El Club del Crimen de los Jueves
Traducción de Claudia Conde
Espasa, 2020
"El sol de la mañana empieza a iluminar el cielo de Kent.
-Ibrahim, si sigues conduciendo a cuarenta y seis kilómetros por hora, todo el esfuerzo será inútil -dice Elizabeth, tamborileando con los dedos sobre la guantera.
-Y si nos estrellamos en una curva cerrada, será todavía más inútil -responde Ibrahim con los ojos centrados en la carretera y concentrado en mantener el rumbo.
-¿Alguien quiere una galletita con sabor a queso cheddar? -ofrece Joyce.
Ibrahim está tentado de decir que sí, pero le gusta tener siempre las dos manos apoyadas en el volante. En la posición de las diez y diez.
Ron es el único de los cuatro que tiene coche, pero han tenido que discutir quién de ellos conduciría. Joyce no renueva el permiso desde hace treinta años, por lo que inmediatamente quedó descartada. Ron insistió brevemente en ser elegido, pero Ibrahim sabía que había perdido la confianza en los giros a la derecha y que en el fondo estaría encantado de que lo rechazaran. Elizabeth batalló con más entusiasmo por ser quien llevara el volante y hasta llego a mencionar que todavía tiene un permiso en vigor para conducir carros de combate. Hay que ver lo negligente que llega a ser a veces con la Ley de Secretos Oficiales. Pero al final todo se redujo a un pequeño detalle. Ibrahim era el único de los cuatro que entendía cómo funcionaba el GPS".
En el tranquilo retiro para jubiladas y jubilados de Coopers Chase, la vida transcurre entre partidas de ajedrez, caminatas y clases de yoga. Pero Coopers Chase es también el escenario en el que un pequeño grupo de residentes cultiva una afición inesperada: resolver asesinatos. Se hacen llamar el Club del Crimen de los Jueves porque este es el día de la semana en la que la sala de los puzzles, donde se reúnen, está libre, y sus integrantes -Elizabeth, Joyce, Ibrahim y Ron- no son detectives profesionales, sino personas jubiladas con pasado variopinto, ingenio agudo y tiempo libre. Lo que empieza como un pasatiempo -revisar viejos casos sin resolver- se convierte en una investigación real cuando un crimen sacude su propia comunidad. De repente, este club excéntrico se enfrenta a sospechosos de carne y hueso, policías desbordados y secretos que llevan décadas enterrados.
Además de la intriga policial, perfectamente construida con giros, falsas pistas y un manejo astuto del suspense, lo más destacable de la novela es la mirada que ofrece sobre la vejez. Las cuatro personas protagonistas no son caricaturas más o menos entrañables sino personajes complejos: Elizabeth, con un pasado misterioso en los servicios de inteligencia; Joyce, cuyo diario íntimo da voz y frescura al relato; Ibrahim, metódico y cerebral; Ron, un ex sindicalista combativo que aún conserva su fiereza. Osman les brinda humanidad y humor, pero también fragilidad: la soledad, la pérdida, la enfermedad, la conciencia de la muerte, aparecen con naturalidad en la vida de las y los protagonistas, entrelazadas con la trama.
Como novela de misterio bebe de la tradición británica de Agatha Christie y los detectives amateurs. Pero aunque el caso criminal sea el eje de la historia lo que realmente importa es la dinámica del grupo, el modo en que estas cuatro personas, aparentemente frágiles, desafían los prejuicios y se convierten en un equipo formidable. Hay diálogos divertidos, observaciones cómicas, situaciones que arrancan una sonrisa, reflexiones sobre la amistad, el paso del tiempo y el derecho a seguir siendo relevantes más allá de los ochenta.
Además de la intriga policial, perfectamente construida con giros, falsas pistas y un manejo astuto del suspense, lo más destacable de la novela es la mirada que ofrece sobre la vejez. Las cuatro personas protagonistas no son caricaturas más o menos entrañables sino personajes complejos: Elizabeth, con un pasado misterioso en los servicios de inteligencia; Joyce, cuyo diario íntimo da voz y frescura al relato; Ibrahim, metódico y cerebral; Ron, un ex sindicalista combativo que aún conserva su fiereza. Osman les brinda humanidad y humor, pero también fragilidad: la soledad, la pérdida, la enfermedad, la conciencia de la muerte, aparecen con naturalidad en la vida de las y los protagonistas, entrelazadas con la trama.
Como novela de misterio bebe de la tradición británica de Agatha Christie y los detectives amateurs. Pero aunque el caso criminal sea el eje de la historia lo que realmente importa es la dinámica del grupo, el modo en que estas cuatro personas, aparentemente frágiles, desafían los prejuicios y se convierten en un equipo formidable. Hay diálogos divertidos, observaciones cómicas, situaciones que arrancan una sonrisa, reflexiones sobre la amistad, el paso del tiempo y el derecho a seguir siendo relevantes más allá de los ochenta.
Otra recomendable lectura inesperada gracias a Re-Read.
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