Noventa y nueve cuentos divinos
Traducción de Albert Fuentes
Seix Barral, 2025
"Hay veces en que da igual si oyes la palabra sí o la palabra no en respuesta a una pregunta tuya; tuerzas a derecha o izquierda, llegarás a tu destino.
No muchas, pero algunas.
¡UF!".
Este no es exactamente un libro de relatos, tampoco un ensayo teológico ni un conjunto de parábolas religiosas tradicionales, aunque bebe de todas estas fuentes. Es un caleidoscopio donde lo divino y lo absurdo, lo cotidiano y lo eterno, se ensamblan con un estilo que sorprende por su ironía a veces casi surrealista. El estilo es minimalista, con frases cortas, narración limpia y diálogos escuetos. Pero esta aparente simplicidad deja entrever un complejo andamiaje, tanto formal como de contenido, de manera que cada historia es como una grieta que nos permite vislumbrar una realidad de mayor hondura. Cada historia funciona como una fábula invertida. Nunca hay moraleja
clara sino insinuaciones, silencios, preguntas que abren nuevos espacios
para la reflexión. En ellas Joy Williams explora el desconcierto humano
ante a la muerte, la soledad, la esperanza, el amor frágil, siempre con
un humor que nunca se convierte en burla, sino en cálida ternura.
Son noventa y nueve historias brevísimas, algunas de apenas un párrafo, en muchas de las cuales Dios aparece con una naturalidad desconcertante. Un Dios a quien vemos comprando en una tienda de ropa, revisando programas de televisión, participando de conversaciones triviales, manifestándose en la voz de un animal o simplemente quedando al margen mientras los seres humanos se enredan en su propia torpeza. Esa cotidianidad despojada de reverencia produce un efecto curioso: nos invita a mirarlo no desde la altura, sino a ras de suelo, como una presencia que convive con nuestras dudas y limitaciones.
"El Señor vivía con una gran colonia de murciélagos en una cueva. Dos chicos armados con pistolas de aire comprimido encontraron la cueva y mataron sin pensárselo a un gran número de murciélagos, dejando heridos a muchos más. Los chicos no vieron al Señor. Él no les reveló su presencia.
Por otra parte, el Señor estaba muy encariñado con los murciélagos pero no había movido un dedo para salvarlos.
Cada vez era más difícil comprender al Señor.
Le gustaba pasar el rato con los animales, todo el mundo lo sabía, las ballenas y los osos, los elefantes, los carneros de las Rocosas y los lobos. Los animales deseaban que no fuera tan aficionado a su compañía.
Pase más tiempo en el mundo de los hombres, le rogaron.
Pero el Señor les respondió que allí se sentía solo.
PEQUEÑA ORACIÓN".
Uno de los aspectos más sorprendentes de este libro son los títulos de cada historia, aunque van al final de las mismas, como si fueran colas de cometa y no cabezas de capítulo. La autora subvierte así la convención del título como anticipación, marco o clave interpretativa; al colocarlo al final lo convierte en un gesto de cierre que, en realidad, no cierra nada. Inesperados, muchas veces parecen no tener nada que ver con el contenido del relato. A veces son irónicos, otras enigmáticos, otras directamente desconcertantes de manera que, en lugar de confirmar lo que acabamos de leer, lo contradicen o lo desplazan hacia otra dirección. Esta operación abre un espacio nuevo al obligarnos a releer el cuento en retrospectiva preguntándonos qué vínculo puede haber entre lo leído y esa palabra o frase que lo culmina. En ese sentido, los títulos funcionan como pequeñas pompas diferidas, que explotan justo después de la lectura y nos invitan a repensar la pieza completa.
Así, en “Oportunidad" se cuenta cómo cuando los perros de la persona que narra la historia han perdido sus chapas identificativas -"Como viajábamos mucho y a menudo elegíamos rutas que nos permitieran pasar por zonas donde los perros pudieran correr sueltos y retozar a gusto, nuestros perror perdieron sus chapas de identificación en una docena de estados por lo menos"- la práctica totalidad de personas que encontraron esas chapas perdidas y se las devolvieron eran agentes inmobiliarios o de seguros, que adjuntaban sus tarjetas comerciales. De este modo, lo que parece una historia sobre ayuda y bondad se convierte en un negocio disfrazado o al menos en una oportunidad comercial disimulada.
Este es un libro que, por su extensión, puede leerse rápido, pero merece la penar rumiar despacio cada cuento. Una experiencia de lectura singular.
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