miércoles, 8 de marzo de 2023

Vagina obscura

Rachel E. Gross
Vagina obscura. Un viaje anatómico
Traducción de Noelia González Barrancos
Ilustraciones de Armando Veve
Ediciones de Pasado & Presente, 2023

"Tu vagina es otro planeta. Si te pudieras encoger hasta tener el tamaño de un grano de arena y meterte entre las piernas, te encontrarías con un reino de las maravillas de húmedas junglas, frescas cuevas y pozos viscosos de mucosidad creados por tu nutrido ecosistema de vida microscópica. [...] Su paisaje está poblado de clústeres de microorganismos finos y largos con forma de vara y hordas de microorganismos semejantes a diminutas pelotas que se aferran a los contornos. Estos microbios viven juntos en un equilibrio delicado y lanzan ácido para detener a colonizadores en potencia procedentes de mundos lejanos (tampones, juguetes, penes) o próximos (el ano)".


Lo que estos microorganismos no han conseguido detener es la colonización del cuerpo de la mujer por parte de una ciencia médica androcéntrica y de una concepción social de la sexualidad femenina esencialmente reproductivista. Rachel E. Cross lo explica perfectamente en la introducción de este libro:

"Me embarqué en la escritura de un libro sobre la ciencia que rodea la vagina. Sería un libro divertido y desenfadado y estaría repleto de maravillas [...]. No obstante, no tardé en percatarme de que tenía un problema: existen enormes lagunas en nuestro entendimiento del cuerpo femenino. La mayor parte de la comprensión científica sobre el tema a nuestro alcance se ha erigido a partir del estudio del cuerpo masculino. No fue hasta 1993, y como consecuencia del Women’s Health Movement (Movimiento por la Salud de las Mujeres o WHM), cuando se dictó una orden judicial federal que obligaba a los investigadores a incluir a mujeres y minorías en la investigación clínica. La doctora Janine Austin Clayton, directora asociada de investigación relacionada con la salud de la mujer en el National Institutes of Health (Institutos Nacionales de Salud o NIH, por sus siglas en inglés), lo expresó de la siguiente forma en 2014: «En comparación, sabemos menos sobre los aspectos de la biología femenina que sobre los de la biología masculina».
Hasta hace poco, la investigación médica sobre la mujer que se llevaba a cabo en este país se centraba en la fertilidad. Como me dijo una persona experta en endometriosis: «A nadie en el Congreso le importa en realidad el útero si no hay un bebé dentro». El NIH no inauguró una rama de ginecología centrada de manera específica en la salud de las vulvas, las vaginas, los ovarios y los úteros hasta el año 2014. Esa fue prácticamente la primera vez que una rama de investigación de ámbito federal reconocía que dichos órganos son una parte integral de la salud de las mujeres, tengan estas o no la intención de quedarse embarazadas"
.

La primera consecuencia científica de estos sesgos androcéntrico y reproductivista ha sido que, aún en la actualidad, hay partes del cuerpo femenino "que son menos conocidas que el fondo del océano o la superficie de Marte". De la que se derivan otras muchas consecuencias: invisibilización de dolencias, malos diagnósticos y peores tratamientos, imaginarios y discursos sociales de suciedad, vergüenza y culpabilización. 

Afortunadamente, libros como este contribuyen a combatir esos imaginarios dominantes, reivindicando un conocimiento (científico y social) que esté a la altura de la lucha de las mujeres por el control de su propio cuerpo, descolonizándolo... ¡literalmente!: liberándolo de dominaciones patriarcales y de prácticas extractivistas. Porque, como dice Rebecca Solnit en Recuerdos de mi inexistencia,

"Cabe imaginar nuestras batallas como luchas territoriales para defender un territorio o anexionarlo, y es posible entender que nuestras diferencias tienen que ver, entre otros aspectos, con el espacio que se nos otorga o se nos niega para hablar, participar, deambular, crear, describir o vencer.
Una de las batallas en que me enfrasqué de joven tenía que ver con si el territorio de mi cuerpo se hallaba bajo mi jurisdicción o bajo la de otra persona, de cualquiera, de todas las demás, si estaba expuesto a invasiones hostiles, si yo controlaba sus fronteras, si mandaba en mí misma"
.

Pues eso, que el libro de Rachel E. Gross es una aportación relevante a esa batalla por la recuperación de la jurisdicción de las mujeres sobre su propio cuerpo.

No puedo terminar este comentario sin reconocer que me he acercado a este libro gracias a la curiosidad, la preocupación y los conocimientos previos adquiridos al colaborar en la elaboración del trabajo de fin de grado en Sociología titulado La enseñanza del ciclo menstrual en el grado de medicina de la UPV/EHU. Agradezco a su autora, Amaia González Llama, que confiara en mí para tutorizarlo. 


Ilustraciones de Armando Veve


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