El lugar
Traducción de Nahir Gutiérrez
Tusquets, 2020 [1ª edición en 2002]
"Yo consideraba que él ya no podía hacer nada por mí. Sus palabras y sus ideas no tenían cabida en las clases de francés o de filosofia, en los ratos que pasaba en los canapés de terciopelo rojo de mis amigas de clase. En verano, por la ventana abierta de mi habitación, oía el ruido de su rastrillo aplanando la tierra removida.
Escribo, quizá porque ya no teníamos nada que decirnos".
En este breve pero intenso libro autobiográfico Annie Ernaux rememora su historia familiar, centrada en la figura de su padre. Aquel a quien ya nada tenía que decir, que ya no podía hacer nada por ella, de cuyo fallecimiento tenemos noticia al inicio del libro, ocurrido dos meses después de que la autora, tras cursar una licenciatura de letras en la Universidad de Ruan-Normandía, hubiera logrado una plaza como profesora titular en un instituto de Lyon.
Nacido en el seno de una familia de campesinos sin tierras propias, sin apenas estudios, destinado a vivir trabajando la tierra de otros, el padre de Annie Ernaux descubrió que existía otro mundo posible gracias al servicio militar ("París, el metro, una ciudad de Lorena, un uniforme que los hacía a todos iguales") y a su vuelta empezó a trabajar en una fábrica y contrajo matrimonio. Pero la condición obrera no era lo suyo; por eso, con mucho ahorro y un crédito adquirieron un local y pusieron en marcha un café-tienda en un tranquilo barrio de trabajadores. Este será el negocio del que vivirá la familia de la autora hasta la muerte de su padre, a los sesenta y siete años de edad.
Y con la tienda, el padre irá adquiriendo la cultura y la mentalidad del "pequeño tendero": el miedo a que los rojos le arrebaten el negocio, "la crispación de haberse ganado una buena posición con uñas y dientes", la tensión entre el deseo de borrar cualquier rastro de sus orígenes campesinos y su permanente sensación de inferioridad social ("Parecer pueblerino significa que no has avanzado, que vas con retraso en todo, en la manera de vestir, en la manera de hablar, hasta en la manera de moverse. [...] lo inteligente era reconocer nuestra inferioridad y rechazarla escondiéndola lo mejor posible"), la permanente sospecha hacia el Gobierno... y el voto a Poujade.
Annie Ernaux narra con sencillez formal una compleja e intensa historia de desclasamiento. Resulta curioso que el ascenso social de la hija, universitaria y profesora, suponga el distanciamiento con un padre que siempre aspiró a a borrar su origen campesino y a negar su estatus obrero: "Mi padre entró en la categoría de gente sencilla o buena gente. Ya no se atrevía a contarme historias de su infancia, Yo ya no le hablaba de mis estudios". A pesar de que quizá este fuera "su mayor orgullo, o puede que hasta la justificación de su existencia": que su hija perteneciera a ese mundo burgués y cultivado "que lo había despreciado a él".
Un relato ciertamente triste, pero de una tristeza serena y tierna. Reivindicación póstuma de una forma de vida y una cultura, las de su padre, que ella dejó atrás, pero que siguen siendo, en realidad, su primigenio lugar.
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