan el Bautista le descubrirá cuál es el sentido de su existencia.
"Cuéntales a todos que eres mi hijo, fruto de mi vientre", le recuerda María al despedirse. Hoy seguimos recordándolo.
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