Si ardemos: La década de las protestas masivas y la revolución que no fue
Traducción de Daniela Martín Hidalgo
Capitán Swing, 2025
"En la ultima década, de 2010 a 2020, [...] la humanidad fue testigo de una explosión de protestas masivas que anunciaban cambios profundos. Sus participantes las vivieron como un triunfo lleno de euforia, y la prensa internacional las saludo entre alabanzas y con optimismo. Pero años más tarde [...] vemos que las revueltas precedieron -cuando no causaron- resultados muy distintos a los objetivos de los movimientos. En ningún lugar las cosas salieron como se habían planeado. En demasiados casos, la situación empeoró, según las normas articuladas por las propias calles.
De hecho, podría incluso contarse la historia de esa década como la historia de las protestas masivas y sus consecuencias inesperadas. A riesgo de parecer demasiado ambicioso, este libro intentará hacer precisamente eso. ¿Qué ocurre si intentamos escribir la historia del mundo, desde 2010 a 2020, guiados por la desconcertante pregunta de cómo es posible que tantas protestas condujeran a lo contrario de lo que pedían?".
Publicado en octubre de 2023, este libro retrata la década de protestas masivas que agitó el mundo entre 2010 y 2020 -desde la primavera árabe hasta movimientos de protesta en Hong Kong, Brasil, Chile, Corea del Sur, Indonesia, Ucrania y otros- y explora por qué, a pesar de alcanzar momentos de enorme efervescencia colectiva, estos episodios no detonaron revoluciones exitosas. En vez de eso, gran parte terminaron en regresiones políticas profundas. Desde las plazas de El Cairo hasta las calles de Santiago de Chile,
pasando por Hong Kong, Kiev o São Paulo, millones de personas salieron a
manifestarse con la convicción de que estaban protagonizando un cambio
histórico. El libro, fruto de un trabajo periodístico global y de
decenas de entrevistas, intenta responder a una pregunta inquietante:
¿cómo es que tantas protestas masivas, tan emocionantes y
transformadoras en apariencia, terminaron sin la revolución que
prometían?
Bevins describe un patrón común en la mayoría de ellas: eran horizontales, espontáneas, coordinadas a
través de redes sociales, con estructuras difusas y un fuerte rechazo a
los liderazgos formales. Esa forma de organización generó entusiasmo y
permitió que cientos de miles de personas se reconocieran entre sí, pero también se
convirtió en un límite en el momento decisivo, cuando había que
negociar, articular demandas o sostener una estrategia más allá de la
ocupación de las calles. En ausencia de una estructura clara, el poder
político encontró la forma de resistir, dividir o incluso apropiarse del
impulso de las movilizaciones.
El contraste aparece en los pocos casos donde sí hubo organizaciones sólidas -sindicatos en Túnez, movimientos estudiantiles en Chile, redes comunitarias en Corea del Sur-. Allí las protestas no se desvanecieron tan rápido, porque existía un tejido capaz de traducir la furia ciudadana en conquistas políticas. Bevins insiste en que la diferencia no está en la magnitud de las marchas, sino en la capacidad de llenar el vacío que se abre cuando un régimen se tambalea. Desde esta perspectiva, el libro no se limita a la crónica, es también una advertencia, el autor nos recuerda que no toda acción sirve simplemente por “hacer algo”. Montar una performance, ocupar una plaza o viralizar un hashtag puede dar visibilidad a una protesta, pero no garantiza un cambio real. La energía del momento, por intensa que sea, no sustituye la organización ni la estrategia.
El contraste aparece en los pocos casos donde sí hubo organizaciones sólidas -sindicatos en Túnez, movimientos estudiantiles en Chile, redes comunitarias en Corea del Sur-. Allí las protestas no se desvanecieron tan rápido, porque existía un tejido capaz de traducir la furia ciudadana en conquistas políticas. Bevins insiste en que la diferencia no está en la magnitud de las marchas, sino en la capacidad de llenar el vacío que se abre cuando un régimen se tambalea. Desde esta perspectiva, el libro no se limita a la crónica, es también una advertencia, el autor nos recuerda que no toda acción sirve simplemente por “hacer algo”. Montar una performance, ocupar una plaza o viralizar un hashtag puede dar visibilidad a una protesta, pero no garantiza un cambio real. La energía del momento, por intensa que sea, no sustituye la organización ni la estrategia.
Más allá de la abuntantisima información contenida en este ensayo, especialmente valiosa por lo que tiene de mirar hacia lugares que en su momento no estuvieron en el centro del foco informativo, hay dos ideas que me parecen especialmente destacables. La primera, que "las protestas masivas estructuradas de manera horizontal, coordinadas digitalmente y sin líderes son en lo fundamental ilegibles" (el énfasis es mío). Y en este punto, el papel de los medios de comunicación es esencial. La segunda, relacionada con esta, que ademas de denunciar los fallos de "representación" tanto de los medios masivos (manipulación, cortoplacismo) como de las instituciones políticas ("¡No nos representan!") hay que prestar atención a quién ocupa el vacío que deja nuestra confianza tanto en unos como en otras:
"Junto
con la propia representación, los medios tradicionales están en crisis.
Esto podría parecer interesado, dado que es mi industria, así que no me
dolerá que alguien opte por no hacerme ni caso. Pero creo que podemos
trazar una analogía entre los medios y los Estados que actualmente
existen. Como cualquier Gobierno representativo, los medios son
profundamente imperfectos y necesitan que se los critique todo el
tiempo, tanto desde dentro como desde fuera, para que siga habiendo
sinceridad. Deberíamos procurar crear medios que sean mejores y más
democráticos. Pero no deberíamos ser víctimas de un pensamiento ilusorio
barato y creer que, si hacemos estallar los medios, algo mejor surgirá
de la nada. Hay que prestar atención a quién llenará ese vacío" (el énfasis es mío).
Sin embargo, este no es un
relato pesimista: rescata la potencia visceral de la protesta, ese
éxtasis colectivo de encontrarse con otras y otros y sentir que el mundo puede
ser diferente, aunque advierte que esa llama, si no se cuida, se apaga
rápidamente. En su conclusión, Bevins señala que quizás la gran lección de la década sea aceptar que el fracaso también es parte del proceso. La fe en la inevitabilidad de la victoria puede ser engañosa; lo que realmente marca la diferencia es la preparación, la capacidad de resistir y de construir estructuras que sobrevivan al entusiasmo inicial. La esperanza está, tal vez, en fusionar el espíritu fresco de las nuevas generaciones con las lecciones organizativas del pasado.
Un testimonio lúcido de una época en que millones de personas encendieron por todo el mundo el fuego de la protesta, pero también un recordatorio de que arder no basta: es esencial saber qué hacer después de que las llamas iluminen las calles.
Un testimonio lúcido de una época en que millones de personas encendieron por todo el mundo el fuego de la protesta, pero también un recordatorio de que arder no basta: es esencial saber qué hacer después de que las llamas iluminen las calles.
Por cierto: en el capítulo 5 del VIII Informe Foessa, en 2019, ofrecimos nuestro propio análisis y diagnóstico de esa misma década. Por si interesa...
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