Adrienne Rich
Artes de lo posible: Ensayos y conversaciones
Traducción y prólogo de María Soledad Sánchez Gómez
Horas y HORAS, 2005
"Al seleccionar unos cuantos ensayos de entre mis primeros trabajos para esta colección, tenía a veces la triste impresión de que las estrategias necesarias en una época pueden mutarse en monstruos en un periodo posterior. Las acertadas percepciones feministas de que las vidas de las mujeres no habían sido recogidas, histórica o individualmente, en su mayor parte, y de que lo personal es político, son ejemplos [...].
Poco después, la narrativa personal llegó a ser considerada el auténtico valor de la experiencia feminista. Al mismo tiempo, en todos los ámbitos de la vida pública, un sistema corporativo dirigido hacia el beneficio promocionaba soluciones personales y privadas, mientras que la acción colectiva e incluso las realidades colectivas se ridiculizaban, en el mejor de los casos, o se volvían, en el peor, históricamente estériles.
A finales de los noventa, en la corriente general del discurso público norteamericano, la anécdota personal iba sustituyendo el argumento crítico, las confesiones reales se anteponían a la discusión de ideas. Un feminismo que buscaba conectar raza y colonialismo, monocultivo global de los intereses corporativos y militares de Estados Unidos, y las posiciones y empresas específicas de las mujeres en medio de todo ello, estaba siendo rebatido por la promoción de un modelo femenino norteamericano basado en la implicación y el perfeccionamiento individuales, vacío de contexto o contenido político".
Publicada originalmente en 2001 (aunque el texto que da título a la obra es de 1997), en Artes de lo posible Adrienne Rich -poeta, ensayista y una de las voces más lúcidas del pensamiento feminista y político del siglo XX- propone una reflexión apasionada sobre la relación entre arte, imaginación y poder. Lejos de ser una mera recopilación de ensayos, el libro funciona como una suerte de manifiesto sobre cómo la poesía y el arte pueden convertirse en instrumentos para ensanchar los límites de lo real, para abrir espacios donde lo imposible comience a pensarse como posible.
El título ya anticipa el núcleo del argumento: el arte no debe limitarse a reproducir lo que existe, sino a ensanchar el horizonte de lo que podría existir. Desde esta perspectiva, la autora aborda la creación artística como una práctica ética y política, una forma de resistencia frente a las estructuras de dominación -ya sean patriarcales, capitalistas o coloniales- que buscan restringir el campo de lo imaginable.
Uno de los ejes más potentes del libro es su defensa de la poesía como una práctica de libertad. Para Adrienne Rich escribir poesía no es un acto decorativo ni un lujo elitista, sino una necesidad vital y colectiva. En ensayos como "Rebelarse contra el espacio que nos separa" sostiene que el lenguaje poético puede reconectar a las personas con su propia sensibilidad y con la experiencia compartida de la opresión:
"Necesitamos poesía como lenguaje vivo, la esencia de cada idioma, algo que todavía se habla, en voz alta o con el pensamiento, que se murmura en secreto, subversivo, que te llega por las esquinas, que se estruja en un bolsillo, que se representa para una comunidad, que se lee en voz alta a los moribundos, que se recita de memoria, que se marca o pintarrajea en una pared. Ese tipo de lenguaje".
Adrienne Rich escribe desde una conciencia aguda de su contexto: el final del siglo XX, un tiempo marcado por la desigualdad económica, el desencanto político y la mercantilización del arte. En este sentido, Artes de lo posible es también una crítica a la cultura neoliberal y a la industria literaria que, según ella, desactiva el poder subversivo del arte al reducirlo a consumo. "El apartheid de la imaginación -advierte- se convierte en bloqueo en la garganta de la poesía". Frente a eso, ella propone recuperar la dimensión pública y transformadora del lenguaje.
El libro combina ensayos, conferencias y entrevistas. Esa mezcla le da una textura viva y cercana: Rich no escribe desde la torre de marfil del intelectualismo, sino desde el diálogo y la experiencia. Su crítica abierta de "la teoría académica posmoderna" con su vaciamiento de significado del lenguaje va de la mano de un reencuentro con Marx -"un extraordinario geógrafo de la condición humana"-, pero con un Marx releído de la mano de otra de esas mujeres inmensas de las que la academia, la política y la izquierda patriarcales nos han privado durante tanto tiempo: Raya Dunayevskaya [también aquí, aquí y aquí].
Raya Dunayevskaya (1910-1987), filósofa marxista, fue traductora de los Manuscritos económicos y filosóficos de Marx y fundadora del movimiento del marxismo humanista en Estados Unidos. Su pensamiento, profundamente marcado por la idea de que la teoría debe nacer del movimiento vivo de las personas en lucha, conecta directamente con las preocupaciones centrales de Adrienne Rich, que ve en Dunayevskaya a una de las pocas teóricas marxistas que entendieron que la emancipación de las mujeres no podía ser una “cuestión secundaria” dentro del pensamiento revolucionario:
"Dumayevskaya se opone vehementemente a la idea de que el marxismo de Marx signifique que la lucha de clases sea prioritaria o que el racismo y la supremacía masculina terminen cuando caiga el capitalismo. «¿Qué sucede luego?», dice, es la pregunta que tenemos que seguir haciéndonos. Y esto, tal como lo percibe en el Movimiento de Liberación de la Mujer, es lo que las mujeres blancas y de color han insistido en preguntar".
Muchos de los textos revisitan temas recurrentes en la obra de Rich: el feminismo, la sexualidad, la historia de la opresión de las mujeres, la solidaridad entre luchas, la memoria del cuerpo. Pero en este libro todos esos temas confluyen hacia una reflexión más amplia sobre el poder de la imaginación política. Para la autora, imaginar un mundo diferente no es ingenuidad sino el primer paso para hacerlo posible:
"En ciertos momentos, si tenemos suerte, palpamos la experiencia, el resplandor de cómo nos sentiríamos siendo libres".
Hay una belleza austera en la prosa de Adrienne Rich, directa, pero cargada de intensidad moral. No se trata de un optimismo ingenuo, sino de una ética del trabajo continuo; la esperanza no como un estado del alma, sino como una acción que se sostiene en medio de la incertidumbre. Esa ética impregna todo el libro recordándonos que el arte, si quiere ser arte de lo posible, debe mantenerse incómodo: debe desafiar las narrativas dominantes, cuestionar los silencios impuestos, y dar voz a quienes han sido excluidas del relato oficial. En tiempos de desencanto, su llamamiento a expandir “las artes de lo posible” se siente no solo necesario, sino profundamente esperanzador.

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