Si esta es la situación, ¿qué hacer? Es comprensible que nuestra primera reacción sea de rechazo, de crítica frontal o hasta de miedo:
"Tal vez sea un momento de ésos. Y esos a los que llamamos bárbaros son una nueva especie, que tiene branquias detrás de las orejas y que ha decidido vivir bajo el agua. Es obvio que nosotros, desde fuera, con nuestros pulmoncitos, tenemos la impresión de que se trata de un Apocalipsis inminente. Donde esa gente puede respirar, nosotros nos morimos. Y cuando vemos a nuestros hijos anhelando el agua, tenemos miedo por ellos, y ciegamente nos lanzamos contra lo que únicamente somos capaces de ver, esto es, la sombra de una horda bárbara que se aproxima. Mientras tanto, los susodichos niños, bajo nuestras alas, respiran ya con dificultad, rascándose por detrás de las orejas, como si ahí hubiera algo que necesitara ser liberado".
Pero el hecho es que todas y todos somos ya, de alguna manera, esos mutantes. “No hay fronteras, creedme –advierte Baricco-, no hay civilización de un lado y del otro bárbaros: existe únicamente el borde de la mutación que va avanzando, y que corre por dentro de nosotros”.
Somos mutantes, todos, algunos más evolucionados, otros menos: "hay quien está un poco retrasado, hay quien no se ha dado cuenta de nada, quien todo lo hace por instinto y quien es consciente, quien hace como que no lo sabe y quien nunca lo va a comprender, quien clava los pies en el suelo y quien corre alocadamente hacia delante. Pero ya estamos ahí, todos nosotros, a punto de emigrar hacia el agua".
Como señala Baricco, “no hay mutación que no sea gobernable”. Pero para gobernar la mutación en curso es preciso “abandonar el paradigma del choque de civilizaciones”, ya que “cada vez que alguien se levanta para denunciar la miseria de cada transformación en concreto, dispensándose del deber de comprenderla, la muralla se yergue, y nuestra ceguera se multiplica con la idolatría de una frontera que no existe, pero que nosotros nos jactamos de defender”.
Los mutantes son lo que ya somos o lo que seremos. No han surgido de la nada, sino de nosotros mismos, de lo que hemos hecho pero también de lo que hemos dejado de hacer. Somos nosotros, unos años más jóvenes.
Tomar conciencia de esta continuidad no significa aceptar acríticamente todo lo que está ocurriendo. “Dicho en términos elementales –concreta Baricco-, creo que se trata de ser capaces de decidir qué hay, en el mundo antiguo, que queramos llevarnos hasta el mundo nuevo. Qué queremos que se mantenga intacto incluso en la incertidumbre de un viaje oscuro. Los lazos que no queremos romper, las raíces que no queremos perder, las palabras que queremos seguir pronunciando y las ideas que no queremos dejar de pensar”.
"Tal vez sea un momento de ésos. Y esos a los que llamamos bárbaros son una nueva especie, que tiene branquias detrás de las orejas y que ha decidido vivir bajo el agua. Es obvio que nosotros, desde fuera, con nuestros pulmoncitos, tenemos la impresión de que se trata de un Apocalipsis inminente. Donde esa gente puede respirar, nosotros nos morimos. Y cuando vemos a nuestros hijos anhelando el agua, tenemos miedo por ellos, y ciegamente nos lanzamos contra lo que únicamente somos capaces de ver, esto es, la sombra de una horda bárbara que se aproxima. Mientras tanto, los susodichos niños, bajo nuestras alas, respiran ya con dificultad, rascándose por detrás de las orejas, como si ahí hubiera algo que necesitara ser liberado".
Pero el hecho es que todas y todos somos ya, de alguna manera, esos mutantes. “No hay fronteras, creedme –advierte Baricco-, no hay civilización de un lado y del otro bárbaros: existe únicamente el borde de la mutación que va avanzando, y que corre por dentro de nosotros”.
Somos mutantes, todos, algunos más evolucionados, otros menos: "hay quien está un poco retrasado, hay quien no se ha dado cuenta de nada, quien todo lo hace por instinto y quien es consciente, quien hace como que no lo sabe y quien nunca lo va a comprender, quien clava los pies en el suelo y quien corre alocadamente hacia delante. Pero ya estamos ahí, todos nosotros, a punto de emigrar hacia el agua".
Como señala Baricco, “no hay mutación que no sea gobernable”. Pero para gobernar la mutación en curso es preciso “abandonar el paradigma del choque de civilizaciones”, ya que “cada vez que alguien se levanta para denunciar la miseria de cada transformación en concreto, dispensándose del deber de comprenderla, la muralla se yergue, y nuestra ceguera se multiplica con la idolatría de una frontera que no existe, pero que nosotros nos jactamos de defender”.
Los mutantes son lo que ya somos o lo que seremos. No han surgido de la nada, sino de nosotros mismos, de lo que hemos hecho pero también de lo que hemos dejado de hacer. Somos nosotros, unos años más jóvenes.
Tomar conciencia de esta continuidad no significa aceptar acríticamente todo lo que está ocurriendo. “Dicho en términos elementales –concreta Baricco-, creo que se trata de ser capaces de decidir qué hay, en el mundo antiguo, que queramos llevarnos hasta el mundo nuevo. Qué queremos que se mantenga intacto incluso en la incertidumbre de un viaje oscuro. Los lazos que no queremos romper, las raíces que no queremos perder, las palabras que queremos seguir pronunciando y las ideas que no queremos dejar de pensar”.
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