martes, 31 de agosto de 2021

La naturaleza de la bestia

Louise Penny
La naturaleza de la bestia
Traducción de Patricia Antón de Vez
Salamandra (Penguin Random House), 2021

"¿O se habían limitado a cerrar las puertas e intentar volver a sus vidas; y por las noches, en la penumbra, le pedían a Dios -a un Dios que, confiaban, sería lo bastante poderoso para concedérsela- la gracia del olvido? ¿Rogaban, como él, por un sueño sin pesadillas? ¿Le rogaban a Dios que atrasara los relojes hasta un instante en el que aún no supieran nada de todo aquello?".


Undécima entrega en español de la excelente serie protagonizada por Armand Gamache, el (ahora y desde hace unas cuantas novelas) antiguo jefe de homicidios de la policía de Quebec, serie que ya he comentado aquí y aquí.

La historia se inicia con la desaparición de un niño de nueve años, vecino del idílico pueblo de Three Pines, que se verá sacudido hasta los cimientos cuando la investigación desentierre (literalmente) un pasado oscuro ligado a la guerra de Vietnam, el terrorismo internacional y el tráfico de armas, pero también a un asesino en serie condenado y encarcelado, autor de una obra de teatro que algunas vecinas y vecinos de Three Miles están ensayando con la intención de representarla en el pueblo.

Me ha parecido la historia más compleja de todas las que he leído, con subtramas entrelazadas que obligan a una lectura reposada y repensada. Tal vez sea la trama que menos me ha enganchado. Pero Penny, excelente creadora de personajes, de relaciones y de ambientes, consigue que la historia se sostenga y funcione, haciéndome sentir como un habitante más de Three Miles, de nuevo un protagonista esencial del libro:

"A Jean-Guy aquello le recordaba a Three Pines, a los viajeros que llegaban alpueblo de forma inesperada: se sentaban en el bistrot, donde habían entrado sólo para ir al lavabo y comer algo, tomaban café au lait y pain au chocolat y consultaban sus mapas. No alzaban la vista para mirar a su alrededor ni una sola vez.
Y luego se marchaban, se bajaban de la balsa salvavidas para zambullirse de nuevo en el mar y alejarse nadando en busca de un empleo, de una persona, de una casa grande que los salvara.
Pero, de tanto en tanto, alguno sí alzaba la vista, miraba a su alrededor y veía que ya había llegado, que había alcanzado la orilla.
Jean-Guy, sentado en el bistrot, en el banco o en el porche de casa de los Gamache con Annie, había visto esa expresión en rostros recién llegados.
En algunos de ellos.
No eran muchos, pero su expresión era inconfundible e inolvidable cuando aquella revelación se producía. No era de alegría ni de felicidad, todavía no.
Era de alivio.
Y lo reconocía porque él mismo había llegado llevado por la corriente a aquella orilla, a ese pueblo.
Abrió los ojos y se sentó muy tieso".

Así pues, abre los ojos, siéntate muy tiesa (o como acostumbres a sentarte para leer) y disfruta de este libro.

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