“Me gustaría mirar esas branquias de cerca. Y estudiar a ese animal que se está alejando de la tierra, y que se está convirtiendo en pez […] Me gustaría estudiar a los mutantes con branquias para ver, reflejada en ellos, el agua con la que sueñan y que están buscando ” [Alessandro Baricco].
El escritor italiano Alessandro Baricco, sobradamente conocido por su maravilloso relato Seda, es también el autor de un provocador ensayo que ha titulado Los bárbaros (Anagrama, 2008) en el que trata de dar cuenta de la mutación que, en su opinión, se está produciendo en nuestras sociedades:
"Si tuviera que resumirlo, diría lo siguiente: todo el mundo percibe, en el ambiente, un incomprensible Apocalipsis inminente; y, por todas partes, esta voz que corre: los bárbaros están llegando. Veo mentes refinadas escrutar la llegada de la invasión con los ojos clavados en el horizonte de la televisión. Profesores competentes, desde sus cátedras, miden en los silencios de sus alumnos las ruinas que ha dejado a su paso una horda que, de hecho, nadie ha logrado, sin embargo, ver. Y alrededor de lo que se escribe o se imagina aletea la mirada perdida de exégetas que, apesadumbrados, hablan de una tierra saqueada por depredadores sin cultura y sin historia".
Estos “depredadores sin cultura y sin historia” sustituyen la cultura de calidad para sustituirla por otra al servicio del consumo y del comercio, una cultura caracterizada por la simplificación, la rapidez, la espectacularidad; habitan en Internet y respiran “con las branquias de Google”; prefieren la velocidad a la profundidad; el Facebook a la relación face to face; acumular experiencias por la vía del multitasking:
"El nombre se lo han dado los americanos: en su acepción más amplia define el fenómeno por el que vuestro hijo, jugando con la Game Boy, come una tortilla, llama por teléfono a su abuela, sigue los dibujos en la televisión, acaricia al perro con un pie y silba la melodía de Vodafone. Unos años más y se transformará en esto: hace los deberes mientras chatea en el ordenador, escucha el iPod, manda sms, busca en Google la dirección de una pizzería y juguetea con una pelotita de goma".
“Habitar cuantas zonas sea posible con una atención bastante baja”, en definitiva. Porque el movimiento mismo se convierte en un valor fundamental. El hábitat de estos desconcertantes mutantes que percibimos como bárbaros es un sistema de paso, es un mundo donde surfear:
"La superficie en vez de la profundidad, la velocidad en vez de la reflexión, las secuencias en vez del análisis, el surf en vez de la profundización, la comunicación en vez de la expresión, el multitasking en vez de la especialización, el placer en vez del esfuerzo. Un desmantelamiento sistemático de todas las herramientas mentales que heredamos de la cultura decimonónica, romántica y burguesa".
Estos son los bárbaros a los que se refiere Baricco. Algo distinto del “normal duelo entre generaciones, los viejos que se resisten a la invasión de los más jóvenes, el poder constituido que defiende sus posiciones acusando de bárbaros a las fuerzas emergentes, y todas esas cosas que siempre han ocurrido y que ya hemos visto mil veces”. Estos nuevos bárbaros no pretenden controlar los puntos estratégicos del mapa, sino cambiar ese mapa. Baricco relaciona la situación a la que hoy nos enfrentamos con otros momentos de nuestra historia: “Debió de suceder esto mismo en aquellos benditos años en que, por ejemplo, nació la Ilustración, o en los días en que el mundo entero se descubrió, de repente, romántico. No se trataba de movimientos de tropas ni tampoco de hijos que asesinaran a sus padres. Eran mutantes que sustituían un paisaje por otro, y que allí fundaban su hábitat”.
“Mutantes que sustituían un paisaje por otro, y que allí fundaban su hábitat”. Es una caracterización que a su elegancia expositiva une una profunda intuición que enlaza con una de las perspectivas analíticas de la sociedad actual más sugerentes: me refiero a la idea de la modernidad líquida propuesta y desarrollada por Zygmunt Bauman: los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen; vivimos en la era del cambio y del movimiento perpetuo.
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