Los mensajeros de la oscuridad
Traducción de Vicente Campos González
Tusquets, 2025
"Tuve que resistirme al impulso de abrazarla, de decirle que me hacía una vaga idea de lo que estaba sufriendo. El dolor es como el cáncer: tiene un alcance casi universal, pero los casos son siempre concretos. No hay dos personas que lo vivan igual, así que decir que sabía cómo se sentía habría sido una mentira, por más que algún aspecto de aquello hubiera arraigado en mí, desencadenando una transformación tanto visible como invisible. Ese proceso no acababa, meramente fluía en ambos sentidos. Si su hijo había muerto, la pérdida la definiría a ella durante el resto de su vida, igual que mis pérdidas me definían a mí".
John Connolly ha convertido la oscuridad en su territorio, y con Los mensajeros de la oscuridad vuelve a recordarnos que pocas voces en la narrativa contemporánea saben caminar tan bien por el filo que une lo humano y lo sobrenatural. Aunque se trata de la entrega número veintidos de la serie de Charlie Parker, la novela respira con fuerza propia y puede leerse como un relato independiente.
La historia comienza con un eco de tragedia. Colleen Clark, una madre destrozada por la desaparición de su pequeño Henry, se convierte en el blanco de la sospecha. La comunidad la señala, los periódicos la exponen, la justicia la aprieta entre engranajes que parecen dispuestos a triturarla. Esa tensión inicial, la de una mujer arrojada a los lobos del prejuicio y la sospecha, basta para sumergirnos en la lectura sin vuelta atrás.
"No me considero un experto en cómo trata el sistema judicial a las
mujeres que supuestamente han cometido un delito mientras sufrían una
depresión, pero si guarda algún parecido con la forma en que trata a
las mujeres en general, sobre todo a aquellas acusadas de un crimen
violento, podía esperarse que a Colleen la arrastraran sobre brasas encendidas".
Es entonces cuando aparece Charlie Parker, no como un héroe impoluto, sino como un hombre marcado por la pérdida y la culpa, un investigador privado que se mueve entre las sombras con una mezcla de empatía y dureza. Junto a sus viejos aliados -los letales pero fieles Louis y Angel, los peculiares hermanos Fulci y el marrullero abogado Moxie Castin-, Parker inicia una búsqueda que no solo pretende descubrir qué ocurrió con el niño, sino también enfrentarse a las fuerzas, visibles e invisibles, que han tejido una espesa telaraña alrededor de la familia Clark.
Y es en esa búsqueda entra en juego un elemento que distingue la obra de Connolly: lo sobrenatural irrumpiendo en la vida cotidiana. Una médium, Sabine Drew, asegura escuchar los ecos del niño desaparecido; una casa cargada de secretos comienza a desplegar su siniestra memoria; y el terreno donde se desarrolla la investigación parece guardar cicatrices demasiado antiguas como para ser ignoradas.
"-¿Y está convencida de que se encuentra en Gretton?
-O en las cercanías -respondió-. No puedo ser más concreta. Es como pegar una oreja al altavoz de una radio: la música se vuelve ruido y apenas se puede identificar. Pero tampoco me he aventurado más allá de las lindes del pueblo.
-¿Por qué?
-Porque tengo miedo. No está solo. Hay alguien, o algo, con él. Creo que se está alimentando de Henry, abasteciéndose de su dolor y confusión. Y se está tomando su tiempo con él.
Intenté comprender lo que estaba oyendo.
-¿Está hablando de un animal?
-No, de un animal, no, ni siquiera de un ser humano con una naturaleza animal. [...] Mire, creo que esa presencia es algo familiar. Me he topado antes con ella".
Como siempre, Connolly no recurre al susto fácil, sino que construye una atmósfera densa, en la que lo inexplicable se filtra lentamente en lo cotidiano, hasta hacerlo inseparable. Como escribe, en un travieso cameo: "Maine es una tierra antigua con una larga memoria, un recuerdo que precedía incluso a la llegada de los hombres. La rareza era endémica en el estado. Por eso Stephen King no podía haber surgido en ninguna otra parte". Oscura, lírica por momentos, su prosa es clara y eficaz para mantener el suspense; cada capítulo empuja al siguiente, combinando escenas de investigación o de acción con reflexiones sobre la fragilidad humana, la justicia y los juicios precipitados que puede dictar una comunidad asustada.
Más allá del misterio y del horror, en estas páginas encontramos es una reflexión sobre la naturaleza del mal y sobre la facilidad con la que las personas más inocentes pueden ser sacrificadas, sobre las ideologías extremas que se infiltran en comunidades pequeñas y sobre el miedo como instrumento de manipulación. Más que una novela de género es una exploración de la pérdida y de la esperanza, una invitación a mirar hacia lo más sombrío del ser humano para descubrir también ahí destellos de compasión y resistencia. Con esta última entrega Connolly confirma que Charlie Parker no es solo un detective: es un símbolo de empatía en un mundo devorado por sombras. Y esa es la razón por la que, después de más de veinte entregas, ya esté esperando la siguiente novela.
Más allá del misterio y del horror, en estas páginas encontramos es una reflexión sobre la naturaleza del mal y sobre la facilidad con la que las personas más inocentes pueden ser sacrificadas, sobre las ideologías extremas que se infiltran en comunidades pequeñas y sobre el miedo como instrumento de manipulación. Más que una novela de género es una exploración de la pérdida y de la esperanza, una invitación a mirar hacia lo más sombrío del ser humano para descubrir también ahí destellos de compasión y resistencia. Con esta última entrega Connolly confirma que Charlie Parker no es solo un detective: es un símbolo de empatía en un mundo devorado por sombras. Y esa es la razón por la que, después de más de veinte entregas, ya esté esperando la siguiente novela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario