lunes, 11 de agosto de 2025

Cuerpos honestos, violencias letales: feminicidios y represión a los manteros


Bilbao fue escenario de dos movilizaciones reivindicando el derecho a vivir sin miedo el pasado 4 de agosto. En la primera, convocada por la plataforma Manteroekin Bat, unas trescientas personas nos concentramos en el Portal de Zamudio, en pleno Casco Viejo, para denunciar las agresiones policiales racistas a las personas manteras. Una hora después, las organizaciones Bilbo Feminista Saretzen y Euskal Herriko Emakumeon Mundu Martxa llamaban a concentrarnos en la plaza del Arriaga para condenar el asesinato de una mujer en Zizur Nagusia, cometido por su pareja.

Fueron dos convocatorias consecutivas, a muy poca distancia una de otra, pero fuimos muy pocas las personas que, habiendo participado en la primera, participamos también en la segunda, que resultó mucho menos nutrida. Este hecho, que podría parecer anecdótico, revela algo más profundo: la dificultad que aún tenemos para reconocer que estas violencias no son paralelas, sino convergentes. Que no hay lucha contra el racismo que no deba ser también feminista. Que no hay feminismo transformador si no se posiciona contra la represión y el clasismo.

Lamento profundamente que la segunda concentración, la convocada por el asesinato machista, contara con una asistencia notablemente menor. No lo señalo como reproche, sino como llamamiento urgente a reconocernos en todas las luchas, a entrelazar las causas, a construir una comunidad política que no abandone a nadie.
 
Cuerpos honestos

June Jordan, en su ensayo de 1992 A New Politics of Sexuality, introduce el concepto de cuerpo honesto (“honest human body”) como una afirmación radical del cuerpo vivido, del cuerpo que no se esconde ni se reprime, que se expresa con integridad frente a un sistema que castiga precisamente esa honestidad. Frente a los discursos normativos de género, raza y sexualidad, Jordan nos invita a reivindicar una política encarnada que parta de la experiencia vivida, del deseo, del dolor, del gozo, y que haga del cuerpo un espacio de verdad política.

¿Qué ocurre, entonces, cuando ciertos cuerpos, por el solo hecho de existir, son percibidos como amenazas? ¿Qué pasa cuando la honestidad corporal -ser mujer, ser negra, ser migrante, ser pobre, ser visible- se vuelve motivo suficiente para sufrir violencia o incluso para morir? Esta pregunta se vuelve urgente al observar dos realidades que, aunque distintas en su forma, comparten una raíz común: el asesinato de mujeres a manos de sus parejas o exparejas y la represión violenta que sufren las personas migrantes -especialmente, aunque no solo, varones racializados- que ejercen la venta ambulante en espacios públicos (los llamados “manteros”). En ambos casos, lo que está en juego es el cuerpo: su posición social, su visibilidad, su (des)obediencia a las normas impuestas por un orden patriarcal, racista y colonial.

Los feminicidios, en su dimensión más extrema, son la expresión de un sistema de control masculino que no tolera la autonomía de las mujeres. La decisión de romper una relación, de vivir sin miedo, de tener un cuerpo libre, puede desencadenar la violencia letal de quien cree tener derecho de posesión sobre ese cuerpo. El asesinato, en estos casos, es una respuesta brutal al cuerpo honesto de una mujer que dice “no”.

Del otro lado, los manteros -migrantes africanos sin papeles- viven cotidianamente la criminalización de sus cuerpos. No hay delito más allá de ocupar el espacio público, de vender sus productos para sobrevivir. Sin embargo, su presencia se convierte en un problema de “seguridad” y la respuesta es la persecución, las multas, las agresiones físicas, el despojo. Aquí también el cuerpo honesto -visible, trabajador, resistente- se enfrenta al castigo de un poder que no tolera lo que escapa a su control: la economía informal, la movilidad migrante, la dignidad del que no se rinde.
Intersecciones letales

Como señala Patricia Hill Collins, estas violencias no son aleatorias, sino que se producen en lo que ella llama “intersecciones letales”: puntos donde el género, la raza, la clase y otras formas de opresión se cruzan de manera potencialmente mortal. Esas intersecciones nos obligan a repensar cómo y por qué se ejerce la violencia y a quién afecta con mayor fuerza. No se trata de sumar opresiones, sino de comprender cómo se entrelazan para generar formas específicas de vulnerabilidad.

Ambas situaciones -el feminicidio y la represión policial a los manteros- revelan cómo ciertos cuerpos son marcados como “asesinables”, como desechables, como no merecedores de protección. Son cuerpos que incomodan, que no encajan, que desobedecen. Pero también son, en su honestidad, cuerpos que resisten: que se niegan a desaparecer, que luchan por existir con dignidad.

Por eso, pensar desde el cuerpo honesto de Jordan no es solo una denuncia, sino también una afirmación política. Significa recuperar la potencia de los cuerpos que aman, que trabajan, que migran, que se liberan. Significa escuchar sus voces, respetar sus vidas y construir alianzas que rompan con las lógicas de violencia que los amenazan. La lucha contra el feminicidio y contra el racismo institucional no pueden entenderse por separado. Se trata de desmontar el poder que impone qué cuerpos importan y cuáles no. Y eso comienza por reconocer que los cuerpos honestos no están solos: se encuentran, se cuidan, se defienden.
 
Los cuerpos honestos no se pliegan al miedo ni a la invisibilidad, son muchos, y todos necesitan ser defendidos con la misma fuerza. No podemos permitirnos seguir mirando estas violencias de forma fragmentada. Hacerlo es reproducir la misma lógica que jerarquiza las vidas y las luchas.

La apuesta por los cuerpos honestos no puede ser parcial. Requiere de una sensibilidad radical y transversal que se implique en desmontar todas esas intersecciones letales. Eso solo será posible si aprendemos a mirar más allá de nuestras propias urgencias, a escuchar las voces que aún nos resultan lejanas, a estar, juntas y juntos, donde se nos convoca porque se nos necesita.
 

No hay comentarios: