Intersecciones letales: Raza, género y violencia
Traducción de Albert Fuentes
Paidós, 2025
"La violencia es una realidad incuestionable si nos atrevemos a mirarla de frente. Los seres humanos no empezamos nuestras vidas siendo por naturaleza violentos o propensos a la violencia.Cualquier persona que haya cuidado de un recién nacido puede dar fe de ello. Sin embargo, a medida que transitamos por nuestras vidas, encontramos la violencia de dos maneras distintas: actos violentos que son visibles y pueden atribuirse a personas o grupos, y una violencia que es invisible porque está engarzada en unas normas y prácticas cotidianas que damos por sentadas. Este teatro de la violencia, con actores sobre el escenario que protagonizan actos violentos y una puesta en escena de una violencia que se desarrolla a través de las estructuras sociales, nos es explicado por medio de ciertas ideas que nos rodean. Podemos experimentar la violencia como individuos, pero dar un paso atrás y ver cómo esa violencia afecta a nuestras familias, comunidades, barrios, pueblos, ciudades y países no es nada fácil".
Coatura, junto a Sirma Bilge, del ya clásico Interseccionalidad (Morata, 2019), la socióloga Patricia Hill Collins nos invita en este ensayo a imaginar un cruce de caminos donde confluyen distintas vías: el racismo, el patriarcado, la desigualdad económica, la homofobia… Cada ruta trae consigo su propio flujo de violencias y prejuicios y, al encontrarse, provocan una colisión mortal. A ese punto de choque Collins lo denomina “intersección letal”, concepto que define de la siguiente manera:
"A fin de investigar esta compleja relación entre violencia y poder, me baso en el concepto de intersección letal, entendido como el nodo en el que los efectos visibles de la violencia son más pronunciados. Las intersecciones letales constituyen nodos de dominio político en los que la muerte, o la amenaza de muerte, resulta evidente, es decir, de una forma u otra son «letales» en potencia para quienes padecen los efectos de la desigualdad social"..
Las intersecciones letales no son accidentes, sino actos políticos de poder. La autora no se limita a señalar que las opresiones se suman: lo perturbador es que, al encontrarse, se transforman. Una mujer negra y pobre no vive simplemente racismo y sexismo de manera aislada, sino que experimenta un patrón de violencia específico, con dinámicas propias, invisibilizado por las narrativas dominantes. Aquí entra la dimensión cultural e ideológica del concepto: la sociedad produce y reproduce relatos, imágenes y discursos que normalizan estas violencias. Se las disfraza de “orden”, “seguridad nacional”, “protección de la familia” o “mérito individual”. Bajo ese barniz ideológico, las intersecciones letales aparecen como parte natural del paisaje social, como si siempre hubiesen estado ahí.
Uno de los hilos más poderosos del libro es el modo en que estas intersecciones se utilizan para construir narrativas de nación: "Cada historia nacional presenta unos sistemas intersecantes de poder que le son característicos y unas políticas culturales concebidas para sostener las arraigadas desigualdades sociales". Patricia Hill Collins muestra que la idea de nación no surge de un proceso neutral: requiere definir quién pertenece y quién queda fuera. Para ello, recurre a imágenes poderosas, casi míticas, del “ciudadano ideal”, blanco, masculino, heterosexual y económicamente estable. Quien no encaja en ese molde es excluido del “nosotros” y, en el peor de los casos, catalogado como una amenaza. Las políticas migratorias, las prácticas policiales e incluso los manuales de historia participan de esta coreografía, configurando un sentimiento de unidad nacional que se sostiene en la exclusión sistemática de determinados cuerpos.
Quizá el punto más desgarrador de la metáfora del cruce de caminos se encuentra en el análisis de la violencia contra la infancia. La autora evidencia cómo niñas y niños nacidos en comunidades pobres, racializadas o que desafían la norma de género habitan intersecciones letales incluso antes de aprender a caminar. No solo enfrentan mayor vulnerabilidad frente a la pobreza o el abandono institucional; también son objeto de criminalización temprana, vigilancia policial y sistemas escolares que reproducen prejuicios. En estas páginas resuena una advertencia especialmente inquietante: la violencia contra la infancia no es un exceso ni una anomalía del sistema, sino una consecuencia previsible cuando las rutas de la opresión se cruzan en ciertos barrios, escuelas y familias.
Pese a ello, el libro no se instala en la desesperanza. La última parte del libro está dedicada a reflexionar sobre la resistencia contra la violencia interseccional. Para la autora, el primer gesto de resistencia consiste en hacer visible lo invisible: identificar el cruce, nombrarlo y trazarlo en el mapa colectivo. Después, muestra cómo diversas comunidades han creado estrategias para enfrentar la violencia interseccional: redes de cuidado mutuo, coaliciones políticas, pedagogías críticas, expresiones artísticas que desafían las narrativas dominantes. La resistencia, recuerda, no siempre es grandiosa; muchas veces se manifiesta en la persistencia diaria de quienes se niegan a desaparecer. Surge también en los propios cruces letales: madres que organizan contra la violencia armada tras perder a sus hijos, comunidades negras que marchan contra la brutalidad policial, mujeres que denuncian abusos sexuales, familias indígenas que reclaman a sus desaparecidas y desaparecidos. Patricia Hill Collins subraya cómo estas acciones, nacidas desde la vulnerabilidad, se convierten en estrategias colectivas, profundamente políticas y transformadoras.
"A fin de investigar esta compleja relación entre violencia y poder, me baso en el concepto de intersección letal, entendido como el nodo en el que los efectos visibles de la violencia son más pronunciados. Las intersecciones letales constituyen nodos de dominio político en los que la muerte, o la amenaza de muerte, resulta evidente, es decir, de una forma u otra son «letales» en potencia para quienes padecen los efectos de la desigualdad social"..
Las intersecciones letales no son accidentes, sino actos políticos de poder. La autora no se limita a señalar que las opresiones se suman: lo perturbador es que, al encontrarse, se transforman. Una mujer negra y pobre no vive simplemente racismo y sexismo de manera aislada, sino que experimenta un patrón de violencia específico, con dinámicas propias, invisibilizado por las narrativas dominantes. Aquí entra la dimensión cultural e ideológica del concepto: la sociedad produce y reproduce relatos, imágenes y discursos que normalizan estas violencias. Se las disfraza de “orden”, “seguridad nacional”, “protección de la familia” o “mérito individual”. Bajo ese barniz ideológico, las intersecciones letales aparecen como parte natural del paisaje social, como si siempre hubiesen estado ahí.
Uno de los hilos más poderosos del libro es el modo en que estas intersecciones se utilizan para construir narrativas de nación: "Cada historia nacional presenta unos sistemas intersecantes de poder que le son característicos y unas políticas culturales concebidas para sostener las arraigadas desigualdades sociales". Patricia Hill Collins muestra que la idea de nación no surge de un proceso neutral: requiere definir quién pertenece y quién queda fuera. Para ello, recurre a imágenes poderosas, casi míticas, del “ciudadano ideal”, blanco, masculino, heterosexual y económicamente estable. Quien no encaja en ese molde es excluido del “nosotros” y, en el peor de los casos, catalogado como una amenaza. Las políticas migratorias, las prácticas policiales e incluso los manuales de historia participan de esta coreografía, configurando un sentimiento de unidad nacional que se sostiene en la exclusión sistemática de determinados cuerpos.
Quizá el punto más desgarrador de la metáfora del cruce de caminos se encuentra en el análisis de la violencia contra la infancia. La autora evidencia cómo niñas y niños nacidos en comunidades pobres, racializadas o que desafían la norma de género habitan intersecciones letales incluso antes de aprender a caminar. No solo enfrentan mayor vulnerabilidad frente a la pobreza o el abandono institucional; también son objeto de criminalización temprana, vigilancia policial y sistemas escolares que reproducen prejuicios. En estas páginas resuena una advertencia especialmente inquietante: la violencia contra la infancia no es un exceso ni una anomalía del sistema, sino una consecuencia previsible cuando las rutas de la opresión se cruzan en ciertos barrios, escuelas y familias.
Pese a ello, el libro no se instala en la desesperanza. La última parte del libro está dedicada a reflexionar sobre la resistencia contra la violencia interseccional. Para la autora, el primer gesto de resistencia consiste en hacer visible lo invisible: identificar el cruce, nombrarlo y trazarlo en el mapa colectivo. Después, muestra cómo diversas comunidades han creado estrategias para enfrentar la violencia interseccional: redes de cuidado mutuo, coaliciones políticas, pedagogías críticas, expresiones artísticas que desafían las narrativas dominantes. La resistencia, recuerda, no siempre es grandiosa; muchas veces se manifiesta en la persistencia diaria de quienes se niegan a desaparecer. Surge también en los propios cruces letales: madres que organizan contra la violencia armada tras perder a sus hijos, comunidades negras que marchan contra la brutalidad policial, mujeres que denuncian abusos sexuales, familias indígenas que reclaman a sus desaparecidas y desaparecidos. Patricia Hill Collins subraya cómo estas acciones, nacidas desde la vulnerabilidad, se convierten en estrategias colectivas, profundamente políticas y transformadoras.
"Siendo francos, un libro como Intersecciones letales no puede tener una conclusión pulcra y aseada. Pero sí ofrece una importante enseñanza. La violencia interseccional y la resistencia frente a ella están profundamente interconectadas: las formas que adopta la violencia interseccional contemporánea reflejan las prácticas pasadas de resistencia y, a la inversa, elegimos de entre un abanico de respuestas estratégicas a la violencia interseccional que nos han legado los movimientos de resistencia del pasado. [...] Por medio de acciones a pequeña escala, o impulsando un activismo comunitario que crece hasta convertirse en un movimiento de masas global, esta relación entre violencia y resistencia sigue en pie. Y esta sinergia significa que , mientras sigan naciendo personas en este mundo, por más difíciles que sean sus circunstancias, siempre habrá posibilidades de cambio.
En esta empresa más general, para plantar cara a la violencia es importante recordar que las ideas y los actos de un solo individuos pueden tener un impacto de enorme calado y cambiar las cosas radicalmente, aunque esa persona no viva para verlo. [...] Cuando se incorporan principios éticos generales, como la democracia, la equidad y la justicia social, las posibilidades de resistir a la violencia desde abajo no conocen otro límite que la falta de imaginación".
En esta empresa más general, para plantar cara a la violencia es importante recordar que las ideas y los actos de un solo individuos pueden tener un impacto de enorme calado y cambiar las cosas radicalmente, aunque esa persona no viva para verlo. [...] Cuando se incorporan principios éticos generales, como la democracia, la equidad y la justicia social, las posibilidades de resistir a la violencia desde abajo no conocen otro límite que la falta de imaginación".
Intersecciones letales no es un libro para leer de un tirón sin detenerse. Cada capítulo obliga a revisar paisajes familiares y a descubrir que estaban atravesados por cruces peligrosos nunca antes trazados en el mapa. La propuesta de la autora es, en última instancia, profundamente política y profundamente humana: reconocer esos puntos de colisión y aprender a desactivarlos antes de que sigan cobrándose vidas. Porque, como sugiere cada página, el problema no es que las rutas de la vida se crucen, sino que en este mundo (patriarcal, colonial, capitalista) esos cruces están diseñados para que la colisión siempre hiera a las mismas.
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