Lo que está ocurriendo en México es terrible, desde hace ya muchos años, pero lo que vamos conociendo tras la matanza de Iguala supera todo lo imaginable. Jóvenes estudiantes tiroteados, secuestrados, torturados, desaparecidos. Fosas comunes llenas de cuerpos sin identificar.
Me pregunto qué haría yo de estar en su misma situación: ¿no me atenazaría el miedo?
Me admira ver los rostros jóvenes de esas muchachas y muchachos que día tras día se lanzan a la calle reclamando la verdad sobre sus 43 compañeros desaparecidos.
Ójala sea cierto, siempre y en todo lugar, en el plomizo 69 italiano como en el siempre turbulento México, lo que escribe Erri de Luca:
¿Y tenía dudas de ser revolucionaria? El grado de ruptura en el interior del orden social de aquel entonces no se medía con personas dispuestas a marcharse a algún frente, sino por ciudadanos como ella que se ponían a sabotear el poder en los lugares más extraños y difíciles. El grado de fiebre de aquella Italia no venía dado por los más acalorados, sino por el pulso de los apacibles, de los pacíficos que colaboraban en las revueltas. Cuando las colegialas se arriesgan, un país está cercano a la incandescencia.
Como ella, la muchacha de la camiseta rosa.
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