miércoles, 1 de enero de 2025

La oscuridad radiante

Mary Ann Evans (George Eliot)
La oscuridad radiante. Antología poética
Traducción de Juan Pedro Martín Villarreal
Ediciones Torremozas, 2018
 
"[...] dibujé ante mí un ignoto lugar
al que los rayos del atardecer no habían abandonado,
cuyas aterciopeladas praderas parecían más verdes
que las caminadas hasta entonces y mejores para descansar,
al llegar al lugar deseado, sin embargo,
lo encontré desprovisto de aquellos aparentes encantos
surgidos del dulce poder de la distancia [...]."
 
 
Esta antología de Mary Ann Evans, más conocida por sus novelas, nos ofrece un buen ejemplo de su sensibilidad poética, un terreno menos conocido de su obra literaria, pero igualmente poderoso y cautivador.
 
Mary Ann Evans (1819-1880) adoptó el seudónimo George Eliot por una combinación de razones personales, sociales y profesionales, todas relacionadas con las expectativas y limitaciones de la época victoriana en la que vivió y escribió. Una época en la que las mujeres escritoras enfrentaban serios prejuicios en el ámbito literario. Sus obras eran clasificadas como ligeras, sentimentales o dirigidas exclusivamente a un público femenino. Publicar bajo un nombre masculino le permitió a Evans evitar estas etiquetas y asegurar que su trabajo fuera tomado en serio desde el principio.

Además, Mary Ann Evans tuvo una vida personal poco convencional para la época. Mantuvo una relación de pareja con el filósofo y crítico George Henry Lewes, quien estaba casado legalmente con otra mujer debido a las rígidas leyes de divorcio en Inglaterra. Esto la convertía en objeto de críticas y escándalo social. Firmar sus obras como George Eliot la protegía del escrutinio personal que podría haber eclipsado su trabajo. Era también una mujer excepcionalmente educada y profundamente interesada en la filosofía, la ciencia y la religión, temas que abordaba en sus obras con gran rigor y profundidad. Sin embargo, en su tiempo, estas áreas eran consideradas territorio exclusivo de los hombres. Al adoptar un nombre masculino podía posicionarse como una figura intelectual seria, en igualdad de condiciones con sus contemporáneos hombres.

La antología se compone de poemas ricos en simbolismo que exploran temas como la naturaleza de la fe, la lucha interna del individuo, la conexión con la naturaleza y las tensiones entre luz y oscuridad, tanto literal como metafórica. Como sugiere el título, La oscuridad radiante, Mary Ann Evans articula la paradoja inherente de la experiencia humana: la coexistencia del sufrimiento y la belleza, de la incertidumbre y la iluminación. Siempre con una enorme capacidad para transitar entre las temáticas más elevadas y las experiencias más cotidianas, como se demuestra en sus poemas "Podría unirme al invisible coro" y "Cuenta ese día perdido".

"Podría unirme al invisible coro" (O May I Join the Choir Invisible) es una meditación sobre la trascendencia y la inmortalidad espiritual, alejada de dogmas religiosos, en la que la autora expresa su anhelo de ser parte de un "coro invisible", no en el sentido de un paraíso celestial, sino como una contribución duradera al bienestar humano y al progreso moral, planteando una visión secular de la inmortalidad: vivir a través del impacto positivo que dejamos en otros. La idea central es que la verdadera trascendencia no está en la gloria personal o la fama, sino en cómo nuestras acciones pueden inspirar y elevar a quienes vienen después. Es una declaración profundamente humanista, que privilegia la conexión y el servicio sobre cualquier recompensa sobrenatural.

Podría unirme al invisible coro
de aquellos difuntos inmortales que de nuevo viven
en memorias mejoradas por su presencia: vivir
en latidos que incitan a la generosidad, 
en hechos de atrevida rectitud, con desdén
por los miserables propósitos que acaban con una misma, 
en ideas sublimes que taladran la noche como estrellas
y con su tierna persistencia urgen la búsqueda humana de más grandes asuntos. [...]
[...] Esta es la vida que viene,
la que los mártires han hecho más gloriosa
para nosotros que luchamos por seguir. Podría alcanzar
el más puro cielo, ser para otras almas
el cáliz de fortaleza en la agonía,
encender el noble fervor, alimentar el amor puro,
multiplicar las sonrisas sin crueldad,
ser la dulce presencia de un difundido bien,
¡y en una difusión cada vez más intensa!
Así que me uniré al invisible coro
cuya música es la alegría del mundo.
 
"Cuenta ese día perdido" (Count That Day Lost), mucho más breve y directo, ofrece una reflexión sobre la importancia de las acciones diarias y su impacto en la vida de los demás. A diferencia de "Podría unirme al invisible coro", que tiene una ambición universal, "Cuenta ese día perdido" se centra en el día a día, en lo concreto y lo inmediato, proponiendo un criterio simple pero poderoso para evaluar un día: si no has hecho algo por mejorar la vida de otra persona, ese día puede considerarse perdido. Este enfoque pragmático y ético refuerza la idea de que la grandeza moral se construye en los pequeños actos cotidianos. Este poema es un ejemplo del enfoque ético de Mary Ann Evans: cada día tiene un potencial para el bien, y depende de nosotras aprovecharlo. La moralidad no es algo abstracto o reservado para grandes gestos heroicos, sino una práctica cotidiana y accesible.
 
Si te sientas al atardecer
y cuentas lo que has hecho,
y, contando, encuentras
una hazaña abnegada, una palabra
que alivió el corazón de quien la escuchó,
una mirada tan amable
que iluminó tus caminos –
puedes contar ese día como bien empleado.

Pero si, durante todo el santo día,
no alegraste corazón alguno, –
si, en todo el día
nada hiciste para traer
la luz a un solo rostro –
ni la más pequeña acción
que a cambio de nada ayudara a un alma –
entonces cuenta ese día como perdido.
 
 
Ambos poemas reflejan la profunda preocupación de la autora por la ética y la moralidad, desde ángulos complementarios: si el primero aborda la grandeza de la contribución humana en el largo plazo, el segundo nos recuerda que esa grandeza se construye a partir de pequeños actos diarios. En conjunto, ambos poemas nos invitan a reflexionar sobre cómo nuestras acciones moldean tanto nuestra vida como el mundo que nos rodea, equilibrando el deseo de trascendencia con la urgencia del presente. 

Una excelente lectura para iniciar este nuevo año.

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