Fernando Aramburu, autor del impactante libro de relatos titulado Los peces de la amargura, abrió el debate con unas polémicas declaraciones en EL PAÍS:
P. Al recibir el premio ha dicho que los escritores vascos nos son libres. ¿Por qué?
R. No lo son porque están subvencionados, forman parte de la campaña de promoción del idioma. En el País vasco se mantiene la ficción de que existen lectores en euskera y por tanto es necesario el apoyo oficial. La subvención tiene un doble peligro: te permite ser escritor pero sabes que si te sales del camino te pierdes parte del pastel. A Bernardo Atxaga le tengo un gran afecto, es una excelente persona, pero ha tocado el tema de ETA de manera metafórica, sin nombrar lo evidente: el sufrimiento y la sangre. No es un hombre libre y trata de complacer a unos y a otros.
Palabras duras, que fueron posteriormente matizadas, pero que desencadenaron una tormenta en el normalmente reposado mundo cultural vasco. Anjel Lertxundi, escritor en euskera y Premio Nacional de Ensayo, respondía en un artículo titulado "Palos de ciego", en el que entre otras cosas decía lo siguiente:
Me dolió que dijera de los autores en lengua vasca que somos escritores subvencionados, pero no voy a gastar ni un ápice de energía en desmontar tan burda como extendida falsedad. Me dolió, sobre todo, una de sus afirmaciones, precisamente porque provenía de alguien que tan certeramente ha narrado la miseria moral que el terrorismo provoca: las imaginarias prebendas que injustamente nos atribuye se convierten, siempre según sus primeras manifestaciones, en cadenas que nos privan de libertad y nos impiden hablar de ETA.
Me acordé de Xabier Lete y del manifiesto firmado en 1980 por 33 intelectuales vascos. Me acordé de muchos autores y libros que sí hablan contra ETA con rigor y calidad literarios, libros publicados «en medio de la balacera», como me dijera un periodista mexicano. Repasé, no los riesgos y acoso que ello siempre conlleva, sino las dificultades literarias que se han de arrostrar para hacer luz en una realidad próxima y no acabada, contemporánea al texto que se está escribiendo. Pensé en quienes abordan proyectos literarios y estéticos que discurren por derroteros artísticos absolutamente alejados de los que Aramburu y yo transitamos. Mi repaso abarcó también a los escritores que por acción o calculada omisión han sido conniventes con ETA. Pero esa galería de situaciones que acabo de pergeñar es idéntica para los escritores vascos en euskera y en castellano: en ambas lenguas ha habido escritores comprometidos contra ETA y escritores que han justificado las acciones del grupo armado. Y, sin embargo, Aramburu se refirió solo a los escritores en lengua vasca. Fue inmisericorde solo con ellos. El hecho de que posteriormente haya pedido perdón no anula la cruel certeza subyacente: hay mucho ciego que, en lugar de señalar las grietas del 'stablishment' literario del que forma parte, blande su bastón de ciego contra el sistema literario más débil. Y el esquema es extrapolable a otros ámbitos intelectuales y sociales.
En efecto, en mayo de 1980 un grupo de intelectuales vascos hizo público un valiente manifiesto en el que denunciaban "la violencia que nace y anida entre nosotros, porque es la única que puede convertirnos, de verdad, en verdugos desalmados, en cómplices cobardes o en encubridores serviles". La impresentable crítica que Alfonso Sastre hizo de este temprano manifiesto sirve para intuir el clima de rechazo con el que se encontraron.
En su último poemario Egunsentiaren esku izoztuak -"Las ateridas manos del alba"- traducido al castellano recientemente por la editorial Pamiela, Xabier Lete dedica un poema a su amigo Imanol Larzabal, fallecido en Orihuela en 2004. Una de las mejores voces que ha dado Euskal Herria, Imanol cantó muchos versos de Lete. Imanol murió fuera de Euskadi porque su vida en Euskadi se había vuelto cada vez más difícil. El poema que Lete dedica a Imanol dice así:
Era una tarde de junio
plena de luminosa paz y sosiego
era una tarde de junio
había una emoción inefable en el aire,
y en el rostro de tus amigos un dolor mudo
cuando te despedimos,
allí donde las personas miran de soslayo al mar,
una culpa que impide sanar las heridas de un error,
quisiéramos ofrecerte un último aplauso
en su humildad, la flor de un verso sentido,
o tal vez pedirte perdón
por haberte dejado tantas veces solo,
te habías marchado a un sombrío páramo
libre de la crueldad humana,
posteriormente no hemos sabido de ti
pero en el lugar que estés
infinito, oculto y protegido,
apiádate de nosotros,
los carentes de la piedad que hubieras requerido.
"Apiádate de nosotros, los carentes de la piedad que hubieras requerido". No estamos hablando de culpa penal, sino de responsabilidad moral. Que nadie puede imputar a nadie, pues nace (o no) de cada cual. Xabier Lete, firmante de aquel manifiesto de 1980, a pesar de todo se sintió responsable de no haber acompañado suficientemente a quien fuera una víctima de ETA. Hablamos de falta de piedad.
En su carta de disculpa escribe Fernando Aramburu: "Me daría con un canto en los dientes si después de mi intervención temperamental ocurriera el milagro: que las zonas de silencio en Euskadi empezaran a vaciarse de escritores y hubiera un intercambio de pareceres, quizá un debate con las debidas formas de cortesía". De esto se trata. De que las zonas de silencio en Euskadi se vayan vaciando de escritores, de profesores de universidad, de cocineros, de futbolistas, de políticos, de ciudadanas y ciudadanos en suma.
Que se vayan vaciando no porque nadie pretenda su desalojo forzado, ya que todas y todos hemos llegado tarde a la toma de palabra y de postura contra ETA. Que se vayan vaciando porque cada cual, como hizo Lete, sepamos descubrir y confesar(nos) nuestras propias impiedades.
4 comentarios:
¿Y llegará, acaso, el día en el que se vacíe españa por no haber hecho nada contra el terrorismo, sea éste españolista o de estado?
Verás que no hablo para nada de "vaciar Euskadi".
En todo caso: sí, también ha habido impiedad en relación a las torturas o a la dispersión.
Pero de nuevo la variable territorial no sirve para nada: esa impiedad ha existido en todos los lugares.
Lo mismo que la otra: de la que hablaba en mi comentario.
Imanol, el señor Aramburu enaniza y ridiculiza la cultura euskaldun, y de paso añade el ingrediente ETA, para terminar de jorobar la marrana. Además extiende la burda patraña de la subvención per sé a todo lo producido en euskara (otro gallo cantaría). Es impresentable.
¿Qué ocurriría si a otras personas les diese por mencionar el franquismo, La Falange, El GAL, etc, cada vez que se habla del español o su cultura?
JJ, Aramburu metió la pata de una manera injustificable. Eso es indiscutible, y no hace ni falta imaginar analogías igualmente injustas para verlo. Como el propio Lertxundi afirma, elhecho de que posteriormente reconociera su error le honra como persona, pero sus declaraciones iniciales denotan una visión sobre la cultura que se hace en euskera que no es correcta ni justa,
Saludos.
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