Precisamente anoche leía en el libro de Amy Gutmann La identidad en democracia una reflexión que me parece de interés.
Gutman recuerda con acierto la imposibilidad de fundar sobre la conciencia el funcionamiento de las sociedades complejas y diversas:
"Los gobiernos democráticos muestran respeto por la personalidad ética cuando intentan proteger la libertad de conciencia dentro de los límites de la protección de la igualdad civil y de otras libertades y oportunidades básicas para todos los individuos. El respeto por la conciencia es un bien moral porque refleja respeto por la identidad ética de las personas, respeto que los gobiernos democráticos no pueden rechazar regularmente. Pero el respeto por la conciencia no puede ser un valor absoluto para los gobiernos democráticos, ya que podría entrar en conflicto con otros principios democráticos básicos, como la igualdad de libertades. Por lo tanto, el acatamiento a la conciencia por sí mismo no ofrece garantía alguna de producir una mayor justicia en cualquier caso dado (ni siquiera durante un período dado). la conciencia es éticamente falible; en consecuencia, el respeto por la conciencia puede pasar a segundo plano cuando claramente originaría una injusticia mayor".
Sin embargo, esta advertencia no contra, sino hacia la conciencia, no debe llevarnos a desconocer los riesgos que también supone una política democrática sin conciencia. Lejos de tratarse de dimensiones o perspectivas opuestas y confrontadas, conciencia y ley democrática son mutuamente necesarias:
"Al reconocer la falibilidad de la conciencia, los partidarios de la democracia no pueden darse el lujo de pasar por alto la falibilidad que también tiene la toma de decisiones democrática. Al igual que el respeto por la conciencia, el respeto por la aprobación democrática de las leyes también es parte de lo que representa tratar a las personas con igualdad civil. Por un lado, el respeto por la conciencia no sustituye al respeto a los gobiernos democráticamente constituidos que sancionan leyes respaldadas por una constitución democrática (escrita o no escrita). Por otro lado, un gobierno democráticamente constituido no reemplaza al respeto por las convicciones de conciencia de los ciudadanos. Ambos son necesarios; ninguno es suficiente para la búsqueda de la justicia democrática.
[...] Sin un gobierno que emita leyes, las demandas de la conciencia generarían conflictos tan cruentos como las demandas del propio interés amoral, si no más. De todas maneras, la obediencia ciega a las leyes democráticas es peligrosa. Las convicciones de conciencia son necesarias para contrarrestar la tendencia a la tiranía que siempre está presente en política".
Sin embargo, creo interpretar bien a Gutman en este complejo tema si afirmo que, en términos generales, la autora considera en general a la conciencia como un "complemento valioso y distintivo" de las leyes aprobadas democráticamente, pero son estas, las leyes, cuya falibilidad cierta es compensada con su perpetua revisabilidad, las únicas que "estatuyen la justicia democrática para todos los individuos".
2 comentarios:
Es mucho más sencillo: ¿hay un derecho de las personas las mujeres mayores de 16 años- sobre las vidas de otras personas -en gestación-? No nos equivoquemos con piruetas imposibles: una sociedad debe proteger a sus miembros de los deseos de unos miembros de ésta de disponer de la vida de otros. Si no, camina hacia el abismo. Hoy los señores senadores que han hecho posible que esta ley dé otro paso adelante más han hecho un flaco favor a la defensa de la dignidad del hombre y la cultura de la vida.
Buenas noches Pedro. Comprendo tu posición, pero la cuestión del aborto en particular y de la protección de la vida en feneral es cualquier cosa menos sencilla.
Si lo fuera, si fuera tan sencilla, la única conclusión lógica que cabría sacar es que en España hay una división indiscutible entre quienes defienden la dignidad del hombre y la cultura de la vida y quienes no lo hacen. Y no creo que tu pienses eso.
La defensa de la vida es un principio irrenunciable, pero su aplicación, desgraciadamente, no deja de plantearnos contradicciones a todos.
A mi, al menos, me las ha planteado siempre: cuando militaba en el movimiento antimilitarista y en la objeción de conciencia; cuando empecé a impulsar la Coordinadora Gesto por la Paz; cuando intento ser solidario con las personas excluidas del Norte y las poblaciones empobrecidas del Sur... En todos los casos, me resulta cualquier cosda menos sencillo.
Y lo mismo me ocurre ahora, en el Senado. Pero no sólo con esta última ley. Tambien con la ley de extranjería, y tantas otras.
Por eso la reflexión de Gutman no me parece una pirueta, sino un intento sincero (y discutible) por afrontar cuestiones complejas.
Un saludo cordial.
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