domingo, 3 de mayo de 2009

Africanos que llegamos antes




Una cosa es haber llegado antes y otra muy distinta estar aquí desde siempre. En realidad todos somos recién llegados, al menos desde una visión histórica de longue durée. Según sostienen los paleoantropólogos, hace alrededor de 40.000 años empezaron a caminar por Europa los primeros humanos modernos, representantes de la especie Homo sapiens. Procedían de África, eran pocos (se calcula un total de en torno a los 30.000 individuos), eran extraños, sumamente improbables, pero su éxito evolutivo fue tal que finalmente llegaron a habitar en todo el planeta. Por cierto, en Europa se encontraron con una población autóctonona igualmente humana, los Homo neanderthaliensis, con la que convivieron durante unos 10.000 años hasta que desapareció por razones que todavía son una incógnita.

Así pues, desde el principio el Homo sapiens es, somos, Homo migrans. Los actuales flujos migratorios desde África hacia Europa no son sino la continuación de una historia milenaria. Los europeos actuales somos, simplemente, africanos que llegamos algunos años antes que los que hoy vienen. Nada hay de novedoso en el hecho de que unos seres humanos dejen el lugar en el que han nacido y decidan, por una u otra razón, buscar otro lugar en el mundo. Así ha sido siempre. O así lo fue hasta hace bien poco. Resulta, en este sentido, sumamente gráfica la siguiente reflexión recogida por el escritor Stefan Zweig en sus memorias:

“Antes de 1914 la Tierra era de todos. Todo el mundo iba adonde quería y permanecía allí el tiempo que quería. No existían permisos ni autorizaciones; me divierte la sorpresa de los jóvenes cada vez que les cuento que antes de 1914 viajé a la India y América sin pasaporte y que en realidad jamás en mi vida había visto uno. La gente subía y bajaba de los trenes y de los barcos sin preguntar ni ser preguntada, no tenía que rellenar ni uno del centenar de papeles que se exigen hoy en día. No existían los salvoconductos ni visados ni ninguno de estos fastidios; las mismas fronteras que hoy aduaneros, policías y gendarmes han convertido en una alambrada, a causa de la desconfianza patológica de todos hacia todos, no representaban más que líneas simbólicas que se cruzaban con la misma despreocupación que el meridiano de Greenwich”. ¿Por qué, entonces, esta alarma ante la inmigración actual? Tal vez porque hasta hace poco tiempo, si bien la Tierra era de todos éramos nosotros, los europeos, los que nos paseábamos por el mundo como Pedro por su casa, mientras que ahora son otros quienes se toman la libertad de ir adonde quieran y de permanecer allí el tiempo que quieran. Tal vez porque quienes así lo hacen son pobres. Tal vez porque hemos abandonado cualquier utopía universalista y ya no nos proponemos ni tan siquiera asimilar, sino simplemente contener a esos otros que, como antes hicimos nosotros, reivindican la común propiedad de la Tierra.

2 comentarios:

Imaia dijo...

La respuesta es sencilla, porque nos molestan, porque no reconemos a estos otros los mismo derechos que tenemos nosotros. Y no nos damos cuenta que con esta actitud lo que se pone en tela de juicio es la base de la democracia y de los Derechos Humanos.Muy acertada la cita.

ptqk dijo...

Genial!